En “El ojo críptico” y bajo este título, motivado
según lo refiere él mismo, por el fallecimiento del dibujante español Manuel
García Ferré, ocurrido en Buenos Aires el día 28 de marzo pasado y por el
cumpleaños número setenta y cinco de Superman, el escritor y ensayista Ricardo
Tejerina* halla buen trazo en una
reseña que merece detenida lectura.
La RAE define al vocablo caricatura como: “Figura
ridícula en la que se deforman las facciones y el aspecto de alguna persona”,
pero omite en tal definición esa suerte de sexto sentido u
“ojo críptico” que descubre el talento del dibujante; ese Nuevo Mundo -como le gusta a España repetir en sintonías de descubrimientos- en un
rostro, una mirada, un cuerpo, ese particular gesto que desnuda tierra y naturaleza sin explorar, tan irrepetible en el paisaje humano.
Destaca Ricardo Tejerina que ‘los egipcios,
etruscos y romanos ya contaban historias apelando a las “modestas vasijas”[…]Cientos
de años después, Pablo Picasso pintaría con gran sensibilidad hermosos
jarrones…y ya serían muchos menos los que discutirían la categoría de obra de
arte de cada una de estas piezas”[…] y pondera Tejerina “las humildes y
pequeñas artes menores como la cerámica, el esmalte, la orfebrería, la
alfarería, etc.” para dejar en claro paralelismo que “ya desde el origen la caricatura y la
historieta han tenido que luchar para ganarse un lugar decoroso, dada la
carencia de lustre, linaje y estirpe que sufren también dentro de la lengua”.
Buen diagramado panorama horizontal y vertical de
autores, obras, personajes, da el talentoso Tejerina para el lector neófito que
apenas sabe que esas “historietas (una suerte de historia menor)” son obra de
imaginaciones geniales que crearon a El eternauta, Mafalda, Inodoro Pereyra,
Clemente, Ramona, don Fulgencio, Avivato, Patoruzú, Ñancul, la Chacha, Isidoro
Cañones, Pochita, Anteojito o el Patriarca de los pájaros y “que no nació para
ser flor de un día, por el contrario, su amplitud expresiva y diversidad
temática, no desprovistas de las controversias aludidas, la convierten y
ubican, no obstante y por derecho propio, como un icono de la cultura
contemporánea”.
Sin dejar de mencionar las “consideraciones de
Baudelaire sobre la caricatura” quien escribió ‘‘Lo cómico y la caricatura‘‘ lleva
a reflexionar el autor sobre “el repaso de las relaciones de ésta (la
caricatura) con los hechos políticos y religiosos y de cualquier otra naturaleza
que hubieran agitado a la humanidad” tentándonos por avanzar por “un puente
imaginario que une los tiempos de nuestro discurso con aquellos otros”.
A esta altura recordé las agudas caricaturas
literarias de Quevedo, Dostoievski, Balzac, del Valle Inclán,
Flaubert, pintorescas y coloridas imágenes que parecerían escapadas de un
dibujo, un daguerrotipo, un mural en el que se espejasen las curiosas
gesticulaciones, mañas y formas que caracterizan a hombres y mujeres,
tornándolos irrepetibles, aunque fueran millones de veces caricaturados.
Hacia el cierre de la reseña, Ricardo Tejerina
concibe un broche brillante, en este caso un poema de su autoría, donde el
personaje luce “bellamente dibujada” y que es un disfrute imaginar escapándose de los cuadros alineados, vestida de versos libres.
Dibujándote moderna
Quiero
dibujarte así, de un solo trazo,
apropiarme
de tus formas y revelarte
en la
simpleza de la línea.
Quiero
reconocerte sobre la cartulina
y hacer
un collage con tu cabello enmarañado,
que le dé
pelea al lienzo y al papel.
Quiero
buscarte en las revistas
saltando
entre viñetas,
surcando
historias en un cielo de crayón.
Quiero
saberte moderna y colorida,
pintada
con témperas y acuarelas,
riéndote
a carcajadas de los dogmas
del gusto
y de la vida.
* Ricardo Tejerina
Escritor, ensayista.
Universitario en Gestión del Arte y la Cultura
(UNTREF)
Director de Ceprofis.
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