martes, 13 de octubre de 2020

POETAS CENTROAMERICANAS

JULIETA DOBLES




Julieta Dobles Yzaguirre (San José de Costa Rica, 1943) poeta, escritora y educadora, cinco veces ganadora del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría y del Premio Nacional de Cultura Magón año 2013.​
Cursó estudios de Filología y Lingüística en la Universidad de Costa Rica; donde ya había culminado un profesorado en Ciencias Biológicas y una maestría en Filología Hispánica, con especialidad en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad del Estado de Nueva York, Campus de Stony Brook.
Se desempeñó como profesora de educación secundaria, de Literatura, Comunicación y Lenguaje en la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica. Ha coordinado diversos talleres literarios y es miembro de número de la Academia Costarricense de la Lengua, correspondiente de la española.
En 1977, junto con otros poetas, publicó el Manifiesto trascendentalista. 

Obra poética 

Reloj de siempre, 1965.
El peso vivo, 1968.
Los pasos terrestres, 1976.
Hora de lejanías, 1982.
Los delitos de Pandora, 1987.
Una viajera demasiado azul, 1990.
Amar en Jerusalén, 1992.
Costa Rica poema a poema, 1997.
Poemas para arrepentidos, 2003.
Las casas de la memoria, 2005.
Fuera de álbum, 2005.
Hojas furtivas, 2007.
Cartas a Camila, (obra junto a Laureano Albán) 2007.
Trampas al tiempo, 2015.
Poemas del esplendor, 2016.

Dobles Izaguirre considera que una de las funciones de la poesía es hacer mejores seres humanos a sus lectores. Apuesta por la belleza y por el amor, como una de las mejores formas de enfrentar el terrible reto de sabernos mortales y de solidarizarnos con el dolor del mundo.

Reconocimientos

En Costa Rica, ganadora del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría, en Poesía (1968, 1977, 1992, 1997 y 2003).
Premio Editorial Costa Rica (1975).
Primer Accésit del Premio Adonais (Madrid, 1981).
Premio Nacional de Cultura Magón 2013




APUESTA

Tú pones los silencios auspiciantes,
vestíbulo del ansia
en tu sonrisa de muchacho con soles.

Yo pongo la poesía.

Tú, esas manos de móvil expertez
que trazan tatuajes invisibles y ávidos
sobre el escalofrío de mi piel.

Yo pongo la poesía.

Tú, el beso,
puerta de mudos goznes al deseo.

Yo pongo la poesía.

Tú, las lanzas osadas y profundas,
sagradas armas, siempre nuevas
en la vieja irreverencia del amor.

Yo pongo la poesía.

Tú, esa ternura tuya,
sábana singular
que me rinde y me vuelca.

Yo pongo la poesía.

¿Y la música de los cuerpos,
perdurable en su hermosa brevedad,
triunfante cada día frente a la destrucción?

Esa la ponemos los dos,
tañedores expertos del deseo…



Hojas furtivas. Editorial Costa Rica.






LA CASA CERRADA



La casa de mi madre sigue allí, en pie, 
extrañamente en pie, como el tronco de un árbol 
ya vacío a ras de la tormenta. 
Pero nada se mueve en ella. 
Nada bulle detrás de las paredes agobiadas, 
nada pulsa, excepto el desamparo 
que busca ansiosamente viejos ecos 
en los amplios zaguanes, 
donde el silencio anida como pájaro roto, 
más penoso aún después de tanta música. 
El reino de la ausencia: 
esta es la verdadera ventana de la muerte, 
que cristaliza todo lo vivido 
en una urna imposible a los retornos. 
Camino por las habitaciones 
desiertas como espejos 
que ya nada reflejan. 
Con los muebles ausentes se marcharon 
lo poco que quedaba de tu aura, madre, 
y de nuestra presencia de infancias tan vividas 
que su hálito terrestre 
perfumaba aún mosaicos y rincones. 
Quiero creer que tu saludo 
desde la muerte fue veraz. 
Que el sueño de las niñas 
viéndote entrar de nuevo 
con tu sonrisa de flor antigua 
a la casa que nos vivió por medio siglo 
fue un mensaje certero 
para mi duelo sin respuestas. 
Pero no hay resonancia en mi congoja. 
La materia es tan sorda, 
mi llanto tan espeso y tan urgente 
que tan solo me queda este poema 
donde converso a solas con la ausencia, 
frente a aquel patio nuestro, 
donde los árboles ancianos 
sembrados por la mano paterna 
-¿los recuerdas en su cortina de abandonos?- 
se nos mueren también. 


SILOGISMOS DE AUSENCIA


Si tu silencio me muerde la alegría, 
escribo. 
Si no hay música que llene tus ausencias, 
escribo. 
Si añoro la quemadura de tus manos 
sobre mis playas húmedas, 
escribo. 
Si cuando te nombro me recorre la espalda 
una fila de besos emigrantes, 
escribo. 
Si en tus labios borrados adivino 
la única fuente que me mata de sed, 
escribo. 
Si el vacío de tu voz transforma mis silencios 
en tambores ausentes y enervantes, 
escribo. 
Si toda mi piel grita de soledad y miedo 
para ahuyentar la soledad invasora, 
escribo. 
¡Cuánta poesía entretejen 
tu ausencia y mi dolor! 



No hay comentarios:

Publicar un comentario