CENICIENTA
Estaba mi corazón, por esa hora,
extraviado del ritmo de la cuerda
en un latir de grises minuteros.
extraviado del ritmo de la cuerda
en un latir de grises minuteros.
Descendía el recuerdo, palmo a palmo,
una escalera estrecha.
A destiempo,
la campanada del gozo, dio las doce.
He de perder —me dije—
el zapato,
y el milagro del baile que me espera,
si bajo tan de prisa por la pena.
Entonces,
empinando la tristeza,
descalza me volví a los salones.
Y descalza bailé, la noche entera.
empinando la tristeza,
descalza me volví a los salones.
Y descalza bailé, la noche entera.
LUZ DE RAIZAME
M.R.-C.
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