Anochece.
En mi ciudad
crece la sombra
por un cono
de luz.
Desde el
sur, escapa en hebras el sonido del río.
Velada voz
de opaca sílice hidratada
que llega
desde el vítreo leonino de las aguas
cuando se
apagan las bujías de la tarde.
Astillada de
sombras, Buenos Aires,
se sienta en
la platea
para
escuchar al río.
Murmullo de
iris despereza por las calles
metálicos arpegios
que por espaldas
de cemento trepan.
Cuando la
noche le cae por la cara,
desborda y
musita y se confiesa,
su pena líquida
de ser río que mar sueña.
* * *
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