martes, 21 de agosto de 2012

SEÑARDADE DO SERÁN (FRAGMENTO)


                                                     Hai tempo levo rapaza
                                                     rondándote no serán,
                                                     arroubando amoriños
                                                     para con eles deitar.
                                                     Señardade ten o día
                                                     cando caladiño vai.
                                                    
                                                     Tí con ollos de anduriña
                                                     nada falas, nada escoitas,
                                                     nada sentes, nada mostras,
                                                     polo meu namoramento. 

                                                     E sempre senlleiro volvo
                                                     co mesmo penar tristeiro
                                                     doído chorar do vento
                                                     pola campiña adiante.
                                                     Señardade ten o día
                                                     cando caladiño vai.
    
                                                                 * * *

Traducir este poema, es fracasar en el ánimo de explicar la idea exacta, que es lo que el poema repite como elemento principal, en la voz del enamorado y en el ulular del viento:
                  “Señardade ten o día
                    cando caladiño vai”      
     
pues no encuentro vocablo en idioma castellano para definir la cadencia, la intimidad nacida en ese estado de ánimo preciso, en que se abre el espíritu a la mayor intimidad, justamente cuando el día, se está cerrando a la luz. 
Traducir es empobrecer la sublimidad de ese momento al caer la tarde, porque ese caladiño vai, es el mágico despliegue de la naturaleza, en que todo se hace silencio para oír las voces interiores. Y no hay manera más fiel de mostrar esa atmósfera (y de sentirla) que en nuestra propia lengua gallega.

O serán tiene, y acá está la mayor dificultad para traducir lealmente los versos, misteriosa atmósfera dentro del propio ser. La xuntanza con uno mismo.

Unido a la muerte del día, que siempre lleva un duelo, desatado de las tareas rurales, suma a ese estado, el instante en que se apacigua todo el universo, la naturaleza se recoge, las flores se recatan, callan las aves, los animales se aíslan.

La luz, oblicua sobre el campo, se hace fino hilado sobre el horizonte y un color de herrumbre empieza a teñir las figuras de las casas, los cobertizos, los hórreos, el agua de los riachos, los sembradíos.

Como por encantamiento, todo parece detenerse para que los alalás empiecen a oírse, primero en un tono menudo, y luego, en coro más y más cercano. El viento cruza las corredoiras, acompasado por el vibrar de la azadiña o el choque metálico de las zapas.

Estas gentes, que no llevan otro instrumento que sus propias herramientas y no son voces educadas, estos labradores que cantan las canciones que nadie escribió, antiguas baladas que desde siempre se cantaron a esa hora en que se regresa de la campiña, ya terminada la faena y antes de llegarse hasta sus hogares, hacen un alto en el camino.

La necesidad que los aúna, este murmullo que los va acercando, no puede pretender explicarse, es parte de nuestra misteriosa cultura. Pocos textos, escritos algunos en lengua ajena a la gallega, decapitados en las traducciones de mediadores, puedan describir este rumoroso encuentro de hombres jóvenes y viejos, mujeres viudas, casadas y solteras, niños y niñas que, en una ronda de cercanía, comparten cantares y viandas a la hora exacta do serán.

Para entender el sentimiento que acompaña al que trabaja la tierra, muchas veces ni siquiera propia, y que, aún agotado, tiene ganas de cantar y de cantar amores, es preciso darle al momento el significado que le presta la leyenda.

A esa hora, afirma la tradición, las meigas salen de sus lares ocultos, para que florezcan los amores más sublimes, y elijen siempre a los muchachos labradores, por fuertes y por bellos para poblar la tierra de esos atributos. Y para eso, nada mejor que los cantos de las rapazas que también del campo llegan y son las primeras en entonar los compases hacia el encuentro amoroso de los bailes.


Seguiremos entonces, cantando canciones a la caída de la tarde, con la esperanza de que a nosotros también, bajo la protección de las meigas, nos roce el perfume del enamoramiento.
Pues, ¿no es acaso, un dulce Serán el amor?



Nostalgia del crepúsculo

Hace tiempo que llevo muchacha
rondándote en el serán,
arrobando amorcillos
para en ellos recostarse.
Nostalgia tiene el día
cuando calladito va.

Tú con ojos de golondrina
nada hablas, nada escuchas,
nada sientes, nada demuestras
por mi enamoramiento.

Y siempre solitario vuelvo 
con el mismo penar entristecido
dolorido llorar del viento
por la campiña adelante.
Nostalgia tiene el día
cuando calladito va.

O Serán, es una fiesta casi nocturna, que la gente del campo organiza al caer la tarde y al regreso de sus tareas de labranza.
Difiere de lo que es una fiesta como la romería, donde mozos y mozas se conocen, danzan y se divierten. O las festividades religiosas, cuando los peregrinos acuden a venerar a la advocación de su pía preferencia y celebran la fecha con fuegos artificiales, xantares, música y baile.
Tampoco es A Malla, A Xeira, trilla en jornada de trabajo seguido que es otra reunión de intercambios entre vecinos de pueblos cercanos y constituye en majar juntos y por turno el grano de todos, resultando la operación una verdadera fiesta, en la que también mujeres y niños están presentes desde las primeras horas de la mañana hasta que al terminar, se celebra con música y buena mesa.

Derechos Reserv. Autoría de poema "Señardade ten o día"
Fragmento del Ensayo "O serán non pode traducirse"








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