lunes, 13 de mayo de 2013

ELOGIO DE LA CARICATURA



En “El ojo críptico” y bajo este título, motivado según lo refiere él mismo, por el fallecimiento del dibujante español Manuel García Ferré, ocurrido en Buenos Aires el día 28 de marzo pasado y por el cumpleaños número setenta y cinco de Superman, el escritor y ensayista Ricardo Tejerina* halla buen trazo en una reseña que merece detenida lectura.
La RAE define al vocablo caricatura como: “Figura ridícula en la que se deforman las facciones y el aspecto de alguna persona”, pero omite en tal definición esa suerte de sexto sentido u “ojo críptico” que descubre el talento del dibujante; ese Nuevo Mundo -como le gusta a España repetir en sintonías de descubrimientos- en un rostro, una mirada, un cuerpo, ese particular gesto que desnuda tierra y naturaleza sin explorar, tan  irrepetible en el paisaje humano.
Destaca Ricardo Tejerina que ‘los egipcios, etruscos y romanos ya contaban historias apelando a las “modestas vasijas”[…]Cientos de años después, Pablo Picasso pintaría con gran sensibilidad hermosos jarrones…y ya serían muchos menos los que discutirían la categoría de obra de arte de cada una de estas piezas”[…] y pondera Tejerina “las humildes y pequeñas artes menores como la cerámica, el esmalte, la orfebrería, la alfarería, etc.” para dejar en claro paralelismo que “ya desde el origen la caricatura y la historieta han tenido que luchar para ganarse un lugar decoroso, dada la carencia de lustre, linaje y estirpe que sufren también dentro de la lengua”.
Buen diagramado panorama horizontal y vertical de autores, obras, personajes, da el talentoso Tejerina para el lector neófito que apenas sabe que esas “historietas (una suerte de historia menor)” son obra de imaginaciones geniales que crearon a El eternauta, Mafalda, Inodoro Pereyra, Clemente, Ramona, don Fulgencio, Avivato, Patoruzú, Ñancul, la Chacha, Isidoro Cañones, Pochita, Anteojito o el Patriarca de los pájaros y “que no nació para ser flor de un día, por el contrario, su amplitud expresiva y diversidad temática, no desprovistas de las controversias aludidas, la convierten y ubican, no obstante y por derecho propio, como un icono de la cultura contemporánea”.
Sin dejar de mencionar las “consideraciones de Baudelaire sobre la caricatura” quien escribió ‘‘Lo cómico y la caricatura‘‘ lleva a reflexionar el autor sobre “el repaso de las relaciones de ésta (la caricatura) con los hechos políticos y religiosos y de cualquier otra naturaleza que hubieran agitado a la humanidad” tentándonos por avanzar por “un puente imaginario que une los tiempos de nuestro discurso con aquellos otros”.
A esta altura recordé las agudas caricaturas literarias de Quevedo, Dostoievski, Balzac, del Valle Inclán, Flaubert, pintorescas y coloridas imágenes que parecerían escapadas de un dibujo, un daguerrotipo, un mural en el que se espejasen las curiosas gesticulaciones, mañas y formas que caracterizan a hombres y mujeres, tornándolos irrepetibles, aunque fueran millones de veces caricaturados.
Hacia el cierre de la reseña, Ricardo Tejerina concibe un broche brillante, en este caso un poema de su autoría, donde el personaje luce “bellamente dibujada” y que es un disfrute imaginar escapándose de los cuadros alineados, vestida de versos libres.

Dibujándote moderna

Quiero dibujarte así, de un solo trazo,
apropiarme de tus formas y revelarte
en la simpleza de la línea.
Quiero reconocerte sobre la cartulina
y hacer un collage con tu cabello enmarañado,
que le dé pelea al lienzo y al papel.
Quiero buscarte en las revistas
saltando entre viñetas,
surcando historias en un cielo de crayón.
Quiero saberte moderna y colorida,
pintada con témperas y acuarelas,
riéndote a carcajadas de los dogmas
del gusto y de la vida.

* * *
* Ricardo Tejerina
Escritor, ensayista.
Universitario en Gestión del Arte y la Cultura (UNTREF)
Director de Ceprofis.





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