POETIZAR LEJOS DE LOS MITOS
A continuación palabras de Denise
Levertov, citadas en el trabajo de Irene Gruss en El mito del yo sufriente en
la poesía: ¿objeto sufriente u objeto estético? (Dificultades de la Poesía - Ediciones
del Dock, 2010).
“El acto de escribir poesía es para mí extremadamente placentero. Creo
que todo el mito del sufrimiento del poeta es vanidad, incluso vanidad en el sentido
bíblico. Los sufrimientos del poeta no son mayores que los de cualquier otra
persona. Tal vez algunas personas que son poetas son vistas como seres más concientes
que otros a propósito de algunas cosas,
y a través de esa conciencia pueden sufrir
un poco más que el promedio. Pero creo que hay otra mucha gente igual de
sensible que no tiene nada creativo para hacer con su sensibilidad. Al no haber
encontrado un modo para incorporar su sensibilidad en la acción, de hecho
sufren más mucho más que ere otro capaz de crear a partir de la sensibilidad”.
Luego de leer el fragmento que
cumplimenta Notas para echar una tanza,
de Gruss, queda claro que el yo lírico y el yo literal, parecieran bajar escalones.
Valga la metáfora simplista.
Sin duda, la imagen de aquel ser
humano que sufre en mayor medida por el simple acto de escribir poemas queda decapitada, de manera
que es necesario echar mano a otro mito para no perder aureola. Viene como
anillo al dedo –para seguir con alegorías–, el de la soledad del poeta.
Esteban Agüero, en La soledad lírica confiesa “Solo como antes, solo, /solo contigo, verso,/
compañero, /mirando las cosas que nos miran/ y soñando sueños…///… Oh, esta
soledad en compañía del Verso,/ lejos del mundo, lejos de todo…/” inclinado
su sentir hacia la nostalgia y obvio alejamiento del mundo. Sin embargo, acuñar
el criterio de soledad crepuscular y distancia como una corona de martirio no
logra que los escritos sean ricos y profundos, tal vez porque se ha de observar
el mundanal ruido para poder “mostrarlo”, y –he aquí el talento–, de la manera
más bella. Como ejemplo, Las moscas
de Antonio Machado, porque bello en poesía trata de otra belleza.
Con estos dos mitos descabezados
queda, para subir los escalones que se descendieron, solo el exilio de uno y de
otro al momento de escribir un poema y hacerlo como Paul Valery señala sin
intención de consejo ninguno “una búsqueda
más que una entrega, una maniobra de mí mismo por mí mismo”.
Mirar el batallar universal hará
que toda realidad, tragedia, dicha, incomprensión, infinitos universos que
puedan tocarse logren conmover a tal extremo que no expiren en versos solos y
encerrados sino en vuelo y multiplicados, metamorfoseados por quienes se
acerquen a ellos.
Quizá, la única misión que no
debiera declinar el poeta, solo o acompañado, triste o feliz, lejos o cerca,
soñando o en vela.