viernes, 28 de junio de 2013

IFHIM


                                                                           Por Fernando Veglia *


Los árboles eran altos, carentes de follaje, de húmedos troncos negros y ramas cual pétreos brazos intentando aferrarse al cielo. La nieve, manto eterno, descansaba sobre el suelo, borrando toda huella, transformando en laberinto los caminos del viajero. El invierno traía la noche eterna, el verano perpetuaba la luz del día. El frío cabalgaba sobre el lomo del indómito viento, cumpliendo las sentencias que dictaba la muerte.
En aquellos parajes cercanos al polo norte, en el tiempo de la espada y el honor, vivieron hombres cuyos nombres fueron olvidados. Pobres y antiguos relatos los ilustraron, no hay certezas, sólo especulaciones, asociaciones, imaginación.
Lo verdadero, lo que sucedió en aquel entonces, es lo que puedo contarles. Vivíamos en una aldea, entre hombres de las montañas, robustos, silenciosos, rojos. La vida no era sencilla, sobrevivir significaba hermanarse con la muerte, danzar en una ronda frenética al compás del azar. Bien digo hermanarse, pues convivir con ella nos obligaba a forjar un estrecho vínculo, imposible de ignorar o disolver.
Morir en los sueños, durante la caza o de la mano de la improbable vejez no era digno de un hombre. Esa muerte débil, absurda, conducía a un mundo de tristeza, a las manos del infierno de Hel. Un hombre debía morir en el campo de batalla, su bravura le daría la oportunidad de ir al Valhala, para combatir hasta el día final en las filas de Odín, o al Folkvang, donde lo recibiría Freia. Una muerte destructora, fuerte, ávida de sangre, era lo que todo guerrero deseaba.
Recuerdo los días previos a un combate. La noticia era recibida en silencio, los ánimos se excitaban. Tratábase a las armas con delicadeza ritual; hachas, espadas y cuchillos eran afilados cuidadosamente. El miedo y la tristeza caían bajo el dominio de una inexplicable ansiedad; hombres y mujeres festejaban, pedían a los dioses por su suerte.
El día decisivo, los guerreros marchaban de un pueblo a otro, atravesando el frío de los bosques, hasta formar el ejército que sólo detenía su paso ante el enemigo. Los líderes de ambos bandos nunca acordaban la paz, pues no disputaban riquezas o territorio, estaba en juego un lugar en Asgard, entre los héroes y los dioses.
Un grito colérico despertaba innumerables gritos, e iniciaba la carrera que culminaba en el choque seco de los ejércitos. Durante cinco minutos, el acero saciaba su sed con sangre enemiga. Voces furiosas enmudecían los gemidos de la muerte. La piedad era desconocida, combatían hasta que aniquilaban a todos los oponentes, o hasta que la fatiga obligaba al bando débil a replegarse.
Cuando las miradas rojas cedían a la calma, y entre los cadáveres sólo estaban de pie los compañeros de armas, escuchábase un grito ensordecedor: Ifhim. Señal de la victoria.
El tiempo se encargó de silenciar aquellas voces, convirtiendo en misterios la vida y las creencias de esos pueblos. Sin embargo, encerrada en esta vitrina junto con mis hermanas, creo reconocer en las jóvenes miradas, el antiguo deseo de los hombres que alguna vez nos empuñaron en el campo de batalla.



*Escritor argentino nacido en 1979 en la Ciudad de Buenos Aires.
Premiaciones: Mención de las Novenas Olimpíadas Federales "Vivencias Estudiantiles ´96" 
Autor del libro "Líneas", editado por Ed. de los Cuatro Vientos (2005)
Participante en el stand Escritores Matanceros de la Feria Municipal del Libro de La Matanza en los años 2008, 2009 y 2010.
Sus trabajos literarios integran las siguientes antologías: “Manos que cuentan” (2008) “Habitar en secretos” (2009), “Mundos desnudos” (2010), “Selección de las Provincias” (2012), “Magia registrada” (2013) editados por Dunken.
Seleccionado en la antología del “III Concurso de Relatos Cortos de Viaje 2008”, organizado por Vagamundos, en colaboración con la editorial “Ediciones del Viento”(España).
Colabora con “Periódico Irreverentes.org” desde el año 2012
Actualmente reside en Isidro Casanova, partido de La Matanza, Bs. Aires.

                                                                        * * *

Ilustración: Gerrero Germano -  Imagen Internet
Fotografía personal del Autor a quien pertenecen todos los derechos.













jueves, 27 de junio de 2013

-PERIÓDICOIRREVERENTES- TALENTOSA PÁGINA LITERARIA

Enteramenteentera



Rodríguez-Cazaux


...Su propio escritorio, su placard, sus libros / Mi sillón, mi paraguas, mi diario.
La puerta de la izquierda que daba al garaje por donde entraba ella,
                                                                              por la cancela derecha, yo.
Hasta en la heladera, eran míos los estantes superiores
y los dos de abajo,
eran de ella.
Yo podía tocar el piano cuando el reloj se partía al medio. Justo en el mismo momento en que la aguja marcaba como una navaja la muerte de la tarde, el minuto en que ella retiraba las manos del teclado y bajaba la tapa lustrada.[...] *

VER periodicoirreverentes para su lectura completa.


* Marita Rodríguez-Cazaux
De Amores y desamores - Edit. Dunken

La ilustración pertenece total y absolutamente a la Página literaria de periodicoirreverentes y son suyos todos los derechos sobre la misma.

A QUE VENGAS, AMOR, AL VERDE RÍO

“... Como en las cuevas sombrías/ en el fondo de sus días/ bosteza la soledad”

                                                                                              Leopoldo Lugones.





Sobre el jardín susurra tibio aire.
Te llamo una vez, dos, diez,
setenta veces siete,
a que vengas, Amor, al verde río
que refracta de luces el romero
y se vuelve océano batido
de secreta pasión sobre mi huerto.

A que llegues, Amor, en el navío
que surca ondas de gozo sin Oriente,

 ni rosa de los vientos.
         Pero es tu corazón indiferente
al vértigo del vuelo y de los trinos,
y sigues en tu espacio de silencios
donde crees hallar la paz perfecta.
Allí,
en esa delgadez donde declinas
huérfano de pasión y vendavales.

Agonizar apenas percibido
que surca el tiempo amargo
y conjuga pretéritos verbales
            apartado del aroma de mi huerto.

M.R.-C.

* * *
Imagen: Internet