viernes, 29 de noviembre de 2019

POETAS ESTADOUNIDENSES


ELIZABETH  BISHOP 





INSOMNIO

La luna en el espejo del buró,
a un millón de kilómetros, se mira
(con orgullo, tal vez, pero nunca
nunca, esboza una sonrisa)
está mucho más allá del sueño, o
tal vez ella duerma de día.
Si el universo la abandonara,
lo mandaría al demonio
y encontraría un curso de agua,
o un espejo, donde morar;
así que envolvé el asunto en una telaraña
y arrojalo a un pozo
a ese mundo a la inversa
donde la izquierda está siempre a la derecha,
donde la sombra en realidad es el cuerpo,
donde toda la noche están despiertos,
donde playo es el cielo, como acá
hondo es el mar, y vos me amás.


ANÁFORA

Cada día empieza con tanta
ceremonia, con pájaros, campanas,
el silbato de una fábrica;
a cielos de un oro tan blanco se abren
nuestros ojos, a paredes tan brillantes,
que por momentos nos preguntamos
“¿De dónde viene la música, la energía?
Y el día ¿para qué criatura inefable se creó,
que seguro perdimos?” Ah, sin demora
aparece él y al instante asume su forma
terrena, al instante cae
víctima de la vieja conspiración
adquiere la memoria y una fatiga
mortal mortal.
Más lento, entra en el campo visual
y se derrama sobre las caras moteadas,
oscureciéndose, condensando toda su luz;
a pesar de todo el sueño
malgastado en él con esa mirada,
padece nuestros usos y abusos,
se hunde en la marea de los cuerpos,
se hunde en la marea de las clases
rumbo a la noche, al mendigo de la plaza
que, agotado, sin lámpara ni libro
prepara estudios fantásticos:
el fenómeno ardiente
de cada día de inacabable
inacabable aceptación.

CASABIANCA

Amor es el chico parado en la cubierta en llamas
tratando de recitar “El chico parado en
la cubierta en llamas”. Amor es la declamación
tartamuda del hijo que mira de pie
mientras el pobre barco incendiado se hunde.
Amor es el chico obstinado, el barco,
hasta los marineros que nadan y bien
quisieran tener unas gradas en la escuela
o una excusa para haberse quedado
en el muelle. Y amor es el chico en llamas.


PELEA

Los días, que no pueden acercarte
o no quieren
y la distancia, que trata de parecer
más obstinada,
pelean, pelean, pelean conmigo
continuamente
sin probarte menos querido ni menos deseado.
Distancia: ¿Te acordás, toda esa tierra
abajo del avión;
esa costa
de playas borrosas enterradas en la arena
estrechándose indistinguibles
todo el camino,
todo el camino hasta donde mis argumentos se terminan?
Días: Y pensá
en ese caos de instrumentos,
todos para causar un efecto:
anular la experiencia del otro,
eran como un
calendario abominable
“Saludos de Por siempre & Jamás S.A.”
El sonido intimidante
de estas voces
que tenemos que encontrar por separado
puede y va a ser vencido:
Los Días y la Distancia se desbocaron otra vez
y se alejaron
ambos para bien de un campo de batalla manso.



CHEMIN DE FER

Sola por las vías del tren
caminaba con el corazón batiente.
Tal vez estaban demasiado juntos
o muy separados los durmientes.
El escenario, empobrecido:
una mata de pinos y el roble; más allá
de su fronda, mezcla de gris y verde,
vi el pequeño estanque
como una lágrima antigua
donde vive, sucio, el ermitaño,
lúcidamente aferrado
a sus heridas año tras año.
El ermitaño disparó su escopeta
y el árbol junto a la cabaña se agitó.
sobre el estanque se esparcieron ondas
y la gallina voló haciendo clo-cló.
“¡Hay que poner en marcha al amor!”
gritó el viejo ermitaño.
Un eco, desde el fondo del estanque,
trató y trató de darle la razón.


UN ARTE

No es difícil dominar el arte de perder
tantas cosas acaban por perderse
y esa pérdida no es una catástrofe.
Hay que perder algo todos los días. Aceptar el
fastidio de las llaves perdidas, las horas malgastadas.
No es difícil dominar el arte de perder.
Después, practicar perder más y mejor:
lugares y nombres, dónde era que ibas.
Vas a ver, nada de eso es una catástrofe.
Perdí el reloj de mi madre. La última o
anteúltima de tres casas que amé. ¿Y ves?,
no es difícil dominar el arte de perder.
Perdí dos ciudades entrañables. Y más,
algunos reinos que tuve, dos ríos, un continente.
Los extraño, sí, pero no fue una catástrofe.
Ni siquiera perderte a vos (la voz graciosa, un gesto
que amo) me haría mentir. Es obvio que
no es difícil dominar el arte de perder, aunque
pueda parecer (¡ponele la firma!) una catástrofe.



ALGUNOS SUEÑOS QUE OLVIDARON

Los pájaros muertos cayeron sin que nadie los hubiese visto llegar
ni supiera de dónde. Eran negros, tenían los ojos cerrados
y nadie sabía qué clase de pájaros eran. Sin embargo, todos los agarraban
y miraban para arriba al cielo nuevo, acanalado y distante.
También cayeron gotas negras. Recogidas a la noche en los aleros
o congregadas en los techos sobre las camas, pendieron como formas
de gotas misteriosas encima de sus cabezas toda la noche,
y ahora rodaban de sus dedos negligentes, veloces, como el rocío de las hojas.
¿Dónde habían visto brillar bayas así de perfectas,
tan temprano a la mañana? Señuelos de corazón negro
sobre las ramas o bajo las hojas. ¿Pensaron “es veneno” y
las dejaron —acordate— o se las comieron de los árboles atestados?
¿Qué flor se encoge así hasta ser semilla como esta, como la aquilegia?
Pero para las ocho o las nueve sus sueños son todos inescrutables.



*Versiones en castellano de Sandra Toro.




Elizabeht Bishop (Massachusetts,1911 - Boston, 1979).
Distinguida como Poeta laureada de los Estados Unidos (1949-1950) y Premio Pulitzer de poesía en 1956. Es considerada ícono de la poesía lesbiana.
Después de que su padre muriera cuando ella tenía sólo ocho meses de edad, la madre de la poeta sufrió una enfermedad mental y fue enviada a una residencia psiquiátrica en 1916. Aunque la madre de Bishop vivió hasta 1934 en un asilo, nunca más se encontraron. 
Huérfana desde un punto de vista práctico, Bishop vivió con sus abuelos en Nueva Escocia un período que posteriormente idealizaría en sus poemarios.
Años más tarde Bishop fue internada en  Walnut Hill School en Natick, Massachusetts, donde publicó sus primeros poemas en una revista de estudiantes gracias a su amigo Frani Blough.​ 
Se matriculó en Vassar College en el otoño de 1929, justo antes del colapso bursátil. 
En 1933 fundó Con Spirito, una revista literaria independiente junto con la escritora  Mary McCarthy, Margaret Miller, y sus hermanas Eunice y Eleanor Clark.

La escritura de Bishop estuvo fuertemente influída por la poeta Marianne Moore a quien fue presentada por un bibliotecario de Vassar en  1934. 
Moore se interesó mucho por el trabajo de Bishop y la llegó a disuadir de estudiar medicina en la Cornell Medical School, donde la poeta se había matriculado tras mudarse a Nueva York después de su graduación.
Cuatro años más tarde Elizabeth Bishop se dirigía a la ‘Querida señora Moore’ como ‘Querida Marianne,’ por el simple hecho que así se lo pidió Moore. La amistad entre las dos mujeres duró hasta la muerte de Moore en 1972. El libro de Bishop At the Fishhouses (1955), contiene varias alusiones al poema de Moore "A Grave".​
Bishop viajó en numerosas oportunidades y vivió en varias ciudades y países, muchos de los cuales han sido descriptos en sus poemas. 
Durante la década de los ´30 se radicó en Francias durante varios años, gracias en parte al patronazgo de  Louise Crane, amiga de la universidad y con quien compró en 1938 una casa en el 624 de White Street, en Key West, Florida. Mientras vivía allí, Bishop se hizo amiga de Pauline Pfeiffer Hemingway, quien se había divorciado de Ernest Hemingway en 1940.
En 1946, Marianne Moore presentó personalmente a Bishop para el Premio Houghton Mifflin de poesía, convirtiéndose en la ganadora del galardón.
Su primer libro, North & South, fue publicado con mil ejemplares; Randall Jarrell a quien había conocido en 1947, escribió sobre la obra que "todos sus poemas han sido escritos desde lo más profundo, lo he visto".
Randall Jarrel le presentó a Robert Lowell y en esa misma época también conoció a James Merrill, conservando la amistad hasta sus últimos años.
Escribió el poema "Visits to St. Elizabeth´s" en 1950 como recuerdo de sus visitas a Ezra Pound.
Elizabeth Bishop, quien tuvo problemas financieros a lo largo de casi toda su carrera, cada vez se mantenía más gracias a la concesión de becas y premios.
Tras recibir la importante cantidad de dólares como beca para viajes del Bryn Mawr College en 1951, Bishop partió a circunnavegar Sudamérica en barco. Llegó a Santos, Brasil, en noviembre de ese año. Pensaba estar dos semanas pero permaneció durante quince años radicada en Brasil. 
Mientras vivía en Brasil recibió el premio Pulitzer en 1956 por su libro North & South — A Cold Spring, que agrupaba varios poemarios. 
Posteriormente recibiría el  National Book Award y el National Book Critics Circle Award, así como dos becas de la Fundación Solomon R. Guggenheim y una de la Ingram Merrill Foundation. 
En 1976, se convirtió en la primera mujer en recibir el Premio Internacional de Literatura de Neustadt.
Con frecuencia escribía artículos para The New Yorker, y en 1964 escribió el obituario de Flannery
O´Connor en The New York Review of Books.
Bishop fue conferenciante de universidades durante muchos años. Durante un corto período de tiempo fue profesora de la University of  Washington, antes de serlo en la Univesidad de Harvard durante siete años. También enseñó en la  Universidad de Nueva York antes de acabar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Normalmente solía pasar los veranos en su casa de Maine, en una isla llamada North Haven.
Durante su estancia en Brasil, Bishop comenzó a interesarse por las lenguas y literaturas de Latinoamérica. Con el tiempo traduciría a muchos poetas al inglés, entre los que destacan Octavio Paz, Cabral de Melo Neto y  Carlos Drummond de Andrade, de quien dijo: "No lo conocía de nada. Se suponía que él era muy tímido. Yo también soy muy tímida. Nos encontramos una vez -una noche en una acera- Habíamos salido del mismo restaurante, y besó mi mano educadamente cuando nos presentaron".
En su vida personal tuvo varias relaciones con distintas mujeres y dos relaciones estables. La primera fue con la arquitecta socialista brasileña Lota de Macedo Soares, quien pertenecía a una familia importante desde el punto de vista económico y político; las dos vivieron juntas durante un periodo de quince años. Sin embargo, en los últimos años de su relación ésta se deterioró marcada por la depresión y el alcoholismo.
Bishop tuvo una relación con otra mujer y finalmente dejó a Lota y volvió a los Estados Unidos. Soares, afectada por una profunda depresión, siguió a Bishop hasta los Estados Unidos y se suicidó en 1967.
La otra gran relación de Elizabeth fue con Alice Methfessel, a quien Bishop conoció en 1971. Methfessel se convirtió en la pareja de Bishop y, tras su muerte, heredó los derechos literarios de la obra de su pareja.
Bishop murió de una hemorragia cerebral en su casa de Lewis Wharf, Boston. Fue enterrada en su ciudad natal, Worcester, Massachusetts.



No hay comentarios:

Publicar un comentario