Mirta Rosenberg (Rosario, 1951),
talentosa poeta y notable traductora, ha publicado después de catorce años sin
editar, “El paisaje interior”, un libro breve dividido en cuatro partes: “Cosas que se vuelven nombres”, “El paisaje
interior”, “Bestiario íntimo” y
“Conversos”, éste último con sus
versiones traducidas de James Fenton, KayRyan, Elizabeth Bishop, Ramanuyan.
En la entrevista que concedió a
Ezequiel Alemián, Rosenberg asegura que “este libro es mi libro de los 60 años.
Considero que a los 60, es más difícil publicar un libro que una obra reunida”, cabal comentario que, sin duda, entenderá el escritor que ha vivido oficio constante y cotidiano desplazado en
calendarios, y le dará la razón, pues poder armar nuevas escenografías literarias
es un real mérito cuando se cruzaron décadas por aduanas de descubrimientos y
asombros.
En ese trance, pasados y presentes se irán
acomodando, como recién llegados a un
lugar que se tantea a través del recuerdo, con la misma sensación que embarga cuando llegamos a un sitio por primera vez y nos parece, ya haber
estado antes.
Así, seguirán recreando,
depurados, actuales visiones siguiendo la afirmación de Mallarmé, “más que con
ideas, con palabras” y logrando (al fin) el peso justo que el trascurso de la
vida enseña después de ciertas experiencias.
Quizá a esto se refiera Rosenberg
cuando dice “ser poeta es aprender a
poner coto a la auto-indulgencia y descartar gran parte de lo que se escribe
porque, en verdad, carece tanto de valor literario como de interés
extra-personal”.
Lleva este enunciado de Rosenberg a
las palabras de Rafael Oteriño en su ensayo “Lo breve, lo callado, lo
importante” (Dificultades de la poesía- 2010) cuando rememora a Gottfried Benn
quien habla de “una medida voz interna que nadie oye, que no se sabe de dónde
viene ni lo que quiere decir pero, que encamina toda la obra del poeta en su
trabajo solitario”.
Citando a Borges, “en la
escritura poética lo permanente es el sonido y lo casual el significado”,se
entenderá claramente que el poeta interpretará, y
después de mucho ensayo, los secretos del sonido que irán, por multiplicidad
de rutas, hacia el lector-oidor, quien será el que advierta vuelo, ritmo, entonación, curva melódica de expresión oral,
tendencia,etc. que emergen desde esa voz de la que habla Benn.
Si seguimos el hilo de “…, lo callado,…” podremos
encontrarnos con la poesía confesional (que no es poesía intimista) y que, señala Denise Levertov,
“tiene como motivación el deseo de liberar al poeta de algo que encuentra
opresivo. Sin embargo, un poema no es un vómito ni siquiera, lágrima. Es algo
diferente a una fuerza corporal.”
Precisa idea para saber que lidiar con un dolor no
es una función primaria de la poesía (aun confesional) y puede ser placentero
desnudar el sentimiento. “El mito del sufrimiento del poeta es vanidad”, agrega
Levertov, y con ella otros poetas coinciden, incluso en el sentido bíblico, puesto que los
sufrimientos de los poetas no son mayores que los de cualquier otra persona y
lo que pudiera diferenciarlos del común, pasaría por su conciencia o sensibilidad
a propósito de algunas cosas.
“Hay mucha gente igual de
sensible que no tiene nada creativo que hacer con su sensibilidad, que no ha
encontrado un modo para incorporar su sensibilidad a la acción, de hecho sufren
más que otro capaz de crear a partir de la sensibilidad”, asegura Levertov, por
lo que el poeta cuenta con mayores recursos que otros seres mortales y hora es de
que pierda fama y boato de melancólico y amigo de tristes pasiones.
Dejar de
aparentar pesares magnificados y desterrar la culpa por no sentirla. Sin
brillos (o sombras), confesar que escribe lo que le dice -o cree que le dice,
que es ya una inmensa alegría-, la voz, (ansias, desafío, osadía, inquietud …y más) y dar a la vida (al poema ), hechos. Y sin
aspavientos,“porque, en verdad, carece tanto de valor
literario como de interés extra-personal” volviendo a Mirta Rosenberg.
Un camino llano y breve, alejado
de musas míticas y celestes. Tal como dicePaul Valery : < Si me interrogan por lo que “he
querido decir” en un poema, respondo que “no he querido decir” sino “querido
hacer” y que la intención de “hacer” fue la que “ha querido” lo que “he dicho” >.
M.R.-C.
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