por Hilario Fraga Potel (*)
El estilo literario de Marita
Rodríguez-Cazaux, es siempre un sorbo de vino dulce o seco, o amargo, pero en
copa de fino cristal tallado.
Si debo mostrarme genuino, diré
que esta cualidad de sutileza y sensualidad, es el verdadero perfil que la
poeta alumbra, o da a beber. Puesto entonces a pensar que su poesía se
bebe, y un buen catador podrá entenderlo, se degusta su perfume antes que su verbum, tal como esas bebidas rojas o ambarinas que tientan al paladar desde botellas cerradas y que sabemos serán gozosas cuando las bebemos.
Claro es que la sutileza, y en especial la sutileza de los sentidos, precisa
de la palabra aguda para penetrar. Así pues, sus obras transitan con la
cadencia que da el oficio y una hiperestesia que descubre el vocablo justo en
la atmósfera propicia.
Lecturas en silencio y lecturas
conversadas (a las que fuimos fieles los poetas de nuestra generación), una
persecución del lirismo sublime, delicado, donde no se pierde ni realismo ni
asombro.
Baste leer alguna de sus
composiciones gestadas en lengua gallega
- a las que me acerco especialmente -, para hallar ese matiz de fineza que le
es propio. O sus poemas intimistas, eufónicos,
que transcurren por universos sensoriales, entre velos (y versos) que muestran
sin mostrar y, por ello, son tan
apetecibles.
(*)Hilario Fraga Potel - (A
Coruña -1959)
Doctor en Filosofía y Letras.
Profesor, escritor, ensayista. Poeta en lengua gallega.
A NOSA RÚA
-Corpo,
quedaches sen o rito da dita-,
voúme
dicindo a min mesma
dende naquel tempo
que tivemos.
Hoxe, penso
quen, no cóbado da nosa rúa,
hai facer nó
cons seus brazos.
E cales
paxaros canseiros de sol,
gardados nos
niños mesturados na fresca fronde
asubían
cantigas ao verán.
Sobrevoa o
recordo polo sentimento noso.
Maís aínda
sei que hoxe,
doutros é o
máxico sopro que rolda.
Para eles
gabie universos de amor
a penumbra
da beirarrúa.
Para eles
nostros soños apaxados.
Nostras
voces na vixilia, encol daquelas pedras
na soleira
da Terra Prometida.
En su
poema “Na nosa rúa”, tiene la poeta una
mirada hacia el ayer desde la nostalgia y se lo repite a su propio cuerpo.
Cuerpo, dice, y no alma. Cuerpo que,
desde ese ayer perdido, ha extraviado la dicha.
En el tropo “Hoy, pienso quien, en el codo de
nuestra calle, /ha de hacer nudo con sus brazos.” elige una imagen intensamente
sensual, y solamente con tres palabras: codo, nudo y brazo. Una genialidad que,
opino, mereciera ser el nombre del poema.
Pájaro,
nido, fronda, silbido y verano, pintan de color el paisaje de la añoranza, la
vuelven viva, para luego hacerla testimonio de una realidad de hierro: “Sé que
hoy, de otros es el mágico soplo que ronda”; bien hallado el sustantivo y el
verbo, porque no hay nada más etéreo, de mayor levedad que un soplo que ronda.
Es
interesante en este análisis entender que rolda,
es usado también en nuestra lengua gallega para designar el cortejo, el
enamorar, el “ir detrás”. Y para entender esa finitud del amor, la poeta elige ubicarla, justamente, detrás de
un soplo. Y detrás de ese batir, el universo y los sueños palpados.
Tras ese
aroma de pérdida que en todo el poema se percibe, llega hacia el remate una
metáfora casi encubierta, “…en la vigilia encima de aquellas piedras”, pues
parece ser imagen fotográfica y, sin embargo, esconde el desvelo que acompaña a los imposibles, la vigilia.
Desnuda la última estrofa el insomnio sobre las piedras, la mayor soledad
humana, la tragedia del perdido Paraíso, o, tal como dice la poeta, “…el umbral de la Tierra Prometida”. H. F. P.
NUESTRA CALLE
-Cuerpo,
quedaste sin el rito de la dicha-,
me voy
diciendo a mí misma
desde aquél tiempo que tuvimos.
Hoy, pienso
quién, en el codo de nuestra calle,
ha de hacer
nudo con sus brazos.
Y cuáles
pájaros cansados de sol,
refugiados en los nidos, mezclados en
la fresca fronda,
silban
cantos al verano.
Sobrevuela
el recuerdo por nuestro sentimiento.
de otros es el
mágico soplo que ronda.
Para ellos
abre universos de amor
la penumbra
de la acera.
Para ellos,
nuestros sueños palpados.
Nuestras
voces en la vigilia, encima de aquellas piedras,
al umbral de
la Tierra Prometida.
La imagen que ilustra, reproduce el cuadro perteneciente a la serie de paisajes italianos de la artista plástica Ida de Vincenzo, pintora nacida en Cropalati, (Cosenza, Italia)
y radicada en Buenos Aires.
Vale: Son suyos
todos los derechos y méritos sobre la imagen.
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