jueves, 30 de enero de 2014

YERRO

blanco y negro




En este caminar de años y años
A veces pierdo el paso y resulta
Que marcho equivocado rumbo.

Me figuro que avanzo por un mapa
Hacia la Tierra Prometida,
Sin errar Oriente.

Qué simpleza de idiotez.
Pulverizada,
En pendiente de dolor, me hundo.





M.R.-C.
Pasos desnudos - Poemario
IMAGEN: Internet

SOMBRAS

ELOGIO DE LA SOMBRA

Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.


                                                         JORGE LUIS BORGES

                                                                          
                                                                                                        * 

SOMBRA Y MIEDO

Tengo miedo de tí,
de mí, del mundo, del aire,
del amor,
de la sombra.
Tengo miedo del miedo. 
Miedo de caer 
sin nombre,
sin memoria y sin cuerpo
en la eternidad
del olvido y del silencio.

                                                                               ELÍAS  NANDINO VALLARTA


                                                                                               *
SOMBRA

Si me alejara un día
Si no estuviera
 ¿Qué perderías?  
                    
                     Mirada que zozobra en oleajes
                     Boca que te nombra en vela
                     Abrazo que desnuda la intemperie.

Apenas,
        ojos, boca y abrazo.
Medio cuerpo de mí 
Partidos miembros
Ambiguo pensamiento.

Cisma, penumbra.
Bajamar en playas olvidadas.

        Sesgado pecho de amor
        Feroz dolor de clandestino caminar.
       
 Como has querido siempre que así fuera.
                   Así me perderías. 
                                       Sólo sombra.


M.R.-C.    
Pasos Desnudos 
Poemario 2013

PERIÓDICO IRREVERENTES


LAS DOS PINTURITAS


                                                                                    Por Marita Rodríguez-Cazaux

Bandera V
A María Esther de Miguel, en su memoria
Por la senda estrecha encendida de sol, sin apuros, bajaba la lomita exactamente en el momento en que mamá llenaba los tazones de mate cocido dulce. Acodado en la mesa de madera lavada, sorbiendo el mate caliente de a traguitos, yo veía desde la ventana su sombra flaca, inclinada en la cuesta de los aromos, asomar manchada de verdores por el alero del este.
Cuando pasaba la puerta de la cocina, la mancha se le iba borrando del delantal y se quedaba, un instante, fija en su pelo negro.
En silencio, estiraba los brazos para recibir de manos de mamá un tazón de leche azucarada con miel. Su cara oscura se matizaba del humo gris que subía sobre el filo enlozado y mirándonos con ojos achinados, una arruguita le temblaba entre los labios.
Porque el Silvio Mera no tenía la sonrisa pronta. Ni siquiera en los recreos, ni cuando la señorita Ofelia nos daba galletas, ni al toque de la campana de salida.
En realidad, yo le conocía solamente una sonrisa. Era en el patio, temprano, cuando saludábamos a la bandera sacudida por el viento del norte que la estiraba y la aflojaba para que la viésemos mejor. Era su única sonrisa en el día.
Un miércoles de junio lo había notado raro al verlo traspasar la tranquera. El Silvio debe sentirse enfermo, pensé desorientado y lo esperé como siempre, en la cocina.
La mañana anterior la maestra nos había llevado al museo y estuvimos recorriendo las salas. Ahí supimos de la necesidad de una bandera y de la jura en las costas del Pasaje. Ella nos contó la vida de un hombre que más allá de su propio interés, de su salud, había entregado tiempo y sueldos para la fundación de escuelas y academias.
Cuando el Silvio entró, más callado que nunca, hasta mamá lo miró un ratito con la boca en esquina, como hace siempre que quiere descubrir quien le sisa las monedas de la lata azul.
 -Comé -le dijo mamá, arrimando su voz a la cara tirante -, comé un bollito de grasa -. Y le puso en el bolsillo del delantal dos pancitos redondos.
Carancho, el Silvio parece triste, pensé cuando caminamos por las veredas de ladrillo y la cortada de tierra; así, en silencio, llegamos hasta el portón de la escuela.
 A la señorita Ofelia le gusta pasearse entre los bancos, cuando se para junto al pupitre del Silvio y le acomoda el pelo duro en una cresta oscura, la cara se le vuelve feliz, pero ese día ni la caricia de la maestra logró cambiarlo.
-Me quedo a pintar -me dijo cuando empezó el recreo.
-Estás loco vos, de dónde sacás esas tonterías, si ni tenés pinturitas.
-Igual me quedo, -contestó y me miró con los mismos ojos que tiene cuando curiosea la vidriera de la juguetería de don Lalo. Yo conocía esa mirada, una mirada que pide sin pedir, pero cerré mi cartuchera.
-Sos tonto Silvio, tenés dos lápices y querés ponerte a pintar -le dije, y salí al patio para jugar con los otros. Más tarde, formamos para entrar en el salón de música.
Al regresar al aula, la señorita Ofelia no estaba y la vice, nos hizo sentar con un ademán. Así nos enteramos de que el Silvio no había pasado por el comedor, no estaba en el patio y no lo encontraban por ningún rincón. Dos maestras habían partido a buscarlo.
Recitamos miles de veces la tabla del tres con la vice, que acompañaba nuestras voces con movimientos de cabeza. Cuando la campana tocó la una, en fila, nos despedimos mareados de tanta cantinela matemática y nos fuimos sin el beso de la señorita.
Al llegar a casa quise contarle a mamá, pero la abuela estaba en la cocina y me hizo sentar al lado de mi hermana. Nos llenó los platos de guiso de arroz y lentejas, mientras decía que la madre del Silvio había salido hasta la comisaría con la señorita Ofelia, porque las maestras no lo habían encontrado por el camino. Justito al pasar  frente a la huerta, vieron a mamá colgando ropa en la soga y mamá se había ido con ellas.
La abuela nos acercó dos platos con naranjas y se pasó un pañuelo por los ojos  rodeados de pararrayos finitos.
Dónde andará el Silvio, pensé mientras mordía los gajos, si al menos pudiera volver el tiempo atrás le prestaría mis pinturitas y el libro de los mapas que tanto le gusta. Pero el tiempo no puede correrse y es como una cárcel, una cárcel de la que no se puede salir ni para antes ni para después.
Me acordé de la voz del abuelo, cuando decía eso mismo, sentado en el patio;  la mirada entoldada por las luces hamacadas del farol, contándonos relatos que nos maravillaban.
El estómago me daba tirones cuando me levanté de la silla y ayudé a secar los platos. No podía dejar de pensar en el Silvio.
Nos fuimos a la cama sin que mamá hubiese vuelto. Apenas pude dormir, me desperté como afiebrado, con un miedo parecido al que me dan las culebras de la cañada.
 Entré en la cocina, mamá untaba rebanadas de pan con dulce. De perfil, debajo de la ventana, la abuela trenzaba el pelo a mi hermana.
-Sentate Mario, y comé que se hace tarde -me dijo mamá -. Hoy te vas solo con tu hermana; acordate de ayudarla a cruzar el puente y no vayan por el riacho que no me gusta.
Iba a preguntarle por el Silvio pero se dio vuelta y empezó a picar sobre la tabla.
Entramos en la escuela, la vice parada en la puerta esperaba con su sonrisa de labios rojos. En el patio estuvimos callados, mirándonos de reojo hasta que la directora nos hizo formar, saludamos a la bandera y pasamos al aula.
Desde el escritorio, la señorita Ofelia levantó la vista en el momento en que, uno a uno, nos sentábamos en los pupitres de madera avejentada. Todos, menos el Silvio Mera.
Fuimos pasando al frente para señalar las provincias y los ríos en el mapa, escribimos con mayúscula los nombres de las capitales y la maestra nos enseñó los distintos climas de cada región.
La señorita Ofelia tiene una voz calentita, especialmente cuando pasa entre los pupitres, nos acaricia la cabeza y nos mira con sus ojos de agua azul.
-En nuestra patria hay fríos y calores, sequías dolorosas y dolorosas inundaciones, altos picos y depresiones pantanosas, hay variados colores en las sierras y en los llanos y son esos contrastes, esas diversidades, lo que hace que en nuestra tierra todos podamos encontrar distintos caminos para la tolerancia, hacia la paz. Esa fue la lucha de un hombre valeroso, que quiso unirnos bajo una misma bandera, y que no dudó en dar lo poco que poseía. Sin generosidad no alcanzaremos a ser mejores, -dijo la maestra, arrastrando las palabras como para hundirlas en cada uno de nosotros.
Me sentí avergonzado de mi egoísmo, como si yo mismo me estorbara.
Cuatro días más tarde, los que apostaron las figuritas y las bolitas de vidrio  a que el Silvio Mera no volvía más, las perdieron. Pero yo no. Yo sabía que iba a bajar otra vez por la lomada, por el lado del alero para ir juntos hasta la escuela. Acodado en la mesa, bebería despacito la leche preparada por mamá.
Y vino nomás.
Tan callado como siempre, con un delantal nuevo y un portafolio de cuero marrón. Un portafolio que abrió para sacar el cuaderno y una caja de pinturitas de todos los colores.
Pasado un tiempo, una noche fresca, mamá empezó a hablar con una voz parecida a la del abuelo. Mi hermana y yo nos arrimamos, sabíamos que seguro iba a contarnos una historia fabulosa.
-Un chico quiso hacerle un regalo a un prócer pero no tenía dinero -dijo mamá-. Sólo tenía dos lápices de colores, uno celeste, otro amarillo. Después de dibujar, fue hasta la salida del pueblo, llegó al centro por la calle asfaltada, caminó hasta el museo donde estaba el retrato del patriota. Entró en el salón alfombrado y se quedó de pie frente al cuadro, con el regalo entre las manos.
-Pero, ¿qué regalo llevaba? -quiso saber mi hermana.
-Una bandera abierta sobre renglones, derechos trazos celestes entre los que relucía un sol amarillo -dijo mamá.
Recordé al Silvio en el patio, antes de entrar al aula. Volví a verle la misma sonrisa, la única sonrisa de todo el día.
                                                                                     * * *
Publicado por Periódico Irreverentes  
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miércoles, 29 de enero de 2014

LIBRO DE LOS TALLERES XXI Y XXII


                                PRESENTACIÓN A SALA DESBORDANTE


                                                                                      

De la Redacción de Vitamina


El pasado lunes 27 de enero, se presentaron en Editorial Dunken los volúmenes XXI y XXII de El libro de los talleres.

Con un marco imponente, producto de una concurrencia que colmó el salón editorial, vieron la luz las dos nuevas ediciones de esta clásica colección que compila la labor de los talleres literarios de nuestro país. Esta apuesta de Dunken posibilita la publicación de cientos de autores año tras año, cubriendo un lugar mayormente desierto en el campo editorial: la promoción de nuevas plumas y el trabajo fecundo y silencioso de los formadores de escritores.

La presentación -como ya es habitual- estuvo a cargo de Ricardo Tejerina y Marita Rodríguez-Cazaux, quienes también prologaron los libros presentados.


En la foto, el poeta argentino-gallego Carlos Penelas; Marita Rodríguez-Cazaux y Ricardo Tejerina, escritores que prologaron los volúmenes, y la coordinadora del evento por Editorial Dunken, Sabrina Vega.


Publicado por VITAMINA C DIGITAL 


Carlos Penelas, Marita Rodríguez-Cazaux, Ricardo Tejerina, Sabrina Vega

Fotos: Dunken

domingo, 26 de enero de 2014

CONFRONTADA POÉTICA




En las obras de los poetas se encuentra una inquietante y confrontada mirada sobre la propia ecuación. 
Agudo suspenso que abarca lo humano, lo universal desde el análisis personal, y ha llegado a desestabilizar en muchas oportunidades el idealismo perseguido, a bloquear la inspiración. Sin embargo, este contratiempo no logra acallar la esencia poética, por el contrario, encauza la persecución de utopías, de justicia y libertad en una constante y descarnada búsqueda.
Sobre estos sentimientos, los poetas han conjeturado notables enunciados filosóficos de trascendente profundidad. 

A continuación, sobrevolando el tema poético, un florilegio de autores que la evidencian.


PABLO NERUDA


Y FUE A ESA EDAD


Y fue a esa edad... Llegó la poesía
a buscarme. No sé, no sé de dónde
salió, de invierno o río.
No sé cómo ni cuándo,
no, no eran voces, no eran
palabras, ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentos
o regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba.

Yo no sabía qué decir, mi boca
no sabía
nombrar,
mis ojos eran ciegos,
y algo golpeaba en mi alma,
fiebre o alas perdidas,
y me fui haciendo solo,
descifrando
aquella quemadura,
y escribí la primera línea vaga,
vaga, sin cuerpo, pura
tontería,
pura sabiduría
del que no sabe nada,
y vi de pronto
el cielo
desgranado
y abierto,
planetas,
plantaciones palpitantes,
la sombra perforada,
acribillada
por flechas, fuego y flores,
la noche arrolladora, el universo.

Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío
constelado,
a semejanza, a imagen
del misterio,
me sentí parte pura
del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.



GLORIA FUENTES

NO PERDAMOS EL TIEMPO


Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando...

¿Qué importancia tiene todo eso,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna?

Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.

Ir dejando las risas en la boca del túnel
y no decir lo íntimo, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.


Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre.


JOSÉ MARTÍ

HIERRO (fragmento)



Ganado tengo el pan: hágase el verso,

Y en su comercio dulce se ejercite
La mano, que cual prófugo perdido
Entre oscuras malezas, o quien lleva
A rastra enorme peso, andaba ha poco
Sumas hilando y revolviendo cifras.
Bardo ¿consejo quieres? pues descuelga
De la pálida espalda ensangrentada
El arpa dívea, acalla los sollozos
Que a tu garganta como mar en furia
Se agolparán, y en la madera rica
Taja plumillas de escritorio, y echa
Las cuerdas rotas al movible viento.
¡Oh alma! ¡oh, alma buena! ¡Mal oficio
tienes!: póstrate, calla, cede, lame
Manos de potentado, ensalza, excusa
Defectos, tenlos, que es mejor manera
De excusarlos, y mansa y temerosa
Vicios celebra, encumbra vanidades:
Verás entonces, alma, cuál se trueca
En plato de oro rico tu desnudo
¡Plato de pobre!
Pero guarda ¡oh alma!
¡Que usan los hombres hoy oro empañado!
Ni de eso cures, que fabrican de oro
Sus joyas el bribón y el barbilindo:
Las armas no.¡Las armas son de hierro!

¡Oh verso amigo,
Muero de soledad, de amor me muero! 









GABRIEL CELAYA

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.



VICENTE HUIDOBRO

ARTE POÉTICA


Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea
Y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Más no por eso tenemos fuerza;
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.
¡Por qué cantáis la rosa, oh, Poetas!
Hacedla florecer en el poema;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.

El poeta es un pequeño Dios.



ENRIQUE LIHN

LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS


Puede que sea cosa de ir tocando
la musiquilla de las pobres esferas.
Me cae mal esa Alquimia del Verbo,
poesía, volvamos a la tierra.
Aquí en París se vive de silencio
lo que tú dices claro es cosa muerta.
Bien si hablas por hablar, "a lo divino",
mal si no pasas todas las fronteras.

¿Nunca fue la palabra un instrumento?
Digan, al fin y al cabo, lo que quieran:
en la profundidad de la ignorancia
suena una musiquilla verdadera;
sus auditores fueron en Babel
los que escaparon a la confusión de las lenguas,
gente anodina de los pisos bajos
con un poco de todo en la cabeza;
y el poeta más loco que sagrado
pero con una locura con su cuerda
capaz de darle cuerda a la alegría
capaz de darle cuerda a la tristeza.

No se dirige a nadie el corazón
pero la que habla sola es la cabeza;
no se habla de la vida desde un púlpito
ni se hace poesía en bibliotecas.

Después de todo, ¿para qué leernos?
La musiquilla de las pobres esferas
suena por donde sopla el viento amargo
que nos devuelve, poco a poco, a la tierra,
el mismo que nos puso un día en pie
pero bien al alcance de la huesa.
Y en ningún caso en lo alto del coro,
Bizancio fue: no hay vuelta.

Puede que sea cosa de ir pensando
en escuchar la musiquilla eterna.



JOSÉ EMILIO PACHECO

A QUIEN PUEDA INTERESAR

Que otros hagan aún
el gran poema
los libros unitarios
las rotundas
obras que sean espejo
de armonía

A mí sólo me importa
el testimonio
del momento que pasa
las palabras
que dicta en su fluir
el tiempo en vuelo

La poesía que busco
es como un diario
en donde no hay proyecto ni medida



                                                                 * * *


MÍSEROS


A algunos les cuadra la poesía. Les sienta
ese airecito de música piadosa
que suena al oído como un rezo.
A otros les llega por estatus,
resulta pintoresco decir que leen versos
mientras se beben un Martini seco.
Corrompen las estrofas 
como quien cuelga pinturas sin saber mirarlas
o una esnob se regocija en sus brillantes.
Embeleso de coito cuando pasan
desnudos ojos por tropos que no entienden.

Pobrecitos herejes. Al fin se van del mundo,
sin morirse de sed por los Infiernos,
sin beberse la luz del Paraíso.
Y temblando de que exista otra vida.


*  M.R.-C.
Pasos desnudos - Derechos Reservados- 2012


                                                                  * * *

IMÁGENES: INTERNET


jueves, 23 de enero de 2014

PERIÓDICO IRREVERENTES



LA GEOGRAFÍA DEL ESPANTO


                                                                                                          Por Marita Rodríguez-Cazaux

Bajo la cama II
Todo empezó una madrugada cuando mamá sorprendió debajo de la cama al novio de mi hermana y la abuela gritaba desde el patio ¡Es un monstruo, es un monstruo, burlarse así de una niña! y sacudía los brazos, desmelenada, mientras el muchacho saltaba en calzoncillos el cerco de ligustro.
No lo volvimos a ver, sin embargo comprendí sin refute que los monstruos habitaban debajo de las camas provocando fatalidades y, desde aquel día nefasto, un miedo extraño, denso, se apoderó de mi voluntad y no pude dejar de pensar que me acecharían bajo sillones, poltronas, catres, para hacerme el más infeliz de los mortales.   Con este espasmo de temor, cursé la escuela primaria en brazos de la maestra, no fuera que una mano subterránea me retorciera las piernas.
Más tarde, en la secundaria no asistí a las clases de gimnasia, engañando a mis padres con reiteradas excusas, pero en verdad, se lo confieso, temía ver dentro de los gabinetes del vestuario los ojos saltones del monstruo y que mis compañeros descubrieran mi pavor.
Ojeroso y desesperado, repitiéndome que semejante espanto aguardaba a que entrase en el sueño para atacarme, un sudor frío me resbalaba por la espalda cada vez que me ponía el pijama para meterme en la cama. No hubo noche que no tiritara antes de caer rendido en malos sueños en los que, ya supondrá, aparecía el monstruo de marras.
Así continuaba mi vida sin que nadie sospechase mi terror. Ni siquiera mi primera novia, a la que nunca llevé al cine y mucho menos a los bancos de la plaza, y juraría que me dejó por eso mismo. Usted debe saber cómo ayudan ciertas situaciones para llegar a otras que a las mujeres les parecen esenciales. Para sintetizar, no quedaba más que consultar al psicólogo.
Atendía en un consultorio con sala de espera plagada de sillas y me invitó a recostarme en un diván negro, de cuero. Bajo sus patas, raptaba mi peor enemigo. El que traspasaría los abismos del mal para helarme la sangre, riéndose cruelmente de mis desdichas. Es de imaginar, escapé al minuto de haber entrado.
Busqué otro terapeuta, resultó ser una pelirroja agradable y voluminosa que me instó a pasar a una salita y me hizo sacar la ropa,  porque las técnicas modernas exigen desprendimiento de personalidad enfermiza y, a juicio de la pelirroja, yo la tenía en la ropa.
Desnudo y avergonzado hablé durante una hora, sin sentarme y sin salir del rincón más oscuro del cuarto. Cuando terminé mi confesión, la sorprendí dormida sobre el escritorio, dando boqueadas desparejas. Me vestí y me lancé por las escaleras temeroso de encontrar al contendiente siniestro dentro del ascensor.
Fracaso tras fracaso, conseguí una recomendación para trabajar postulándome como bibliotecario de un círculo cultural.
El primer día removí papeles, prolijeé libros, acomodé carpetas, sacudí el polvo de los estantes. De penetrar en el archivo, ni hablar. No podría dar un paso en esa bóveda donde debía estar buscando la salida el fantasmal espectro de Quevedo, los ojos afiebrados del animal que hirió a Horacio Quiroga, el monstruo hermano del Minotauro.
En este estado de indefensión pasé tres días, al siguiente la conocí. Era la secretaria del gerente y la chica más simpática y franca que pueda imaginarse.
La invité a tomar un café en la barra, porque mi fobia también se dirigía a las mesas ornamentadas con manteles.
Una inexplicable llaneza nos fue acercando, al tiempo descubrimos que estábamos enamorados. Naturalmente, nos casamos.
Para abreviar, la noche de bodas me negué rotundamente a acostarme sobre la cama cubierta por un edredón de seda que caía hasta la alfombra.
Ella debió suponer que era una de mis bromas y siguió el curso de mi estrategia de buen talante. Fue acoplándose a mis fantasías y hasta le parecieron divertidas las sorprendentes posiciones verticales que pude ejercitar para no desencantarla. Todo un éxito.
Lejos de molestarse, se sintió completamente dichosa; mire qué paradoja, ella piensa que soy el mejor de los amantes. Debiera escucharla hablar de mis recursos amatorios, se sorprendería.
Ya ve, amigo mío, la pasión es como las fobias, inmanejable.

Publicado por periodicoirreverentes,  enero 23, 2014
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domingo, 19 de enero de 2014

VERSOS A MARES




“Los paisajes marinos permiten una meditación interior” según las palabras del Jurado que otorgó al poeta dominicano José Mármol *, el Premio Casa de América de Poesía Americana por su obra “Lenguaje del Mar”.
El Jurado que falló en premiar al poeta y ensayista José Mármol destacó “la madurez lírica de un poeta que aborda el tradicional tema del mar con voz propia”.

A continuación, florilegio en lengua gallega y castellana que abordan el universo marino.





ANA ROMANÍ

CAMIÑAN DESCALZAS


Camiñan descalzas polas rochas,
fantasmas de sal habitan as sombras,
saben que as últimas mareas
esqueceron na praia os restos do naufragio.
As mulleres recollen cada noite
os tesouros de auga, líquidos e fráxiles,
rebélanse contra a Historia,
constrúen co mar as estatuas
que nunca permanezan.
As mulleres de sal, con sargazos de sombras,
xorden das últimas mareas
e tecen tesouros de auga cada noite
contra a Historia.
Elas, que saben que o efémero permanece.


*


MARIO BENEDETTI

EL SILENCIO DEL MAR



El silencio del mar
brama un juicio infinito
más concentrado que el de un cántaro
más implacable que dos gotas
ya acerque el horizonte o nos entregue
la muerte azul de las medusas
nuestras sospechas no lo dejan
el mar escucha como un sordo

es insensible como un dios

y sobrevive a los sobrevivientes

nunca sabré que espero de él
ni que conjuro deja en mis tobillos
pero cuando estos ojos se hartan de baldosas
y esperan entre el llano y las colinas
o en calles que se cierran en más calles
entonces sí me siento náufrago y sólo el mar puede salvarme










CARLOS PENELAS

PADRE ORFEO


Me detuve frente a pinos y araucarias.
Parecía que la noche comenzaba a celebrarse.
Sentía una palpitación de médanos,
el olor del salitre, el sol del mediodía
junto al muelle abandonado de fábulas
y gaviotas asombradas, inquietas.
Entonces fue cuando no supe de verdad
si estaba soñando
o era mi padre que llegaba
hasta mí desde el silencio.
Solamente su imagen
hacía flotar el viento sobre el mar.


                                                                                     Mar de Ostende, enero de 2014


                                                                                 

                                                                            

GABRIEL CELAYA

"NOCTURNO"

Ya es de noche. Ya no puedo
seguir hablándote. Basta.
No hay corazón. Suena el mar.
Mi sangre de un golpe calla.

Una música me abre
sus mil alas y secretos;
una música me puebla
y ya casi no me siento.

Ya no siento la maciza
presencia que llamo cuerpo.
Siento el mar, tan sólo el mar,
ese mar siempre latiendo.

No, ya no puedo, no puedo
escuchar mi sentimiento;
hablarte como si fuera
yo, y no la noche, quien tiembla.


*


PEDRO SALINAS 

"LOS MARES"

El mar. Chasquido breve,
muerte de adolescencia
sobre la arena tibia.
Playa.
El mar. Ámbito exacto:
allí acaba, aquí empieza,
aquí estoy yo, allí ella.
Ausencia.
El mar. Embate plano
contra las rocas tajadas.
Escribe blanca espuma
con el cantil su acróstico.
Se lo descifra el viento.
Secreto.
El mar. Sal en los labios
que beso, y esa gota
que va rodando, ajena,
por mejilla sin llanto.
La sal y el agua
en el amor y en el aire.
El mar. Las rastrojeras
ardidas.
Un chopo solo y quieto.
Esqueléticos galgos
buscan agua en el cauce
seco.


*


JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

"MAR IDEAL"

Los dos vamos nadando
-agua de flores o de hierro-
por nuestras dobles vidas.
-Yo, por la mía y por la tuya;
tú, por la tuya y por la mía-.
De pronto, tú te ahogas en tu ola,
yo en la mía; y, sumisas,
tu ola, sensitiva, me levanta,
te levanta la mía, pensativa.


*


VICENTE ALEIXANDRE

"EL MAR"

¡Quién dijo acaso que la mar suspira,
labio de amor hacia las playas, triste?
Dejad que envuelta por la luz campee.
¡Gloria, gloria en la altura, y en la mar, el oro!
¡Ah soberana luz que envuelve, canta
la inmarcesible edad del mar gozante!
Allá, reverberando
sin tiempo, el mar existe,
¡Un corazón de dios sin muerte, late!


*


OCTAVIO PAZ

"MAR POR LA TARDE"

Altos muros del agua, torres altas,
aguas de pronto negras contra nada,
impenetrables, verdes, grises aguas,
aguas de pronto blancas, deslumbradas.
Aguas como el principio de las aguas,
como el principio mismo antes del agua, 
las aguas inundadas por el agua, 
aniquilando lo que finge el agua.
El resonante tigre de las aguas, 
las uñas resonantes de cien tigres, 
las cien manos del agua, los cien tigres
con una sola mano contra nada.
Desnudo mar, sediento mar de mares, 
hondo de estrellas si de espumas alto, 
prófugo blanco de prisión marina 
que en estelares límites revienta,
¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas, 
informe confusión de aguas y nada, 
qué mares, encendidos prisioneros, 
dentro de ti, bajo tu pecho, cantan?
¿Qué violencias recónditas, qué labios, 
conmueven a tu piel de verdes llamas?, 
¿qué desoladas aguas, costas solas, 
qué mares invisibles, mar, alías?,
¿dónde principias, mar, dónde te viertes?, 
¿dónde principias, tiempo, vida mía, 
ejército de humo y de mentira, 
adónde vas, latido, carne, sueño?
¿Dónde te viertes, avidez de nada? 
No soy la piedra que se precipita, 
soy su caída, y más, soy el abismo, 
el círculo de sombra en que se ahonda.
Tiempo que se congela, mar y témpano, 
vampiro de la luna o se despeña: 
madre furiosa, inmensa res hendida, 
mar que te comes vivas las entrañas.


*


MARIO BEDEDETTI

"EL MAR, ESE EVANGELIO"

El mar / ese evangelio donde dicen
que jesús caminó con desparpajo
esa alfaguara de los invasores
esa fontana de los pusilánimes
sabe mucho muchísimo de náufragos

el mar lleva en la cresta de sus olas
destellos esotéricos del faro
una copia virtual del universo
que acabará dejando en otra orilla /
el frágil recadero de la historia
se transforma en gigante sordo y mudo

si está desaforado llega y huye
por algo es la ocasión de los suicidas /
si está manso y benigno / languidece
con los corales y los pescadores
el mar empieza en mi balcón de rocas
y acaba en la mitad del horizonte


*


CHARLES BAUDELAIRE

EL HOMBRE Y EL MAR

¡Hombre libre, tu siempre preferirás el mar!
La mar es el espejo en que tu alma se mira,
en su onda infinita eternamente gira,
y tu espíritu sabe lo amargo saborear.

Hundiéndote en su seno, desnudo para el viaje,
la acaricias con brazos y ojos; tu corazón
se distrae muchas veces de su propia canción
al escuchar la suya, indómita y salvaje.

Los dos sois tenebrosos y a la vez sois discretos:
hombre, nadie ha llegado al fondo de tu abismo;
¡oh mar!, nadie ha llegado a tu tesoro mismo;
¡con tan celoso afán guardáis vuestros secretos!

Y entre tanto que pasan siglos innumerables,
sin piedad y sin miedo uno y otro atacáis,
de tal modo la muerte y el combatir amáis,
¡oh eternos luchadores, oh hermanos implacables!

*


LUIS CERNUDA

DONDE HABITE EL OLVIDO
VI
El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.

Es como un ruiseñor,
y sus aguas son plumas;
impulsos que levantan
a las frías estrellas.

Sus caricias son sueño,
entreabren la muerte,
son lunas accesibles,
son la vida más alta.

Sobre espaldas oscuras
las olas van gozando.

                                                                               

                                                                               


OLGA NOVO

HERBOSA  (Fragmento)

eu nacín aprendida a ser aberta

como casa mariñeira
e a ser fácil muller de chuvias e tormentas.

eu non sei cómo non cheguei a torques,

retroñada.

estaba destinada a xerfa e dolmen

porque tiña vontade de loucura
e tódolos ciclos do entusiasmo.

aprendera a ler pola palma das mans,

sabía fondear en tódalas arquitecturas do lume
e restituí-la chuvia
coma tocar las palabras pola punta do océano.

déranme un fardo de brisas

pero eu detíñame nas túas ventoeiras
porque non curan o mal das lagoas
nin a forma máis antiga de ser bosque.


quería saborear tódalas frituras

da explosión do ocre,
resolve-los aromas tristes
en pracer excesivo
e desnorta-lo repouso
coma escindi-lo corpo
ata consegui-las últimas figuras
da caída libre.

lembro ter sido

todo xénero de canto de pole
ou algún lugar da fascinación dos renos.

(e soamente iso é

coma se tóca-las palabras
pola punta do océano
e perdes enredadeiras por onde camiñas
e che medran areas no canto da pel)


eu non sei cómo non esgotei

as posibilidades de cen tipos de neve.






LUIS ENRIQUE PRIETO

DE SALITRE

De salitre
son los sueños de la costa,
de la sal y de ese olor
empalagoso y tierno
que te acompaña perenne
en las mañanas del puerto
y en los atardeceres de poniente.

De salitre
son las penas de las hembras
que observan en la noche la arribada
de los barcos a sus casas
contando a lo bajo las ausencias
de los hijos que se fueron.

De salitre
son los amores perdidos
tierra adentro
cuando el olor de las olas
se va diluyendo
y se entremezcla con las jaras
y el asfalto pegajoso.

De salitre
nuestras vidas calladas
que se pegan como el salitre
en los trasfondos del alma.




ESCÚCHAME MAR

Escúchame mar:
ahora me voy. Me voy
pero no te dejo
porque es imposible dejar el corazón
y llevarse tan solo el cuerpo.

Me voy hacia tierra adentro

pero llevo pegado a los costados
todo tu mundo abierto de promesas
que has dejado colgadas
de mi alma mensajera.

Y llevo tus olas y la furia

de tus vientos contrapuestos,
y la sangre de tus gentes laborantes
y de las gentes que se pierden
en tu frontera maldita.

Y llevo tu magia y tus misterios,

tus colores y el ronroneo incesante
de la música de tu cuerpo
cuando choca con el aire
o cuando besa las arenas soñadoras
de las playas recelosas.

Y llevo, sobre todo y más que nada,

llevo todas tus promesas
y todos tus silencios.

Te llevo, mi mar,

hacia donde la tierra
huele y sabe a materia prometida,
donde el viento choca con las rocas
y el agua no tiene salitre
ni peces, ni algas, ni cangrejos.

Pero te llevo hasta la próxima.

                                                    

                                                         Playa de la Barrosa. Cádiz, Agosto/2000.



                                                                        *


                                                       RAFAEL LORENZO  (Santo Domingo)



La magnitud de tu ola oceánica
Simple y sencillamente
Me desarraigó
De mi seguro puerto
Desmantelando mi artística
Instalación.
Bastó una sola oleada
Para que mi enternecido
Corazón
Tornase añicos,
Fuese arenisca
Junto a mi ilusión
No había forma de prever
Que el ímpetu de las espumas
De tus olas
hicieran tal estrago en mi sedentario ser.
Yo aquella tarde
Me aferraba al acantilado
con el instinto más seguro 
de debajo de mi dermis
cuando el tamaño exagerado
de tu oceánica ola
despejó de un solo golpe
las plumas de mis cielos
las nubes de mi piel.



*


MARITA RODRÍGUEZ-CAZAUX


EL MAR LLEGÓ AL CEMENTO DE MI BARRIO


Caminando por mi acera hacia la ochava,
cruzando en diagonal las avenidas
tras una arcada de oleaje en el asfalto, 
hay un mar de sal que siempre espera.
A luz verde del semáforo  
cruza pleamar latido de bocinas,
 inquieta mecedora los veleros 
que ancla en el shopping por la orilla.
Titilante ojo de guiño colorado
entra hasta la playa más cercana,
entre las curvas de una chica de solero
con escote atrevido de oleadas.
Un grupo de bañistas extranjeros
ríe con risas de acento bronceado
y una pareja se besa sin vergüenza
en el refugio de acrílico esmaltado
donde detiene su marcha el colectivo.
A resguardo de viento osado y obsecuente
con los pies enterrados en la arena,
 una mujer hojea una revista.
Por obra y gracia de sirenas espejadas
de azul turquesa y rojo coralino,
tres niños levantan las almenas
de un castillo de baldosas en la acera
que baldea empecinada una vecina.
Muchachos de torsos bronceados
con el pelo de luz humedecido,
surfean sobre blancas medianeras
de cal aguamarina que se extienden
en el toldo del kiosco de cigarros. 

Es tanto mar el mar que hay en mi barrio
y tal el empedrado a la deriva
que asomados a un riscoso acantilado
los turistas japoneses sacan fotos.
Telón cuadrado es la plaza y el mercado
con fondo griego de mítica belleza
o caribeño mar de sones espumosos.
Abierto mar de aire mediterráneo,
mar de elástica brisa congoleña,
o mar de grises fríos, sudamericano.
Mar de corsarios, mar de galeones,
mar de esnobistas en cruceros glamorosos,
mar de barcazas a brochas de colores, 
mar de tabaco y canto marinero.

Mar lleno de mar. Mi agua salobre.
Tan sólo con cruzar en diagonal las avenidas,
caminando hacia la ochava por mi acera,
mar lleno de mar, de mar me cubre.


* * *


José Mármol, Premio Casa de América de Poesía Americana, nació en Santo Domingo, en 1960. 
Sus obras han sido galardonadas en prestigiosos concursos literarios nacionales e internacionales. Ha publicado “El ojo del arúspice”, “Encuentro con las mismas otredades I”, “Encuentro con las mismas otredades II” y ” La invención del día”, con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1987. En poética, es autor de “Poema 24 al Ozama”, con grabados del artista español Rufino de Mingo, “Lengua de paraíso”, que fue galardonado con el Premio de Poesía Pedro Henríquez Ureña, “Deus ex machina”, con ilustraciones de Germán Pérez. Cuenta en su haber con una antología personal titulada “Lengua de paraíso y otros poemas” y otros poemarios como “Voz reunida”, “Criatura del aire”, “La invención del día”; “Premesse per morire” (Stampa, Alternativa, Italia, 2001); o “Torrente sanguíneo”, con el que obtuvo nuevamente el Premio Nacional de Poesía. Sus más recientes obras publicadas son “Las pestes del lenguaje y otros ensayos”, “El placer de lo nimio”, “Cansancio del trópico” y “La poética del pensar y la Generación de los Ochenta”.


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