Sabemos, desde siempre, que la cultura se diferencia de la ilustración y de lo erudito. Que la sensibilidad es parte de la belleza, que el buen gusto requiere de tiempo, de reiteradas búsquedas, de comparaciones. Y que lo ramplón nos genera estupidez, burocracia, premios.
Un poeta siempre vive en el amor, en la pasión, en lo insurrecto. Es
generador de aventura, es creador de
fantasías. De lo contrario no es un
poeta. Puede ser un oficial de justicia, un contador o un boticario. Puede ser
un funcionario administrativo, pero nunca un poeta. El poeta tiene imágenes,
percepciones, sueños. Y ve – lo siento caballeros, lo siento – lo que muchos no
pueden ver. No es casual que en los años setenta algunos de nosotros,
muchachos, sabíamos de Cahiers du Cinéma.
Y lo sabíamos, en parte, por Tiempo de Cine.
Se hablaba de técnica e ideología; nos hacía reflexionar Jean-Louis Comolli.
Vengo, lo dije muchas veces, del Mayo Francés. Soy un hijo de ese movimiento,
de esa historia. En esos años tomábamos facultades, participábamos activamente
de dos y tres manifestaciones por semana, imprimíamos volantes y folletos,
pintábamos en los muros leyendas subversivas, llevábamos en el portafolio
revistas sediciosas, poemas de la Guerra
Civil Española y bombas molotov. Y “la política golpeaba las
puertas de los cines”. Se hablaba de la complejidad de lo cinematográfico como
de la complejidad de los nuevos modelos en plástica o literatura. Hoy volvemos a pensar eso.
Hace un tiempo, nos visitó Tzvetan Todorov. Fue importante su
presencia. Y fue fundamental su mirada sobre una sociedad que no quiere conocer
su historia. Con la memoria no basta nos dice, la ilusión maniquea no es buena,
nos dice, no hay compartimentos estancos. “Comprender al enemigo quiere decir
también descubrir en qué nos parecemos a él”, escribe.
Hablamos de hipocresías, caballeros. De montajes de espectáculos,
señores. De aventureros mass mediáticos. De imágenes que se construyen
porque son distintas a los políticos profesionales. De la honradez del
devocionario. Que mienten, que engañan, que proponen. Y dicen y prometen. Que
mienten como ladrones. Miseria del lenguaje, d bastardos. Sin remilgos.
Olviden. No dicen estructuras. Estafan y son estafados. Con la moralina
de “políticos decentes”, “militares patriotas”, “empresarios honestos”, “sindicatos
participativos”, “intelectuales éticos”. Zonas de fraude y sacralidad. Plagios.
Crean la sobreactuación como aquella Mani Pulite. Fascina el engaño, la
esperanza, el novio perfecto y la señorita casta. Mecanismos ocultos que
construyen el poder, las sectas. Me repliego, nos replegamos. Y crece el
fetichismo organizado. Pragmático, compañeros, de rodillas. Y meta
cumbia y redoblante.
Hagan juego, caballeros, hagan juego. A la genuflexión, al oportunismo.
Con el sayo del tecnócrata. Seamos asépticos, burócratas, dispendiosos. Seamos
populistas, oligárquicos, militaristas, nacionalistas, reformistas, cagones.
Eso, por sobre todas las cosas, seamos cagones. La picaresca criolla. A
engañar, a la política mezquina, realista. Seamos imbéciles, deshistorizados.
Seamos beatos. A emplear la sexualidad mecanizada, a levantar las banderas de
una sexualidad empobrecida, institucionalizada, castradora. Hermenéutica y
promiscuidad. De la eficacia hablan los caballeros. De la eficacia de los
placebos, de las armaduras góticas.
Para pensar, amigo lector, para dar vuelta a la veracidad y a la
idealización. Para ser irrespetuosos. ¡Ah, el olfato del predestinado! Y el
guiño sobrador de estos pillos. El sainete es nuestro género. El mejor eslogan
de la confusión es ese saber político, reaccionario. Se hace evidente. Hay que
descubrirlo. Nos constriñen. ¡Ah, el estilo de vida! ¡Ah, los modelos!
Viven en sus ficciones. Territorios de la abstracción. Representan las
estrategias; ante la declinación de la
cultura política la autoexclusión. Sórdido, señores, sórdido. Contra los
exaltadores optimistas, contra los que pontifican desde lo anacrónico. Todo se
manipula. Burocracia sindical, ídolos, asesores de imagen. Cosmética emocional
o simbólica. Se recluye, se privatiza al sujeto social. Se lo atomiza. Crecen
los discursos sin teoría. Se consume, se seduce. Y crece el chisme, el
mentidero para explicar “la realidad”. El cotilleo. Una trituradora de lo
efímero, el vacío teórico que esteriliza.
Comencé
hablando del amor y de un proyecto cinematográfico. Sobre eso
edificaremos una mirada, una forma diferente de sentir. Tal vez no nos
equivoquemos
al pensar que hay un mundo insurrecto, vital, que desea otra vida. Por
el momento la mentira, el engaño, la demagogia, el populismo, el
descaro. Recuerdo cuando mi padre decía: "Fulano de tal es un hombre
serio." ¿Qué significa esta palabra, este símbolo, en estas horasde
ultraje, robo y corrupción? Aquí y en el mundo. Pero seguiremos,
seguiremos. Las estrellas brillan en el infinito, el mar sueña los
vientos de la aurora, la luna es más bella. Seguiremos por nuestra
conducta, por nuestra conciencia, por nuestra voluntad ética.
Buenos Aires, mayo de 2013
* Carlos
Penelas nació en Buenos Aires el 9 de julio de 1946.
Tiene una extensa
trayectoria poética en la literatura y es autor de notables ensayos literarios.
Cursó estudios en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, donde siguió el profesorado en Letras, Historia del Arte y Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Colaborador en diarios y revistas
literarias nacionales y extranjeras, conferencista en seminarios y centros culturales de la capital y del interior de la República Argentina, ha dictado en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad de La Coruña, Cátedra de Literatura Latinoamericana.
Disertante en mesas redondas en ateneos y centros culturales en España, Chile, Uruguay, invitado a viajes culturales a Madrid, Barcelona, Londres, Edimburgo, París, Roma, Bruselas, La Habana, Montevideo, Amsterdam, Viena, Frankfurt, Praga, Budapest, Lisboa, Florencia, Venecia, Sicilia, su presencia es de importancia requerida en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. * * * |
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