Hay días como noches.
Noches de perros que ladran a la luna,
y arrastran por la vereda el peso
de un corazón oscuro de temblores.
Son, entonces,
días como noches
estiradas en la columna vertebral de la
nostalgia
que tantean agrietadas medianeras.
Ambulantes,
bajo caretas suicidadas de luz,
mareados en ochavas de distancias
hay días como noches
que son calles de pasos solitarios
y quieren convencernos de ser días.
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