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miércoles, 2 de marzo de 2016

ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS






Artículo de Luis A. Mendez Urritia.


Editado por Dunken, “Las amantes son rubias”, es el último libro de cuentos de 
Marita Rodríguez-Cazaux, escritora imaginativa y poeta exquisita, que reúne 
catorce cuentos de intriga amorosa.

Recursos directos de buena pluma resuelven historias que llegan al hueso.
No hay errática en la trama ni en los personajes, sintoniza impecable dirección 
en los diálogos y mantiene el clima sustancioso hasta el cierre del relato.

Venidas desde diferentes épocas y terrenos, "Las amantes son rubias", no dejan 
al lector indiferente y posicionan a la autora argentina como talentosa cuentista.

*Publicación periódico cubano

Editorial Dunken
Ayacucho 357- CABA

jueves, 11 de junio de 2015

ARTÍCULOS LITERARIOS


CUANDO TERMINAMOS UN LIBRO


                                                                                      Por Eugenia Limeses







El instante en que terminamos un libro.
Ese momento en que el universo que habitamos y construimos mientras leíamos se termina,
desaparece en el aire y retoma su condición de ficción donde permanecerá brumoso
en nuestro recuerdo.

De algún modo nos entristecemos, dejamos de coexistir con los personajes y los habitáculos
que construimos en nuestra mente para que la acción tenga lugar.
Sumergidos en el libro, todo ese tiempo, imaginamos caras, ropas, paredes, miradas,
ciudades enteras, letra por letra, frase por frase.

La última palabra de un libro es el indicio de que ese mundo se acaba y quizás ese minúsculo acto
sea una pequeña puesta en escena, literaria, de nuestra propia finitud.


*Publicado en el blog literario de Eugenia Limeses

jueves, 4 de junio de 2015

PERIÓDICO IRREVERENTES

CUANDO LA CLAVE ESTÁ EN NO ENTENDER NI PÍO

                                                  Por El Gato Pardo
Gato pardo
Para incursionar en viajes de alta mar hay que seleccionar celosamente los bártulos y armar con acierto el petate, cosa de no quedar al garete en el viaje. Se sabe, en cualquier disciplina que nos tiente, habrá que hacerse una ronda previa por otros lugares de cultura. Dicho de otra manera: formarse, para crear sin deformaciones.
Cuando se pasa por alto esta atinada decisión, suele ocurrir que no hay salvavidas que salve: el naufragio es cosa cierta. Ocurre en todas las Artes, y por supuesto, en la Literatura.
El tema viene a cuento porque hace dos semanas estoy dándole vueltas a un poemario que, aunque goza de total originalidad en vocablos que ni siquiera están contenidos en los diccionarios a los que apelo, no logro interpretar.
Esto me inquietó al extremo.
Descifro las evaluaciones de Nietzsche. Leí Demian sin perder el hilo. Torquato Tasso es mi libro de cabecera. Soy capaz de discernir los elementos de la filosofía del derecho. ¿Cómo puede ser posible que no entienda un solo poema del libro de marras?
Lo primero fue echarme la culpa. Intuí que la brecha generacional me inhibía de abarcar el paisaje del poeta. Recabé datos, el poeta y yo, somos contemporáneos.
Luego, acusé a mi fatal costumbre de armar oraciones en forma clásica, semejante hábito ha de ser despreciado por la lírica. Fui  pues, a buscar la belleza en el rompiente de la estructura, pero sin ningún éxito.
Si no es la belleza, veremos lo contrario, me apuré y me quedé en vela para descubrir las penumbras. Fracaso cantado y desvelado.
Como soy testarudo, supuse que el hilo conductor estaría en el ritmo. Transité derecho y revés, andando y desandando, con la mayor atención en descubrir la esperada musicalidad. No tuve más que reconocerme falto de oído.
Mientras asimilaba que el ritmo es lo de menos, me encaminé a lo de más, una infinidad de adjetivos, algunos de procedencia extranjera, esto creo porque figuraban en bastardilla. Suerte perra, imposible acceder a su etimología, Internet los había desdeñado a pesar de que eran numerosos, una verdadera Mesa de Saldos para llevárselos a manos llenas. Ni hablar de los gerundios en cacofonía.
Busca la Voz, me dictó la oculta voz de mi tozudez. El registro, la diferenciación del volumen, el acento del tempo… Irrealizable, impracticable, inasequible en la maraña de hilos altisonantes. Rememoré el acertado “decir menos y mostrar más”, las podas para que las palabras “no hagan ruido”.
¡Ánimo! me enfervoricé recordando la expresión de Nicanor Parra, “Todo es poesía, menos la poesía” y me lancé a la búsqueda del distanciamiento, la enmascarada doble lectura. Si en verdad, la poética es la historia de una decepción, entonces me es dado afirmar que iba por buen camino, aunque sin doble lectura.
La cosa no será tan imposible, la veta debe de estar en el mensaje, retruqué al borde del espasmo.
Acaso, ¿hay necesidad de mensaje?, me recriminó mi interior libertario, siempre en desacuerdo con mis arranques. Enfadado —a pesar de que esta vez se había mostrado bastante condescendiente—, iba a responderle de mi necesidad de encontrarle gollete al asunto, cuando se hizo la luz.
¡Eureka!, grité ante el velo caído. ¡Vaya talento!
Pasmo.
Perplejidad. Incertidumbre.
La vacilación. El titubeo.
¡Caramba, no deja de ser una genialidad provocar recelo ante nuestro propio entendimiento!
Lo dicho, hay que formarse. Es la única manera de entender a un poeta de altura.

sábado, 28 de marzo de 2015


VELOS, DES-VELOS


                                                           Por Luz Darriba
                           

Un alto al costado del camino me detiene. Necesito mirar, otear ese horizonte que sigue aún lejano. Que, dependiendo del día se vuelve tobogán. Ese punto de encuentro que nos revele la autoridad del día diferente, la alegría de poder bajar por fin los brazos. El bosque de las brujas maldecidas, las sabias de la tribu, las amantes de amar por sobre todo, las buenas y las malas, las lindas y las feas, las gordas y las flacas, las negras y las blancas, las nacidas con un cuerpo distinto, las que deciden amar cuerpos iguales. 
Me obstino en continuar pero se vuelve perentorio retrazar las rutas, hurgar en la bitácora para marcar errores, probar originales estrategias y anticipar los gestos de esperanza.
Miro a mi alrededor y entre la nada de la nada encuentro un bulto, un montículo humano que me llama. Es tu cuerpo, Daiana, tu joven y fresco cuerpo aniquilado por siglos de misoginia concentrada, por resistentes hordas de patriarcal y oscura rabia.
Levanto apenas ese plástico inmundo y me resisto a mirar, pero también a dejarte abandonada al morbo y la lascivia, al perverso lupanar de las vidrieras mediáticas, al consecuente olvido cuando otro cuerpo deshecho supla el tuyo. Me resisto a creer, me resisto a que el dolor, presto a convertirse en abominación, tape todo mi cuerpo y mi cansada mente, mis defensas hartas de descubrir, una vez y otra, cuerpos vacíos de vida, mujeres muertas. Niñas muertas. Precisaré mejor: ASESINADAS. 
Hace siglos fue la vez primera; pareciera, seguro, en otra vida, más la sustancia de que están hechos los recuerdos mantiene intacta la habilidad de superponerse y asaltarte, tomarte por sorpresa, reclamar tu atención, buscar entre las telarañas del olvido tu mirada. Mis recuerdos se superponen y se ensamblan, en este maldito hojaldre de repeticiones, de incontables formas de la intolerancia, de infinitas faltas de respeto, de no entender ya nada… Tenía seis años cuando dos balas se llevaron por delante a mi vecina más querida, abogada defensora de mujeres maltratadas; mujer brillante y bella. Logré colarme en la escena de su crimen y levantar esos malditos plásticos. Nadie me había hablado de la muerte, menos aún de esta maldita y putrefacta muerte provocada. Entonces pude llegar hasta su rostro ensangrentado, sus ojos verdes mirando hacia el vacío, su melena azafrán encharcada en ese líquido rojo pegajoso que la inundaba ya inerte para siempre. 
Nunca olvidé a Dorinda, porque ese día acabó para siempre mi infancia, mi territorio de juegos se tornó pesadilla, miedo al criminal armado que destruyó su vida y marcó, sin saberlo, ad infinitum la mía. Se murieron las puestas de sol en la escollera y el correr despreocupada por los parques. Sentenciaron todas las vecinas que un cruel destino nos signaba, se trataba simplemente de haber nacido hembras, con el sexo de las oprimidas, de las esclavas de los esclavos, de las parias del género humano.
Mi Montevideo de mates y tamboriles devino una ciudad hostil en donde se mataba a las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres. Y así fue el mundo luego, porque poco ha cambiado.
No quiero mirar, no quiero pensar, no sé hasta qué momento, hasta qué instante se puede soportar tanto dolor, el sufrimiento absurdo, la inacción de los poderes del planeta. Da igual cuán anchos o cuán largos hayan sido los caminos: siempre hubo Daianas y Dorindas, Martas, Lucías, Maritas, Melinas o Ángeles. Letras que cambian por efecto de códigos lingüísticos, historias que no cambian por más que el tiempo pase.
El cuento se comprime hasta caber en la cajita de Pandora, en la tela de Ariadna, en la Dafne convertida en quieto árbol, en la fugaz Lilith demonizada, en los millones de mujeres que padecen violencia sólo por ser mujeres, por salir de los esquemas fijados, por resistir el sello puta o virgen.
El nuevo relato está siendo construido con las luchas constantes, con nuestros reclamos insistentes, con nuestra voz hasta quedar sin voz, y ha mejorado. Hoy casi nadie duda de que tengamos alma, esa cosa por dentro que define, eso que todas las creencias otorgaron al varón dios erecto inamovible. Hoy, pese a pesares, pese a saber que no hay”bajar la guardia”, a comprender que no verán nuestros desfallecidos ojos el milagro, pese a tener que desvelar miles de velos, salvar a las pequeñas de la trata, retrasar los relojes para evitar el crimen, sacudir las conciencias, golpear la mesa ante el horror continuo, detener el maltrato desde el germen, educar para que muera por sistema, defender contra nuestros cuerpos, reclamar el valor de nuestro tiempo, descartar los roles que estigmatizan, amarnos mucho para que nos amen, pese a la triple jornada de desvelos, de reivindicaciones atrasadas, atesoramos la conciencia que define, el trabajo que enmarca, la certeza del empezar cada mañana nuevamente, claras y firmes, empoderadas y tenaces, hasta el alba.
Por suerte somos mucho, somos todo, somos completas y unánimes, mágicamente únicas, invariablemente atravesadas por esa espada macho que nos secciona en partes. Somos la rabia y el dolor, el amor que no sabe cansarse y el deseo que conecta con la vida. Somos lo que queremos ser pagando un alto precio, somos lo que se ve en ese horizonte rojo al que vamos a llegar indefectibles: Lo juro por mis hijas, por mis nietas, por las hijas y las nietas de todas, por las gloriosas compañeras caídas, por los intentos fallidos y los aciertos que alumbran el mañana seguramente nuestro y justamente necesario, al que vamos a llegar, todas unidas.



* Luz Darriba, artista multidisplinar, escritora, gestora cultural, feminista, activista por los derechos humanos, columnista en diversos medios, nació en Montevideo, Uruguay, en 1954, y se formó en Buenos Aires en las escuelas de arte del IUNA y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Ha realizado más de 300 exposiciones colectivas, sesenta individuales, y conseguido más de sesenta reconocimientos internacionales (treinta en Argentina) por su trabajo. Ha expuesto en muchos países y es pionera en macro intervenciones urbanas en España. Ha realizado más de cuarenta macro acciones urbanas colectivas en Europa y Latinoamérica. Vive entre Galicia y Bruselas, aunque siempre, siempre, vuelve a Buenos Aires.





M.R.-C. agradece a Luz Darriba, el permitir la inclusión en el presente blog literario del texto que fuera leído personalmente por la artista y escritora en la sede cedida por el PSOE en Buenos Aires, invitada por las Mujeres del Frente, con motivo del acto que aunaba las reivindicaciones del 8 de Marzo y las conmemoraciones del 24 de Marzo, 39 aniversario del golpe de estado cívico militar
.

viernes, 13 de febrero de 2015

LA PRIMERA ESCRITORA GALLEGA







En el siglo IV, al producirse mayor liberad de acción como resultado a la promulgación del Edicto de Milán por Constantino (313), van en disminución las persecuciones.  Los gallegos cultos de la época mantienen una estrecha relación con Oriente y muchos lo visitan para terminar su formación. 

A final del siglo, surge la figura de la abadesa ETHERIA, primera escritora gallega, personaje a quien se debe mayor difusión popular.
Dícese hija de Teodosio El Grande, nacida en la extremas orillas del Océano Occidental.

Murguía, la define como una mujer de vivísima imaginación y gran conocedora de las Escrituras. 
Impulsada por su lectura decidió conocer los lugares donde se desarrollaron la escenas que tanto la habían conmovido. Desde el año 393 al 396,  realiza viajes a Jerusalem, Constantinopla, Mesopotamia y se cree, que emprendió alguno a Egipto.

Vicente Risco refiere que Etheria, recorrió aquellas tierras en pollino y camello, sin huir de fatigas aunque rodeada de consideración por superiores religiosos, y amparada con escolta y defensa de los jefes militares y el aprovisionamiento de gobernantes y funcionarios.
De todo lo experimentado en sus viajes emprendidos, da cuenta a las monjas de su convento, en cartas detalladas, recopiladas en un Códice con el título de "Itinerarium", que no fue descubierto hasta el siglo pasado.

Los escritos de Etheria son de gran importancia para el estudio de la liturgia oriental. Su estilo es sencillo con encantadores arranques de entusiasmo por todo aquellos que en su trayecto fue conociendo.
En los antiguos manuscritos aparece su identidad como Egeria, Aiteria, Geria y Silvia; de ahí que su "Itinerarium" se conozca también con el nombre "Santae Silviae Aquitaniae Peregrinatio ad loca santa".
Lo más notable de sus crónicas viajeras es la narración de las funciones litúrgicas a las que asistió en las iglesia de Jerusalem, sus recuerdos de las calles imperiales de Constantinopla y de las soledades de la Tebaida.
"Mujer más valiente que todos los hombres" la llamó san Valerio de Astorga, por su infatigable manera de viajar sin arredrarse en las dificultades ni los peligros.

Para situarla en la época, transurre el fin del siglo IV, a pasos del inicio del V, los suevos irrumpen en Galicia (año 409), sin embargo sigue la Edad Antigua porque oficialmente el Imperio Romano aún no caído, aunque hace tiempo que está minado por la presión exterior de los pueblos bárbaros y por su propia corrupción interior. Se está a las puertas, entonces, del estallido de invasiones violentas.

En torno a este movimiento social debe considerarse la importancia de los viajes y la literatura epistolar y didáctica que ofrece el talento de ETHERIA, la primera escritora gallega.







FUENTE: 
"La antigua Galicia", de Madgalena Stork, Edións Nós, Buenos Aires, 1974.

IMÁGENES: Internet, Castro de Santa Tecla - Antiguos castros galegos.

domingo, 16 de noviembre de 2014

ARTÍCULO LITERARIO




“Siete sonetos medicinales”, de Almafuerte

Por  Fernando Veglia
2013-03-09-17-15-10
Debo confiarles que soy incapaz de recordar un poema o una frase célebre. Envidio a los que pueden hacerlo y citarlas en su beneficio. Ante un estímulo determinado, mi obsesiva mente reproduce, reiteradas e intolerables veces, dos o más palabras de un poema o texto que no recuerdo, ni identifico. Resulta torturante no saber de dónde provienen; sólo descubriendo el origen desaparece la agobiante repetición.
Este proceso me ocurría frente a la adversidad. Mis pensamientos repetían: “Clavo enmohecido, clavo enmohecido, clavo enmohecido” Increíblemente, esas palabras surtían efecto. Me sentía mejor, me fortalecían. A pesar de que era evidente que las había leído, no sabía a qué obra pertenecían.
Aliviado el pesar, necesitaba desembarazarme de la insoportable repetición. Inspeccioné los libros de poesía. Observé las frases subrayadas y los señaladores de novelas y cuentos. No había caso, no estaban en la biblioteca. En el ordenador, pensé. La búsqueda parecía interminable. Estaba por renunciar, diciéndome que “Clavo enmohecido”, asaltando mis pensamientos a cada instante, no era tan desagradable; después de todo, le debía gratitud. Una frase me detuvo entonces:  “Si te postran te levantas”. Lo tenía. Siete sonetos medicinales de Almafuerte.
Estaban en un documento de Word. Enérgicos, indomables, dirigidos a los oprimidos, instando a reaccionar contra la injusticia, a reflexionar, a fortalecer el espíritu, resistir y  avanzar. La lectura fue rápida, directa. Imaginé a un orador gritando los sonetos a voz en cuello, apasionándose. Imaginé coraje y un día decisivo.
Las palabras que mi mente evocaba torpemente eran piezas de “¡Avanti!” y “¡Piú avanti!”
¡Avanti! 
Si te postran diez veces te levantas
Otras diez, otras cien, otras quinientas…
No han de ser tus caídas tan violentas
Ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
Asimilan el humus avarientas,
Deglutiendo el rencor de las afrentas
Se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
Nada más necesita la criatura,
Y en cualquier infeliz se me figura
Que se rompen las garras de la suerte…
¡Todos los incurables tienen cura
Cinco segundos antes de la muerte!
··········
¡Piú avanti!
No te des por vencido, ni aun vencido,
No te sientas esclavo, ni aun esclavo;
Trémulo de pavor, piénsate bravo,
Y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido,
Que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
No la cobarde intrepidez del pavo
Que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora,
O como Lucifer, que nunca reza,
O como el robledal, cuya grandeza
Necesita del agua y no la implora…
¡Que muerda y vocifere vengadora,
Ya rodando en el polvo tu cabeza!

Descubierto el origen, nunca más volví a recordar aquellas alentadoras y borrosas frases. Resulta extraño. Ahora, concluida esta reseña, vienen a mi mente “Camino al andar, camino al andar, camino al andar”. Será cuestión de seguir buscando.

Derechos de Fernando Veglia para fernandoveglia (2014)

Siete sonetos medicinales (1907) Almafuerte (1854-1917), seudónimo del poeta argentino Pedro Bonifacio Palacios.

                                                                ***

martes, 22 de julio de 2014

TEXTO



“La carta”, de Teresa Galeote


carta
Partiste al alba, cuando el sueño les tenía atrapados. No te atreviste a hablar con nuestra  hija, explicarle tus verdaderas intenciones; no querías recibir reproches, ni palabras que te hicieran desistir. Ella no comprendía que tu corazón se deshacía entre lamentos y entre deseos insatisfechos; esa tremenda impotencia, convertida en el pan de cada día.
Te acercaste al viejo roble y, una vez más, te apoyaste en él para confesarle lo que a nadie más dijiste. Y creíste oír a los niños; esas tenues palabras desprendidas en el duermevela pidiendo otro cuento. Desde la lejanía te volviste para mirar la casona que cobijó a tres generaciones. Enjugaste tus lágrimas con la manga de la camisa, seguiste caminando hasta que las fuerzas te abandonaron y te sentaste sobre un pequeño montículo que orillaba el camino. La noche llegó tranquila y abandonaste la vigilia. El sueño te enredó con imágenes placenteras, algunas añoradas, otras... casi olvidadas. La luz de la mañana acarició tus párpados mientras las imágenes se esfumaban. Y llevaste los dedos a tus labios para retener el calor de mis besos.  Te levantaste; seguiste andando hasta la arboleda donde nos juramos promesas. Allí nos arropaba la brisa del atardecer hasta que nuestros deseos pedían calma. Y Regresábamos al pueblo antes que las sombras nos envolviesen. Yo entraba en casa, con el pecho todavía alborotado, y bajaba la mirada mientras mi madre me interrogaba.
Ya junto al río, escuchaste su arrullo, te parecieron voces corales que te invitaban. El agua bajaba suave e insinuante, no pudiste resistir su llamada. Te dejaste acariciar por los primeros rayos del sol, sentiste como tu cuerpo pesaba cada vez más y te dejaste llevar.
Nuestra hija encontró la carta días después. Lloraba mientras leía, “…cuando encuentre a tu madre regresaremos los dos”, y guardó tu carta en uno de los cajones de la cómoda, junto a nuestra foto de bodas. No sé si con el tiempo dejó de odiarme. Soporté sus reproches cuando le confesé que me ahogaba en el pueblo, que quería conocer otras sensaciones. A ella también le rondaron deseos, pero supo ahogarlos. Estoy segura de que cuando los niños pregunten por el abuelo y pidan cuentos, ella les contará nuevas historias.
Ahora sé que no os llegó la noticia de mi muerte; fue un accidente de tráfico, cerca de Lisboa, a solo dos días de emprender mi viaje.
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TERESA GALEOTE. (Madrid). Ganadora del II Premio Alexandre Dumas de Novela Históricacon Más allá de las ruinas. Reside en Alcalá de Henares desde 1982. Licenciada en Filosofía y Letras, ha sido Consejera de la Fundación Cultural Colegio del Rey, Consejera en el Consejo Escolar Municipal, ha sido Concejal del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, en la legislatura 1991/1995. Actualmente se dedica por entero a la literatura. Sus últimos libros publicados son la obra teatral El vuelo de Osiris y Lucrecía, las orillas del tiempo. Ha publicado anteriormente los títulos: Los sueños, libro de relatos, (1998), Iberia, tres novelas cortas, (2001),La Universidad de Alcalá de Henares en el contexto político del S. XIX, (2003), Cosas que no se olvidan, (2006), Los días largos, novela con la que ha obtenido el Premio Carta Puebla de 2008, La crueldad, (2009). Ha participado en las antologías de Ediciones Irreverentes:Microantología del microrrelato II, Antología del relato negro III, Asesinatos profilácticos e Historias de la imposición yanqui sobre España e Hispanoamérica.
Editado por fernandoveglia | julio 23, 2014 en 12:16 am | Etiquetas: CartaLisboaTeresa Galeote | Categorías:AmigosTextos | URL: http://wp.me/p4DjXe-27

jueves, 19 de junio de 2014

COMUNICACIÓN Y RESEÑA


      

Intento comunicativo de un Yo joven con un Yo adulto


                                 
Por Fernando Veglia
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Dentro de dos o tres años, leeré estás líneas para comprobar mis sospechas. Intuyo que, en ese breve lapso temporal, este “yo” que poseo habrá muerto, o mutado en vos, “yo” lógico, contradictorio, que no deseo.
No quiero que consideres este mensaje como el último recurso de un hombre que intenta evadir lo inevitable. Mis días oscurecen débilmente, pues recordarás que fui un idealista. Vivía en un tiempo común, pero en un espacio notablemente diferente; en un mundo plagado de valores bien enseñados, increíblemente opuestos a las prácticas habituales. Imposible negar los constantes replanteos conceptuales que la realidad me obligaba a realizar.
Sé, a través de mi pobre intuición, que te avergüenzas de las tantas acciones quijotescas llevadas a cabo; deberías sentir orgullo, puesto que, por lo menos, puedes decir que alguna vez lo has intentado. ¿Acaso es vergonzoso desear lo justo?… No rías, por favor…
Sumido en las obligaciones familiares y laborales, me dirás que no puedes pensar en la realidad, que deseas evadirla, pero a pesar de ello, desde tu lugar llevas adelante una vida sincera, honesta… Te diré, con la poca pasión que conservo, que “tu lugar”  es un grano de arena, tu vida no es sincera, ni honesta; es conformista y cómplice de lo que decías, dices y dirás odiar. Supongo que aprehender los conceptos sociales de lo inevitable me transformarán en vos. No imagino de qué modo los adoptaré, tampoco imagino cómo un sinfín de hombres abandonan sus conceptos. ¿Qué sucederá conmigo? ¿Qué sucederá con los otros? 
Sonriendo resignadamente ante la aberración, velamos valores esenciales en indescriptibles ataúdes de pino, donde yacen nuestros hijos, padres y hasta nosotros mismos. ¿Acaso es necesaria la muerte y la denigración para que la indignación despierte a los “yo” adormecidos? ¿Por qué ese extremo? ¿No vale lo mismo un nacimiento?… 
¿Por qué me consideras extremista?, cuando lo que pido es equilibrio. Entiendo que prefieras la seguridad al riesgo, pero ¿proteger un presente absurdo? ¿Qué clase de hombre seré? ¿Eres?… ¡No! Una y mil veces, no. No continuaré, porque este discurso los has leído y escuchado hasta el hartazgo. Incluso grandes hombres se han cansado de repetirlo y ni ellos ni los deshonestos te convencieron, porque mueren en los hechos y tú jamás reclamaste lo prometido, quizá por que no lo merecías. ¡Basta! No puedo dedicarte una línea más sin sentirme derrotado, sin pensar que lees para olvidar. No te odio, ni desprecio, eres “yo”; de todos modos habré muerto como murió el “yo niño” durante mi nacimiento… 
Cuando termine de leer este texto en otro tiempo sabré si sigo siendo el mismo o no. Lo más seguro es que sea “vos”, por lo tanto, quisiera que estas palabras justifiquen mi pedido (como a mí, pienso que te fastidian los pedidos ajenos, más aún de un hombre que fuiste, odio los pedidos del “yo niño”, por ello no espero que cumplas). Conserva estas breves palabras,  puesto que si la existencia te dice que has vivido cayendo al vacío, podrás llamarme. Entonces regresaré del rincón más lejano de vos mismo. Juntos idearemos otro camino.



Relato incluido en el libro Líneas (Ed. de los Cuatro Vientos, 2005)




“Paroles”, de Jacques Prévert

                        Por Fernando Veglia

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No recuerdo exactamente cómo adquirí esta maravillosa obra. Creo que leí, de un pequeño libro promocional, varios poemas de Prévert. Sencillamente, me fascinaron esas palabras y “tomé prestado”, hasta el día de hoy, el pequeño libro; está bien cuidado y no desea marcharse de mi biblioteca.
Investigando, descubrí a Jacques Prévert (1900-1977); poeta, guionista, cineasta y autor teatral francés. Sus textos fueron interpretados por grandes cantantes (“Las hojas muertas”) y estuvo relacionado con el surrealismo.
Encandilado, quería leer su obra, lo que fuese que encontrase, pero no hallaba nada; no lo editaban. Obstinadamente, busqué entre los libros usados hasta que hallé, o alguien piadoso me obsequió, Paroles, en una edición bilingüe de 1960, que tiene el color y el olor de los libros viejos y sabios.
Paroles fue rápidamente aceptada por los lectores y traducida a varios idiomas; su éxito fue desbordante. La temática es diversa, capaz de internarse en la cotidianidad (“Desayuno”), criticar a la sociedad (“El lavado”), hundirse en las profundidades de los sentimientos (“París at night”) y emerger lúdica (“Para hacer el retrato de un pájaro”), cómica (“Pater Noster”) o irreverente (“El mal estudiante”). Las enumeraciones, abundantes, y el estilo, claro y directo, nos proporcionarán imágenes  sencillas, carentes de ornamentos pesados o retorcidos. A través de ellas, viajaremos cómodamente y seremos sorprendidos por las emociones y el genio del autor.
Considero que Paroles puede ser apreciada y amada por personas de cualquier edad y condición cultural, sin desmedro de sus muchos méritos. Sin embargo, aquellos que hayan visitado París o que sepan idioma francés, disfrutarán mucho más de esta obra, no recurrirán a las notas del autor, ni fastidiarán con preguntas a los viajeros o a los eruditos y obtendrán mi modesta admiración.
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Jacques Prevert, Paroles, (1946) 

* Fernando Veglia, Ciudad de Buenos Aires, 1979. Escritor y articulista argentino.

sábado, 7 de junio de 2014

APORTE LITERARIO

Entrada nueva en Fernando Veglia

Inurimenyen

by fernandoveglia
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La ciudad de Inurimenyen fue la biblioteca más extraordinaria de la historia de los hombres. Numerosos edificios contenían libros de ciencia y arte, otros estaban destinados a la enseñanza, lectura, edición, comparación y a albergar miles de estudiantes, maestros y trabajadores.
En su época de esplendor, con más de treinta millones de ejemplares provenientes de diversos rincones del planeta y atesorados por más de dos milenios, fue declarada capital mundial de la sabiduría y lugar neutral durante los conflictos bélicos. Sin embargo, nada quedó de la inigualable ciudad, sus muros fueron devorados por el rigor del tiempo.
Sólo el hálito de los escritos que custodiaba llegó hasta nosotros, bajo los misterios de la reminiscencia y las escasas evidencias arqueológicas que suponen su existencia.
Al principio de los tiempos, Inurimenyen fue un precario asentamiento situado en el lecho de un río, supuestamente el primero de la historia. Sus habitantes desarrollaron técnicas agrícolas, domesticaron animales, conocieron la ganadería, la rueda y la escritura.
La prosperidad aumentó la población originaria, tribus de los cuatro puntos cardinales llegaron diariamente y otras ciudades, tomándola como ejemplo, crecieron a su alrededor.
Naturalmente, forjó un gran imperio, culto y valeroso ejército. Atesoró, en la primera biblioteca, las tablillas de arcilla, papiros y pergaminos que la inmortalizarían como la fuente del saber antiguo y clásico.
El destino quiso que su larga dinastía de emperadores culminase en una cruel guerra, haciendo súbditos a los gobernantes y libres a los esclavos. Durante un largo tiempo, un manto de sombras descendió sobre las ciencias y las artes.
A lo largo de los siglos, la ciudad fue asediada, invadida, destruida y reconstruida. La biblioteca corrió la misma suerte hasta que, después de muchos siglos, los líderes mundiales decidieron concentrar el saber en el lugar donde había nacido. La fama y el sufrimiento del pasado, revelado por antiguas lenguas impresas en tablillas, valieron el esplendor y la gloria futura. Inurimenyen renacía y el mundo la admiraba.
El hombre había atravesado la era agraria, industrial y atómica hasta alcanzar el máximo desarrollo tecnológico, cultural y espiritual en la era digital. La guerra, la desigualdad social y las enfermedades mortales no existían. Si bien las ciencias eran utilizadas en beneficio de la humanidad, jamás se pudo revertir el efecto invernadero, arrastrado desde la era industrial, ni predecir con exactitud los caprichos climáticos que causaría. La decadencia, la lucha sin sentido y el retorno al primitivismo, tuvo por testigo a Inurimenyen.
Todo esfuerzo por evitar las emanaciones de gases invernadero y fomentar el uso de fuentes energéticas naturales fue en vano. Era demasiado tarde, la naturaleza tenía sus propios planes y los dirigentes sus propios caprichos e intereses.
Los océanos aumentaron su volumen gradualmente, sumergiendo a la mayoría de los territorios costeros e innumerables islas. Los climas tropicales y desérticos impusieron sus condiciones, malogrando cosechas y las economías de muchos países. Cientos de especies animales y vegetales perecieron. Las enfermedades tropicales se propagaron rápidamente, arrebatando millones de vidas. La temperatura promedio del planeta alcanzó los sesenta grados Celsius.
Finalmente la guerra por los recursos naturales y la supervivencia estalló, acelerando el proceso de destrucción. Las naciones, las fronteras y las diferencias fueron desapareciendo gradualmente, ante el avance de un enemigo implacable y silencioso. Un enemigo que, provocado durante años, había desatado su furia y era capaz, en cuestión de segundos, de desalentar cualquier férrea voluntad, desbaratar osados planes y desmantelar enormes ejércitos.
Las grandes ciudades fueron reducidas a escombros o abandonadas. Miles de personas vagaron sin rumbo, escapando del calor y buscando algo que comer; la mayoría perecía a manos del clima o de otros grupos desesperados. En algunos lugares del planeta el hombre adoptó hábitos nocturnos. La humanidad entera estaba siendo humillada y ultrajada y, en cierto modo, la naturaleza vengada.
Los hombres y mujeres de Inurimenyen, ante el caos, abandonaron la ciudad jurando conservar y transmitir sus conocimientos de generación en generación. El paso del tiempo y la crudeza de la vida cotidiana deshicieron la tecnología y los libros que protegían. Debieron reescribir lo que recordaban de manera rudimentaria y, en la mayoría de los casos, confiar en la tradición oral. La tarea, aunque pareciese inútil, era realizada como un acto sagrado.
Durante siglos, fueron un pueblo nómada, conformándose con sobrevivir y recordar que descendían de una casta de sabios.
Cuando la tierra comenzó a enfriarse naturalmente, eliminando los gases invernadero, decidieron detenerse cerca de un río. Nuestra historia antigua los llamó sumerios; fundaron los asentamientos de Uruk, Ur, Nippur, Adab, Eridú, Lagash y quizás, sin proponérselo, cumplieron con el juramento de los hijos de Inurimenyen.


*Fernando Veglia (Buenos Aires,1979), escritor y columnista argentino.

Editado por Fernando Veglia para Fernando Veglia.
Se agradece al Autor su deferencia en permitir la inclusión de su artículo en el presente blog literario.

sábado, 31 de mayo de 2014

RELATOS

Noticias

 Por Fernando Veglia
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Tratábase de cuatro soldados imperiales atrapados en el interior de una vivienda. Estaban en la aldea de un país, ubicada a más de veinte mil kilómetros de sus hogares.

La situación era complicada, todo aconteció muy rápido. Por la mañana, un contingente militar salió de la base, en dos vehículos artillados, con órdenes de registrar todas las viviendas de una aldea, llamada Akab. Debían incautar armas y evaluar la hostilidad de sus habitantes.
La misión era justificada. El diminuto lugar era un paso obligado para llegar a la ciudad de Kil Al Assir, donde se concentraba buena parte del ejército enemigo, y los hombres que la ejecutarían eran pocos.

Akab estaba formada por un puñado de chozas rudimentarias, clavadas en el desierto de Oriente Medio. La ruta que comunicaba el océano con Kil Al Assir la dividía en dos, no había otras calles o avenidas, sólo pasillos estrechos, laberínticos, escurriéndose entre casas amarillentas y descuidadas. El Departamento de Inteligencia imperial estimaba que la población era de cincuenta familias viviendo en estado de indigencia. Colaborarían si el ejército entregaba víveres.

Cuando el contingente militar llegó a la aldea la encontró abandonada. Las puertas de los hogares estaban cerradas, el silencio imperaba y sólo el viento del desierto caminaba por los pasillos. Todo indicaba una emboscada. 

Los soldados descendieron de los vehículos, apuntando con sus armas en todas direcciones. Después de aguardar veinte segundos eternos, un oficial señaló una vivienda y seis soldados la revisaron. Estaba vacía. Entraron en nueve hogares más, todos habían sido abandonados. Aparentemente los habitantes habían sido evacuados o habían huido. Era evidente, para cualquier estratega, que los imperiales tomarían el lugar. 

El oficial que dirigía la misión pensó que el enemigo era más astuto de lo que suponía; antes de perder hombres en un combate inútil, entregaba la aldea y ganaba tiempo para organizar la defensa de Kil Al Assir. Claro que el oficial no pensó en los orgullosos hombres y mujeres de Akab.

Los militares estaban distendidos y los vehículos desprotegidos. Habían revuelto todas las casas y no existía amenaza alguna. La confianza los sedujo y muchos hurtaron objetos que suponían valiosos. El oficial aprobó la conducta con su inacción, de todos modos en la guerra no hay robo, ni violación de la propiedad privada, sólo hay guerra, todo está permitido. Por otra parte, quién se atrevería a juzgar las acciones de un ejército imperial.

A pesar de que había llegado la hora de retirarse, los soldados seguían desperdigados por los pasillos y los alrededores; sólo cuatro descansaban dentro de una vivienda. El oficial observó que el desierto tenía arena de diversos colores y sonrió de cara al sol, diciéndose: “Misión cumplida. Hora de retornar”.

Ruido ensordecedor, disparos, gritos en idioma desconocido, gritos de terror, gritos de valor, pedidos de auxilio y un gran estruendo deteniendo, cada veinte segundos, el ruido de la batalla. Luego de seis minutos, retornó el silencio absoluto. Sólo cuatro soldados imperiales habían sobrevivido, estaban en el interior de la vivienda, debían ejecutar la decisión acordada. Se persignaron...


-¡Hijo! ¡Deja de jugar al general y ven a cenar! La mesa está servida.

Jorgito, un niño de doce años, estaba recostado en el suelo, manipulando sus soldados de plástico, más livianos y modernos que los de plomo con los que había jugado su padre.

-¡Ahí voy! -contestó Jorgito.

El niño abandonó los juguetes y fue a la cocina. El noticiero de las ocho informaba que en Oriente Medio continuaban odiándose, que Estados Unidos era potencia, que Rusia era potencia, pero no tan buena como Estados Unidos, que los europeos estaban unidos y eran potencia, que los sudamericanos eran pobres e ignorantes, a pesar de la riqueza natural de la región que habitaban, que el mundo entero era un lugar hostil, pero que de todas maneras había que continuar habitándolo.


                                                              * * *

Relato incluido en el libro Líneas (2005)
Ed. de los Cuatro Vientos 


El presente blog literario agradece al escritor Fernando Veglia permitir la publicación del relato.
Los Derechos y Atribuciones pertenecen a su Autor.

martes, 13 de mayo de 2014

TALENTOSAS ESCRITORAS ARGENTINAS


Sabemos que muchos escritores, mujeres y hombres, escriben con “la idea puesta en una puesta en escena” con la intención de que su narrativa trascienda el libro y vaya al cine masivo que suministra dividendos suculentos. Otros escritores trabajan en grupo en un taller donde se aúnan ideas, trama, atmósfera y, en conjunto, abordan o desembarcan el cierre de la historia. Habrá que reconocer que dicha disciplina trae seguramente buen curso si se piensa en el sabido refrán “cuatro ojos ven más que dos” o en la trilladísima frase "esfuerzo de varios, menos esfuerzo de uno".

Por fortuna hay escritores que escriben alejados de estos cánones, sumergidos en la primera acepción que define la Literatura como "arte que emplea como medio de expresión una lengua", es decir, poniendo en primerísimo lugar el vocablo Arte, sostienen como referencia el sentir del novelista estadounidense y Nobel de Literatura, William Faulkner, quien aseveró que "Arte es todo aquello que está bien hecho".

La escritura libre, ese estilo de escribir con el pensamiento al vuelo y sin corregir puede conseguir vocablos y palabras fantásticas que de otra manera estarían amordazadas. Ahora bien, para escribir, con ese ligero paso que hace que el que lee no se arrepienta de haberse metido en el libro, es otro tema. Aquí, habrá que trabajar el formato, explorar los verbos y acertar con la descripción. Recrear enunciado y análisis para abordar sin mella y desembarcar del mismo modo, la narración. Bajo este signo debiera pensarse pues, la capacidad de quienes escriben con puntillosa orfebrería tratando de embellecer el mundo real, al menos, el tiempo en que se disfruta de sus lecturas. 





LOS OJOS DE LOS OTROS

                                                                     Por Ester Spiner



Los encerraron a todos en la Tierra y les dijeron: - ¡Tienen que vivir!

En los ojos de los otros apareció el asombro, el miedo, la angustia, el dolor, el sabor de la aventura, el presagio de lo incierto. Los ojos de los otros bailotearon observándolo todo.

Estaban encerrados en una jaula llamada Tierra. ¿Tenían que vivir? ¿Qué significaban aquellas palabras? ¿Quién era ese extraño ser que oculto entre transparencias luminosas los había puesto a todos juntos en ese lugar?

Al amanecer, los ojos se buscaron. Corrían de un lado a otro, de unos a otros, se buscaban. Y la búsqueda resultaba imprecisa, temerosos de enfrentarse con los ojos de los otros.

Algunas veces brillaban formando un haz luminoso que los aunaba; otras, en cambio, oscurecían el cielo mismo con su mirada.

Poco a poco fueron surgiendo de los haces luminosos otros ojos, más pequeños, asombrados, sin saber. Y miraban a los otros, a los ojos que sabían y morían por saber que estaban encerrados.

Atardecía ya cuando los ojos se encontraron. El sagrado opresor callaba las respuestas. Entonces, en un último intento, reunieron a todos los pequeños ojos. Rompieron las redes que cubrían la Tierra y los tiraron al espacio.

-Serían libres –dijeron. Y ocultaron para siempre ya sus ojos de los otros. Los cerraron y desaparecieron en el silencio de ese día…

                                                                                                          11/11/1976




ESTER SPINER nació en Buenos Aires.
Profesora en Filosofía egresada de la Universidad de Buenos Aires y escritora. Fue Rectora del Colegio 
N°18 Dr. Alberto Larroque y Supervisora de Educación Media del GCBA. Ha investigado acerca de la formación de lectores y coordinó cursos de capacitación docente y talleres literarios. 
Ha publicado el libro: Taller de lectura en el aula en la editorial Novedades Educativas. Es autora de poemas, cuentos y artículos periodísticos sobre temas educativos. Entre ellos: “¿Quién dijo que no quiero leer?”, Periódico “El Día de Gualeguaychú”; “Literatura y las herramientas culturales en la pre-adolescencia” y “Leer por placer en la escuela secundaria”en la Revista Novedades Educativas. Participó en la Antología inmigrante y en la Antología El Duende, la Luna y yo de ediciones El Escriba.
Obtuvo el Primer premio en Cuento en el Certamen Literario: "El arte en Septiembre". D. E. Nº18 del GCBA, 1990 y Mención en la categoría Poesía. Concurso para Docentes de Educación Media y Técnica de la 26º Exposición Feria Internacional de Buenos Aires –El libro del Autor al Lector-, 2000. 
Ha presentado ponencias y coordinado talleres en el Foro Mundial de Educación en ciudad de Buenos Aires; en la Feria del libro de Mar del Plata; en la Feria del libro infantil, Alas de papel de Urdinarrain, Entre Ríos; en la Jornada de Intercambio de experiencias Educativas “Prácticas de Lectura y Escritura”, realizada en Dolores; en la 39° Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Buenos Aires; y en la Asociación Dante Alighieri, con la conferencia: “Distintos enfoques de la inmigración y la literatura” y en el Centro Cultural del Partido de la Estrada con el tema: “Mujeres de la Biblia”.





EL FIN

                                                    Por Elsa Lombardo


_ ¿Así que se fue?
_ Sí. Lo supo, por fin
_ ¿Cómo se enteró?
_ Siempre dudó, y con eso de la propaganda en internet...
_ Y ¿qué vas a hacer?
_ Nada. Ahora nada, me cago en la mierda. Por protegerlo ya cambiamos de país tres veces. No pienso hacer nada, nada.
_ Tu mujer qué dice.
_ Me echa la culpa a mí. Dice que se quiere separar. Por no decírselo entonces. La muy boluda o no sabía o se calló la boca. Ahora es fácil culparme.
_ Ya se olvidó de la cuenta bancaria que le hiciste abrir, de los viajes, de la buena vida.
_ Insiste en que me creyó. En que no se dio cuenta de nada.

Los vidrios del auto estacionado en el parque reflejan las ramas sin hojas que el invierno ha desmadrado. Las luces apagadas ocultan al vehículo, un fantasma de hojalata.

_ Lo que más bronca me da es que estoy a punto de jubilarme. Lo que se viene me hace perder todo, me vaya o no me vaya.
_ Pero si te vas, sabés que te vamos a proteger. Vos siempre fuiste al frente. Siempre fuiste el mejor. Fuiste vos el que rescataste al pendejo. Era tuyo. Si se fue es porque es un hijo de puta, malagradecido. No te habrás ablandado ¿no?
_ No, no. Pero estoy cansado. Aquello ya pasó. Y la protección no va más allá de. En un tiempo ni se van a acordar de mí.
_ ¿Y qué querés. Bastante con sacarte del país y que comencés de nuevo en otra parte. Tenés apenas sesenta años, carajo.


En silencio ven la sombra que se acerca. Una mano va directo al cinto y asoma armada. Las palabras cortan la noche:

_ Rajá de acà, puto de mierda o te agujereo hasta la última bala. A otro lado, infeliz. Estos maricas lo único que saben es putonear. Habría que acabar con ellos también. Volviendo a lo nuestro ¿ya te citaron?
_ No, ni a mí ni a mi mujer. Sabemos qué pasos darán pero no cuándo. El guacho no aparece. Lo deben estar protegiendo. No se llevó nada. Largó todo. Nos enteramos por la tele. La puta que lo parió. Desde que apareció el número 71, hasta nos robó la partida de nacimiento y las primeras fotos que le sacamos. Se las llevó a las viejas y se fue a dar sangre al banco de datos.
_ Nosotros queremos que te rajés.
_ Tarde o temprano me van a encontrar. Estoy acabado. Nunca voy a estar tranquilo. Nunca voy a dejar de sentir que me siguen. Nunca voy a poder dormir sin pastillas.
_ Pero vos estás derrotado, hermano. Así no se te va a tener confianza.
_ Ya di suficientes pruebas de lo bueno que fui. No necesité más que la primera orden. Yo mismo conseguía los datos, iba al frente. Jamás rompí el pacto de silencio. Ahora, lo que tenga que venir, que venga.

Las ramas desnudas se mueven cada vez más rápido bajo el cielo negro. Los primeros truenos retumban.

_ Nos tenés de tu lado. Agarrá a tu mujer y andate y si no quiere, dejala y que se arregle. El Puma se fue y ahora es un señor allá. En cambio el que ya sabés, va para la perpetua.
_ Porque ninguno crió un guacho que lo delatara. Dame dos o tres días.
_ Está bien. Teneme al tanto. Chau.

Cerró los ojos. Intentó huir de sus propios pensamientos. No escuchó a la patrulla que entró al parque y comenzó a dispersar mujeres. Tampoco los vio acercarse; cuando la luz de la linterna lo encandiló intentó llevar la mano al cinto. Desistió. Lo estaban apuntando.






ELSA LOMBARDO nació en Córdoba, hace años está radicada en Buenos Aires.
Docente, escritora, investigadora. Coordinadora de talleres literarios, desde el año 2001 dirige el taller literario “La ventana”.
Ha sido premiada en distintos concursos entre ellos, Concurso “Los Reyes Magos” - Liga Pro Comportamiento Humano. Diploma de Honor categoría adultos. “¿A qué hora pasan los Reyes?” (1994).
“Pétalos al viento”. Poema. Muestra sobre Derechos Humanos. Centro Cultural Adán Buenosaires. (1998).
Segundo Concurso de Poesía y Cuento Urbano y Suburbano. Mención de honor. Títulos de las obras “Cuentos de infancia” (Poesía) y “Caíto y la máquina expendedora de boletos” (Cuento). Edit. Baobab.
Miembro titular del jurado del Segundo Encuentro Anual Distrital del Cuento Infantil Distrito Escolar Nº 13. Bs. As.1997; del Primer Certamen Literario “100 años de La Paternal. Bs. As. (2004) y del Concurso literario “Con las alas del alma”. “Por la Memoria. Por los 30 años”. Unión de Trabajadores de la Educación. CTERA-CTA (2006).
Mención de Honor Concurso Literario Gustave Flaubert organizado por Editorial Trazo Literario. Río Tercero. Pcia. De Córdoba. Argentina. Título del cuento “Cruzando el charco”. Aparición en Antología. (2007).
Seleccionada por el sitio www.antorchacultural con micro relatos de su autoría. (2007).
Tallerista en la Feria del Libro Infantil y Juvenil en Buenos Aires (2003-2008).
Es columnista del periódico barrial Todo Paternal en temas de Educación y Página didáctico-recreativa infantil.
Participante de la Antología “Metamorfosis” desde el año 2003 con cuentos de su autoría hasta 2008.
Publicó “Mundochico” Poesías para niños. Editorial Panambi. Bs. As. Argentina. (2002), “Leyendas del Universo Guaraní Tomo I - Editorial Baobab. Bs. As. Argentina. (2006), “Leyendas del Universo Guaraní Tomo II - Editorial Bao Bab. Bs. As. Argentina (2008), "Pasaporte a Muravá". Editorial Baobab. Bs. As.
Argentina.(2010).




ESTABA ESCRITO

                                                                                  Por Adriana Lisnovsky




Atrapada en una burbuja de resignación, Mabel, sentía cómo desperdiciaba la vida al lado de Ricardo. Él prometía, juraba, le contaba planes incongruentes, la envolvía… y terminaba por convencerla.
En lo que iba del año, llevaba perdidos tres empleos. Nunca por culpa de él. Había sido el destino, estaba escrito. Pero ya iba a llegar la gran oportunidad, ya iban a salir de pobres, algo grande (acorde a su capacidad, que hasta ahora nadie había descubierto) los sacaría de la mediocridad, de en medio de un mundo de mediocres que no apreciaban su talento.
“Está escrito, Mabelita. Todo está escrito, como decía mi vieja, en paz descanse”. Mientras esperaban el designio de un destino escrito vaya a saber por quién, ella mantenía la casa, cuidaba a los chicos, limpiaba y todavía, tenía que consolar a un marido con aires de genio, que se tiraba en un sillón, a esperar la oportunidad y de paso mirar todo partido de fútbol trasmitido por aire o por cable, a la sombra del cielorraso descascarado, que a ella comenzaba a aplastarla.
─Comprá el Clarín, Ricardo. Levantate a las seis de la mañana y salí a buscar cualquier cosa. No te van a golpear la puerta para ofrecerte trabajo, movete.
─Ay, Mabelita, qué poca fe. Si te digo que está escrito, está escrito. Mirá cuando mi vieja…
─Terminala con tu vieja, Ricardo. Sabés qué, me tenés podrida con tu vieja.
Aquel invierno había llegado helado y lluvioso. La estufa estaba rota y el calefón andaba día por medio. El agujero en la suela del zapato de Mabel, dejaba que se metieran entre sus dedos el frío de los adoquines, a veces los mismos pies eran dos adoquines. Especialmente los días en que le tocaba la patrona del centro. Dos horas de viaje en el colectivo trucho, boleto más barato. Ricardo se lo había dicho “Mabelita, te conviene el trucho, son dos mangos menos, con eso que te ahorrás me traés los fasos. Ves, si uno piensa un poco, se puede hacer economía”. Cuando ella volvía a las cinco de la tarde, le preparaba el mate, le daba los cigarrillos e invariablemente escuchaba: “tuve un presentimiento, no te imaginás, hasta se me puso la piel de gallina. Yo debo ser medio perceptivo, no vidente como mi vieja, pero puedo sentir cuando se acerca algo grande, esta vez salimos de pobres”. Y seguía, “sabés quién vino a verme, Cacho, el del taller. Ese tipo es buena leche. Me dijo que se había ido un electricista, si quería agarrar. Pero vos sabés que estoy para más. Lo de los autos ya fue, ahora quiero abrir mi propia empresa, con lo que te conté, te acordás, el sistema de luces auto recargable. Cacho me tiró buena onda, él también cree en el destino. Metele para adelante, me dijo. ¿No te parece un buen presagio?”
─No, me parece una boludez- dijo Mabel saliendo para ir a buscar a los chicos al colegio. Ya en la puerta de calle, escuchó a Ricardo:
─Sabés cómo te quiero ¿no? Contestame.
─Yo también.
Sí, lo quería. Increíble, inevitablemente, lo quería.
La temperatura no subía y el hijo menor, estaba resfriado. Por favor, que no se enfermara, con el precio de los remedios y lo poco que… mejor no pensar.
Martes. Era el día de la señora de Caballito. Una mujer muy exigente. Mabel volvía tan cansada, que su cuerpo parecía de algodón. Entró a la casa y Ricardo estaba en bata. Qué hacés sin vestir, le dijo.
─Lo que pasa, es que anoche no te conté Mabelita. Casi no dormí. Tuve un sueño, un sueño que si me decís que el destino no existe… Escuchá: yo estaba en un salón muy lujoso, con alfombra roja y todo. De repente entrabas vos, vestida de novia. ¡Preciosa! Yo estaba en pijama, qué loco ¿no? Te miré a los ojos y justo ahí, entraba Cacho vestido de cura. Nos iba a casar. Cacho era el cura, andá pensando. Decía, acepta a esta mujer y todo lo demás. Entonces yo sacaba el anillo del estuche. Vos alargabas la mano y cuando te lo estaba poniendo, veía que en vez de piedra, el anillo tenía una lamparita auto recargable, que brillaba más que un sol. A vos se te llenaban los ojos de lágrimas. De repente aparecía mi vieja, vestida como Evita, con un cartel en la mano, porque en el sueño era muda. ¿Sabés qué decía el cartel?: TODO ESTÁ ESCRITO, NO SE PUEDE ESCAPAR AL DESTINO. Cacho, vos y yo, llorábamos y en ese momento se encendían miles de lamparitas auto recargables y los tres empezábamos a reírnos sin parar y ahí la que lloraba era mi vieja. Pero de emoción, viste cómo era ella. Después me desperté.
─Y Ricardo, uno sueña cualquier cosa.
─¡No Mabel! ¿No te das cuenta? Son todos presagios. Lo de las lamparitas va a funcionar, Cacho me va a ayudar y mi vieja, con ese cartel, me quiere decir que llegó el momento. Se va a cumplir lo que estaba escrito.
─¿Y yo?
─Vos…vos estabas hermosa… No quiero perder tiempo, lo voy a ver a Cacho. Cuando vuelvo me hacés unos mates.
Mabel comenzó a juntar juguetes y sacó de la heladera la carne para las milanesas. Mientras tanto, llenó el lavarropas e hizo la cama, siempre la aguardaba deshecha. Se sentó unos segundos y contempló sus manos. Ajadas y sin ningún anillo. La alianza la había tenido que vender, cuando el nene más chico tuvo bronquitis, para poder comprar el antibiótico. En ese momento llegó Ricardo.
─Y, qué pasó ─dijo Mabel.
─Hablé con Cacho. Le conté lo del sueño y entonces le propuse una sociedad. Le dije que yo ponía la idea, la de las lamparitas y él, el capital. Nos vamos a llenar de guita, está escrito, Gordo. Le dije eso y ¿sabés con lo que me salió? Que él no estaba para negocios locos, que tenía que mantener una familia. Pero que si quería el laburo de electricista, estaba a tiempo, todavía no habían tomado a nadie.
─Aceptaste ¿no? Por lo menos por ahora, Ricardo.
─Pero Mabel, vos me estás cargando. Cómo voy a aceptar. Encima no te das cuenta de que no se puede confiar en nadie. Después pensé, que el del sueño, no debía ser Cacho. Era gordo, pero la cara no se la pude ver bien. Tengo que esperar. Vos tranquila, el sueño no va a fallar. Fue una premonición. Dale, cebate unos mates.
Mabel no le contestó. Puso la pava en el fuego. Llenó el mate de yerba, lo llenó demasiado. Tanto que le costó clavar la bombilla. La vista le quedó fija en ese recipiente enlozado y descascarado, medio azul y medio negro. El agua hervía. Sin poner azúcar, empezó a echar el agua hirviendo dentro del mate, despacio, con la vista fija en un objeto al cuál no le encontraba sentido. El agua comenzó a desbordar, caliente cómo estaba, rebalsó el mate, saliendo, lo chorreó, cayó por la mesada, siguió por el piso, hasta que le llegó al agujero del zapato y sintió el calor en el pie. El mate se había desbordado.
Que se lo cebara él.



ADRIANA LISNOVSKY, nació en Buenos Aires.
Coordinadora de talleres literarios, poeta y escritora.
Su obra descarna un estilo íntimo y realista de calibrada percepción. Son notables sus cuentos donde el monólogo del fluir errático avanza mostrando conflicto y desenlace desde la conciencia del propio protagonista.
Ha conformado numerosas antologías de narración como "Lo que llega a la playa”, “La vida…ese enigma”, “Acaso la vida”, "Revelaciones", "Bajo el puente azul", Letras del Face II y IV Editorial Dunken.
Participó, hasta el año de su cese, de Metamorfosis, antología que agrupa trabajos de escritoras de altura.
Recibió diversas distinciones, entre ellas el Premio Concurso Junín País; Mención Especial del jurado y Mención de Honor, Concurso ediciones Ruinas Circulares.
Varios de sus cuentos fueron publicados por la revista literaria “En sentido figurado” (España) y “Generación abierta” (Argentina).
Su cuento "Un sueño, ser escritor", ganador del segundo lugar en el concurso literario internacional de "Resonancias literarias", mereció elogiosa crítica de Rubén López Rodrigué, "La autora sabe pintar un luto que echa sus fúnebres tules sobre la reducida capacidad creadora de su ominoso personaje; evoca el relato “El escritor fracasado” de Roberto Arlt. El cuento desborda de una prodigiosa imaginación cuando al protagonista (sin nombre) se le aparecen en su habitación personajes de la literatura universal".
Adriana Lisnovsky ha dictado numerosos talleres literarios en centros comunitarios para adultos mayores. Actualmente trabaja sobre un próximo libro de cuentos.


Ilustración: INTERNET


Los cuentos se publican en el presente blog literario con la autorización de sus Autoras, a quienes pertenecen todos los derechos y atribuciones sobre los mismos.