jueves, 30 de julio de 2015

RESEÑAS

Entrada nueva en Fernando Veglia

“La corza blanca”, de G.A. Bécquer

by fernandoveglia
2013-04-04-16-44-07
Supongo que la mayoría de los lectores conocieron a Gustavo Adolfo Bécquer en la escuela. No fui la excepción; debía leer las Leyendas. Como en el hogar no las tenía, fui a la librería. Conseguí un pequeño libro, que contenía un resumen cronológico de la vida del autor, el prólogo, cinco leyendas, una guía de trabajos prácticos –nunca la hice-, juicios críticos y, en la contratapa, un retrato pintado por su hermano, Valeriano Bécquer.
No esperé la hora de literatura para zambullirme en el librito. En ese entonces, me resultó llamativa la amarga vida de G. A. Bécquer. Huérfano a corta edad, fue acogido, junto con su hermano, por un tío. Persiguió su vocación, sufriendo privaciones y cambiando de empleo a menudo. Padeció una terrible enfermedad. En 1857 publicó, en colaboración con Juan de la Puerta, Historia de los templos de España. Muchos de sus textos aparecieron en“El contemporáneo” y “La ilustración de Madrid”. Poco tiempo después de su muerte, los amigos reunieron su obra y la publicaron con el título Obras de Gustavo A. Bécquer, dándole la gloria que la fortuna le negara en vida.
Fue un escritor posromántico. En sus textos hallé el gusto por el misterio y lo oculto, estaban presentes las pasiones, observé una naturaleza mágica y seductora y percibí un ambiente medieval.
En “Maese Pérez, el organista”, el alma del viejo organista retornaba a Santa Inés y ejecutaba su instrumento, causando pavor a los presentes. En “Los ojos verdes”, el porfiado Fernando de Argensola desatendió el consejo de Íñigo, un montero, y persiguió  al ciervo que hirió hasta la fuente de los Álamos, hasta hallar la perdición en unos bellos ojos verdes. En “La ajorca de oro”, el capricho de María Antúnez acabó con la cordura de Alfonso de Orellana; ella le pidió la ajorca de oro de la Virgen del Sagrario de la Catedral y él, ciego de amor, intentó robarla. En “El rayo de luna”, Manrique, un noble amante de la soledad, juzgó ver, a medianoche y en un paraje solitario, la blancura del traje de una dama; suponiendo que era la mujer de sus sueños, la persiguió hasta descubrir que todo había sido una mera ilusión.
“La corza blanca” me fascinó. En un lugar de Aragón, vivía un caballero llamado Dionís; había servido al rey en la guerra contra los infieles y gozaba de un merecido retiro. Cierta vez, había salido de caza acompañado por su hija, Constanza, a la que, por su blancura y hermosura, llamaban Azucena. Él y sus monteros estaban descansando cuando vieron a un pastor, llamado Esteban, y lo invitaron a contar sus extrañas aventuras. El pastor dijo que un grupo de corzas, reunidas cerca de una cañada, hablaban con voz delgada, que se habían burlado de él -llamándolo “Bruto”- y que la más bella era blanca. Dionís, Constanza y los monteros rieron a carcajadas. Garcés, un joven montero, decidió cazar la corza blanca y ofrecérsela, como prueba de amor, a Constanza. El joven recibió las burlas de su pretendida y de Dionís. Aguijoneado su orgullo y aprovechando la noche, fue a la cañada y buscó un buen lugar para disparar. El sueño lo venció hasta que unos cantos lo despertaron; supuso que era víctima de la palabrería de Esteban. Cuando las corzas atravesaron el monte y llegaron a orillas del río, buscó una mejor posición y vio un espectáculo increíble; los animales habían desaparecido y un grupo de bellísimas mujeres jugueteaban y cantaban en las aguas. Constanza estaba allí. No resistió y, de un salto, apareció entre ellas. En instantes, todo se desvaneció y las corzas huyeron hacia el monte. La blanca, la que deseaba ofrecerle a su pretendida, estaba atrapada entre unas madreselvas. Apuntó y, cuando estaba por disparar, la bestia lo forzó a desistir, hablándole con la voz de la joven. Liberada de las madreselvas, huyó riendo. Garcés, ofendido, disparó. Cuando llegó hasta la presa herida, observó a la bella Constanza, revolcándose sobre un charco de sangre.
En la clase de literatura me sentía un campeón; había leído el librito y estaba  preparado para mostrar lo que sabía.  Sin embargo, mi ánimo cayó al suelo en segundos; los libros de mis compañeros, titulados “Rimas y leyendas”, eran mucho más gordos y la profesora había comenzado la clase hablando de “El beso”. Rojo de vergüenza, pedí ayuda y, al día siguiente, regresé a la librería.

“La corza blanca” es una de las obras que componen Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), escritor español.

Fernando Veglia p/fernandoveglia

NARRATIVA


TOMB OF THE MOANS


                                                                                                      Por Paulo Manterola*
sensual


                                                                           Ton amour pour moi était plus mince
                                                                                              que l´ourlet de ma robe.

                                                                        (Madeleine, Tous les matins du monde)


Estás hundido en una silla, frente a la mesa, en el comedor de la casa. Te servís un poco de vino, le servís a ella, bebés de tu copa. Después prendés un cigarrillo y, mientras jugás con este en los bordes del cenicero, la mirás a los ojos. Recorrés su rostro, los pequeños detalles, sus labios. Te sigue hablando; no tenés idea de qué. Las palabras son ruido. Desearías no haber aprendido nunca una palabra en tu vida. La música flota en el aire. Es ruido también. Evocar los espacios que este no puede habitar, ese es el sentido del lenguaje, creés. Conquistar el vacío. Hacer visible lo invisible, la ausencia; decir lo indecible, lo que excede nuestra propia humanidad. Te perdés en tus propios pensamientos. Antes de desaparecer completamente en la conversación, le sonreís y le contás esta minúscula preocupación que te invade. Ella se ríe y dice que te entiende. Vos no entendés qué puede llegar a significar eso. Después te levantás, te acercás y la abrazás por detrás, le das un par de besos en el cuello. Apagás la música, le tendés la mano y la invitás a bailar. No hay un solo sonido que tenga la fuerza que tiene el silencio, le decís. Ella te mira extrañada, ya no te entiende bien. Las palabras son excusas, no sirven de nada. La única forma de conocer lo que somos está en nuestros actos. Siempre hay alguien que da y otro que quita. Te preguntás a vos mismo quién es quién acá. Desearías que no existieran esas categorizaciones. Aunque tal vez las relaciones perderían su sentido si así fuera. La llevás a la cama y le hacés el amor, con ternura y una pasión mesurada. Ella te abraza, te envuelve, te muerde, te clava las uñas en la espalda, te sonríe. Te dice que hacés bien así. No obstante, ella no dice ni una palabra durante o después del acto. No acabaste. Tal vez te gustaría ser más vehemente, más despreocupado. Quisieras poder hacerle el amor en la cocina, matarla en tus sueños. La besás. Te gusta besarla. Dice también que besás bien. Sin embargo, no podrías contar la diferencia entre unos labios y otros de entre todas las mujeres que besaste en tu vida. Es verdad. Y qué dice eso sobre vos. Ya lo vas a averiguar. Ella se duerme. Vos te levantás, volvés al comedor y prendés otro cigarrillo. Ella está ahí, en la pieza, tendida en la cama, y a vos te gustaría sentirte parte de toda esa escena. Simplemente no podés. Volvés y te acostás. Te quedás mirándola. Es buena, es linda. Te gusta, pero no la querés. La vas a extrañar. Todas las mañanas del mundo no vuelven, no. El frío termina pareciendo siempre el mismo frío. Da igual si el sol sale o no. Y, de alguna forma, sabés que eso se debe nada más a que hay algo que está mal, profundamente mal en vos. Las noches son una repetición. No quisieras arrastrar a nadie a eso. Te vas a ir quedando solo, de a poco. Tal vez ella alguna vez te piense, e incluso te extrañe. Pero cuál es la diferencia una vez que cierta distancia se vuelve irrecuperable. No, todas las mañanas del mundo no vuelven a suceder. Ni siquiera una; ni la mejor ni la peor. Te despertás. Ella no está ahí. Y qué vas a hacer entonces. Ya lo vas a averiguar, tal vez.
* Escritor argentino. Todos los Derechos y atribuciones pertenecen a su Autor.
Publicado en la fecha por Periódico Irreverentes.

PERIÓDICO IRREVERENTES




                                          Por Germán Cáceres*


Se puede considerar como un nuevo formato de novela gráfica. Las páginas no están numeradas y por cada una hay un cuadro sin globos de diálogos ni textos. Éstos últimos (son comentarios muy breves) figuran en la página anterior a la ilustración.
La gráfica en blanco y negro es sutil y bella, con un refinado sentido decorativo. Las imágenes desbordan frescura.
El libro contiene cuatro relatos:
“En el parque” trata sobre un caminante solitario que se sienta bajo un árbol a leer a Salinger. Tanto los dibujos como la prosa son poéticos: “En eso consiste el oficio del caminante. Alimentar la sustancia de lo efímero y lo eterno.” El arte de Girón es pura síntesis, sólo traza los contornos de los personajes. Los negros plenos los emplea para indicar los ámbitos nocturnos.
En “La noche que me fui de juerga con Estela Plateada”, el protagonista se topa inesperadamente con el héroe de historieta (Silver Surfer), con quien va a tomar unas copas a un bar, y cuando éste cierra, el famoso personaje se retira en su tabla llevándose a una alternadora, cuyas pupilas eran “grises como estrellas de agua que flotan en el infinito”.
“El extraño caso de la mujer carbonizada” presenta a un viejo detective a punto de retirarse. Su clima es chandleriano: “Dicen que la felicidad no se puede comprar. Tal vez, pero aún puedes tomarte una cerveza en la calle y eso no es poco.” Aparece, como en dos de los otros relatos, un gato que funciona como un ornato pintoresco.
En “Deseos” aborda al hombre sin suerte, que tira una moneda a un pozo pidiendo algo que no se cumple Sin embargo: “No, no mejoró la fortuna del hombre sin suerte pero, desde entonces, vivió con esperanza.” Aquí el negro pleno es protagonista de la figuración con el fin de referir –con la ayuda de la línea sutil y el blanco puro-, un sugestivo bosque nocturno.
El extraño caso de la mujer carbonizada es una obra simpática, y resulta difícil que el lector no se encariñe con ella, como si fuera –y lo es- un exquisito libro objeto.
Santiago Girón Fernández (Jaén, 1963), dibujante y guionista de historietas, ha publicado varias novelas gráficas. Se encargó de los textos de trabajos emprendidos por artistas como Paco Nájera, Fran Carmona, Antonio Maldonado y Rafa Amat.

*Dramaturgo y escritor argentino (Avellaneda, 1938) de nutrida y destacada obra literaria. 
G.C. ha sido nombrado recientemente Académico de la UBE
y de la Academia del Nordeste

domingo, 26 de julio de 2015

CLÍNICA CUENTOS



ASÍ COMO FUE UN ÉXITO EL LANZAMIENTO DE LETRAS DEL FACE
INAUGURO OTRA NOVEDOSA PROPUESTA EN CLÍNICAS LITERARIAS. 





CON EL TALENTOSO ESCRITOR RICARDO TEJERINA
INICIAMOS LA PRIMERA JORNADA CON EL TEMA "CUENTO"
SÁBADO 1 DE AGOSTO EN EL SALÓN DE EDITORIAL DUNKEN.






SE PUBLICARÁ UN LIBRO CON LAS OBRAS DE LOS PARTICIPANTES 
Y PROLOGADO POR LOS ESCRITORES QUE LA COORDINAN.

POÉTICA GALEGA



Cantiga do neno da tenda  

                                   de Federico García Lorca

Bos aires ten unha gaita
sobre do Río da Prata
que a toca o vento do norde
coa súa gris boca mollada.
¡Triste Ramón de Sismundi!
Aló, na rúa Esmeralda,
basoira que te basoira
polvo d'estantes e caixas.
Ao longo das rúas infindas
os galegos paseiaban
soñando un val imposíbel
na verde riba da pampa.
¡Triste Ramón de Sismundi!
Sinteu a muiñeira d'ágoa
mentres sete bois de lúa
pacían na súa lembranza.
Foise pra veira do río,
veira do Río da Prata
Sauces e cabalos núos
creban o vidro das ágoas.
Non atopou o xemido
malencónico da gaita,
non viu o inmenso gaiteiro
coa frolida d'alas:
triste Ramón de Sismundi,
veira do Río da Prata,
viu na tarde amortecida
bermello muro de lama.



* De "Seis poemas gallegos", F. García Lorca



Cantiga del chico de la tienda




Buenos Aires tiene gaita
sobre el Río de la Plata,
la sopla el viento del norte
con su gris boca mojada.
¡Triste Ramón de Sismundi!
Allá, en la calle Esmeralda,
plumerea y plumerea
polvo de estantes y cajas.
Por las calles infinitas
los gallegos paseaban
soñando un valle imposible
a la orilla de la pampa.
¡Triste Ramón de Sismundi!
sintió la muñeira de agua
con siete bueyes de luna
paciendo en su remembranza.
Se fue a la orilla del río,
junto al Río de la Plata.
Sauces y caballos mudos
quiebran los vidrios del agua.
Pero no encontró el gemido
melancólico de gaitas,
no vio al inmenso gaitero
de boca florida en alas;
triste Ramón de Sismundi,
junto al Río de la Plata,
vio en la tarde moribunda
bermejo muro de lama.


Seis poemas gallegos, de Federico García Lorca

sábado, 25 de julio de 2015

DIA DA PATRIA GALEGA




POÉTICA GALEGA





NADAL  NO  DESTERRO


Pensa  a túa pena na Patria lexana
e  tristura de auga  vógache no peito.
Espalle no cuarto un recendo esguízaro,
un resoar silente comalo  asubío das agonías.

Teus ollos, onte, pardaliños mansos,
fuxen toleados polas praderías.
e fáise a vida túzara, rabisca. 
Quedan os teus pasos de neno, 
pechados nun pobo que non fala a túa lingua.

Preso albor aparca na chuvia raía
e as badaladas que endexamais se calan,
cálanse por sempre.

Non hai bicos nin sons que boten ensoños,
so iste gume do puñal na ferida
de saberche alleo.

—A Santa Compaña —dixo —vai vir.
Máis  nunca,sentou a teu mesa.



 NAVIDAD EN EL DESTIERRO


Piensa tu pena en la Patria lejana
y tristura de agua te boga por el pecho.
Se esparcen en el cuarto un perfume enjuto,
un resonar silente como el silbido de las agonías 

Tus ojos, ayer, gorriones mansos,
huyen alocados por las praderas.
y se hace la vida, hosca, huraña. 
Quedan tus pasos de niño, 
encerrados en un pueblo que no habla tu lengua.

Encerrado albor se detiene en la lluvia raída
y las campanadas que jamás se callan,
se callan por siempre.

No hay besos ni sones que echen ensueños, 
solo este filo del puñal 
en la herida de saberse ajeno.




DESARRAIGAMENTO



Teño o pé lixeiro para empuxar ao mundo.
Na biqueira do zapato, a balanza da vida
e  nada pesan os meridianos. As augas.
As montañas. A eternidade.

Un dedal o mundo, na punta do meu zapato.

Máis,
traspelo na túa escenografía.
En teu cosmos de distancias.
E esmágame o peito túa ausencia.

—La Santa Compaña —dijo que iba a venir.
Sin embargo, nunca se sentó a tu mesa.



 DESARRAIGO


Tengo el pie ligero para empujar al mundo.
En la puntera del zapato, la balanza de la vida
y nada pesan los meridianos. Las aguas.
Las montañas. La eternidad.

Un dedal el mundo, en la punta de mi zapato.

Pero,
trastabillo en tu escenografía.
En tu cosmos de distancias.
Y me aplasta el pecho tu ausencia.

  



RAIZAME,  Poética galega. 
Versos de doble faz.
de Marita Rodríguez-Cazaux


Imagen: Internet


viernes, 24 de julio de 2015

CUENTOS Y POEMAS EN DUNKEN PRESENTADOS POR LOS ESCRITORES MARITA RODRÍGUEZ-CAZAUX Y RICARDO TEJERINA

De la Redacción de Vitamina

En la tarde de ayer, jueves, se presentaron dos nuevas antologías de los géneros cuento y poesía en Editorial Dunken. Se tarta de los volúmenes A la luz de los caireles e Iluminados del amor, compilados por Laura Russo y Rocío Roda, respectivamente.

Estuvieron a cargo de las presentaciones públicas los escritores de la casa Marita Rodríguez-Cazaux y Ricardo Tejerina, quienes destacaron la labor de los autores seleccionados, propusieron lecturas, realizaron comentarios acerca de las obras y pusieron en valor el arte y oficio del escritor.

Con salón colmado en ambos casos, sobrevoló la musa en todas las ocasiones que la virtud demostró la buena senda que recorren los muchísimos autores incorporados al programa ROI (Recepción de Obras Inéditas) de la editorial líder en publicaciones independientes.

Rodríguez.-Cazaux y Tejerina anunciaron también la próxima realización de dos clínicas de cuentos los días 1 y 15 de agosto venideros, las cuales a la fecha ya se encuentran agotadas en su capacidad de 60 participantes cada una.

Luego de más de 10 años de selecciones, e incrementado grandemente el caudal de publicaciones gratuitas desde el lanzamiento de ROI, Editorial Dunken afirma su liderazgo en servicios integrales a los autores y consolida su proyecto cultural de la mano de profesionales, artistas y coordinadores prestos y competentes, que hacen de la experiencia editorial un éxito cotidiano.


miércoles, 22 de julio de 2015

PERIÓDICO IRREVERENTES

MONEDAS HUÉRFANAS

                                                                                                Por Pablo Andrés Rial
monedas

Una moneda en el piso.
Recuerdo que, a mis doce años, la levantaba tímidamente al descubrirla, tratando de que nadie se diera cuenta, porque lo sentía como un hurto. No era mía pero estaba sola, sin dueño a la vista. Disimuladamente me acercaba, la tomaba, la apretaba con los puños unos segundos por miedo a que ella gritara y me delatase, y luego, cuando comprendía que era la mejor oportunidad, iba directo a un bolsillo del pantalón.
A mis veinte, perdí por completo ese preconcepto de no pertenencia y sin darle lugar a mediar con el pensamiento, iba directo a ella, no titubeaba. Veía a la moneda con un sentimiento diferente que en aquella niñez. “Está tan sola y lejos de todo”, me decía a mí mismo.  Las encontraba debajo de la máquina expendedora de boletos o en alguna vereda y entonces inclinaba las rodillas de manera automática y de un zarpazo ya eran mías. Pero debo aclarar que tenía reglas que no podía transgredir, si se le caía a alguien, consideraba el mismo procedimiento pero con un desenlace diferente, le decía muy amablemente: “Disculpe, se le cayó”, a lo que generalmente respondían con un “gracias” a secas o un “muchas gracias joven”.
Si sumo las monedas levantadas, creo que encontré a lo largo y a lo ancho de mis años, no más de diez pesos con suerte, con mucha suerte. Con los billetes tampoco tuve fortuna. Recuerdo gratamente una vez, cuando cansado, agobiado de hacer trámites en la Capital, llegué a Constitución y tuve la buenaventura de encontrar un asiento libre en el tren y, sobre el asiento, dos pesos con un Mitre barbudo y desteñido. Estaba ahí, solo y abandonado, arrugado. Me sentí afortunado de ser su dueño esporádico.
A mis 29 años, es decir justamente en el presente, veo monedas en la vía pública con más frecuencia que en épocas anteriores, las de diez centavos son monedas muy corrientes de ser halladas. Pero, debe ser la edad o las pocas ganas, si están a más de un metro de distancia, mis brazos no las desean, y opto por abandonarlas.  Debo concluir que estos cambios se deben a un motivo clave: el desánimo que me provoca pensar en moverme de mi asiento cómodo o detenerme del paso ligero (en caso de estar caminando) para estirarme, bajar la cabeza y doblar las rodillas por tan solo diez centavos.  Otro motivo por el cual no las recojo es que al pensarlo demasiado, doy vueltas, me acerco, me alejo y, para cuando me decido, otra persona me gana de mano.
Un dato importante, esas monedas rejuntadas, sin dueños, tienen otro color debajo de las fuentes de los deseos. Las monedas de las fuentes se ven tan puras que tienta recogerlas. En este caso las contamino, sí, pero con un fin justificado.
El pudor se me va en el momento de arrimarme lentamente a la fuente,  poner el ojo en una de ellas y decirle a la niña: “¿Querés pedir deseos?”  Es ahí cuando, sin que ella se percate de lo que hago, sumerjo en un instante la mano y tomo una de 25 centavos, aunque esté mal visto por la gente de buenos modales (aunque nadie creo que pueda verme pues lo hago muy bien). Al instante, le doy la monedita simulando que la saco del bolsillo. Muchos dirán que no es ético, que es robar o ser laucha; pero estoy convencido de que  moví la huérfana moneda de ese lugar tan aburrido, de que la hice dinámica.  Además, nada se compara con la felicidad que siento, cuando, de espaldas, la dulce niña la arroja al mismo lugar de donde la arrebaté, dándole así, un nuevo espacio en donde quedarse.

                                                                                             ***

domingo, 19 de julio de 2015

PREMIACIÓN PARA EL ESCRITOR FERNANDO VEGLIA



Concurso de Relatos de la Semana Negra de Gijón


Afiche

He ganado el "XXVIII Concurso Internacional de Relatos Policiacos Semana Negra". Ha sido una sorpresa y una alegría desbordante. Sólo quiero agradecer a los que me aconsejaron continuar escribiendo a como de lugar y a los que me han dado una oportunidad  en el mundo literario. Gracias infinitas.
Pueden leer el cuento ganador, "Culatero", en "A quemarropa". Sólo pincha en el siguiente link:
Semana negra
Adelanto que "Culatero" pertenece a la novela inédita "Gu@chos". Cuando termine de corregirla probaré suerte. Hasta entonces.
                                                                  F. V.

*Fernando Veglia, escritor y articulista argentino.