miércoles, 27 de noviembre de 2019

POETAS ARGENTINAS


JUANA BIGNOZZI






cuando yo esté muerta un libro va a llevar mi nombre
se llamará obra completa porque nunca más
podré agregar una línea
y ahí estará mi muy primera juventud
las etapas intermedias
poemas sueltos de un momento de ilusión
la última pasión antes de volver a la verdadera
se darán cuenta de que este monumento
estuvo hecho de grietas
que no se vieron
y de cariños que nunca olvidó
crearán un personaje de papel
después de todo
tal vez fui sólo eso
una mujer que sólo tomó en serio su compromiso con unas ideas
un hombre
y las palabras


Ce triste exil, ce fier exil


En las noches felices con la gente que amo
él hace sentir su ausencia,
se instala en el amor que me dan,
en el amor que doy,
en el otoño, sí, ya sé, las hojas;
dos amigas caminan por calles entrañables,
hablan del amor, la vida, los hombres,
se dejan envolver por la dulzura de la noche de mayo,
hacen a un lado las cosas irremediables,
caminan solas entre los olores, las luces de las ventanas,
algún rostro obsesivo que insiste, insiste,
pero ellas saben tanto sobre el amor, tanto,
que pueden convertir todo en una charla brillante
el hombre que desean hasta sentir frío,
el verdadero amor
y el aplastante domingo que hay que atravesar
para que su voz sea de nuevo
y todo empiece a cobrar vida.

Los amigos que me aman hablan de mis ojos,
ya sé, son importantes como las hojas en otoño,
pero todo cae a golpes
en estos domingos para lanas tibias, hijos que no tengo,
globos de colores en el parque.

Entre ritos familiares se calienta al sol
impura,
como si hubiera encendido fuego en viernes
o hubiera cantado en tierra extranjera.



Domingo a la tarde


Cuando se sientan frente a frente
amores imposibles, quincallería amistosa,
tipos que se atrevieron y esa mujer intensa
que lleva augurios a felicidades que nunca entenderá,
la buena gente desecha las malas palabras,
la buena gente dice todos tienen posibilidades en la vida,
sienten crecer su amor por esa mujer intensa,
tan sola, que vivirá siempre detrás de una ventana
y todo lo que le ofrecen está demasiado azucarado.



La vida plena


A algunos les han quitado las ganas de hablar,
pasan mudos por el amor, aman perros vagabundos
y tienen una piel tan sensible
que nuestros pequeños saludos cotidianos
pueden producirles heridas casi de muerte.
Nosotros, seres amables e inofensivos,
miramos los gatos enfermos, las mujeres con collares
que pasan por la calle
y sentimos un desamor agradable,
casi suficiente.






Soy una mujer sin problemas


Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.
Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.
Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.



Le entrego mi nombre a la vida que sube


Detrás de estos juegos de inteligencia
detrás de nosotros, que estamos en lo que podemos,
que sólo manejamos vasos al borde de la lluvia
vinos amicales,
fosforescencias del mar tienen su nombre,
que yo sólo puedo decir a través de ojos lánguidos,
sonrisas tristes mi amor devastado.
Tan pobres que éramos,
y ahora los que vienen de Cuba, los que van hacia Cuba,
entran en mi lenta ternura de mujer que vive junto a un río
hacen insoportable nuestra miseria.



JUANA BIGNOZZI Buenos Aires (1937- 2015)
Poeta y periodista. Residió desde 1974 al 2004 en  España trabajando como traductora y retornó a la República Argentina en 2004, donde falleció.​
Galardonada con el Premio Municipal de Poesía 2000, Premio Konex y Premio Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional Argentina en 2013.​


Juana Bignozzi nació en el seno de una familia anarquista y antiperonista​ que, a pesar de las limitaciones económicas, privilegió siempre el acceso a la cultura y la educación sobre otros gastos, hecho que la poeta mencionó en numerosas oportunidades.
A fines de los años ´50 Bignozzi comenzó a militar en el Partido Comunista y desde ahí se involucró con el círculo de poetas  El Pan Duro donde conoció a Juan Gelman, Juan Carlos Portantiero y José Luis Mangieri.
En los años ´60 se distanció del Partido Comunista aunque participó de la publicación Vanguardia Comunista. Comenzó las carreras de Letras y de Derecho en la UBA, abandonándolas más tarde. Trabajó como profesora de contabilidad, ayudante de contador y administrativa.​
En 1974 casó con Hugo Mariani y se trasladaron a Barcelona previo al inicio de la  última dictadura militar-cívico-religiosa.
Al respecto partió pensando que volvería en unos pocos años y por eso no aceptó la palabra «exiliada» sino que prefirió llamarse «desterrada, apátrida». Pasó treinta años de su vida en España, trabajando como traductora y viajando con frecuencia a Italia.​

«Quiero que lo que diga se entienda, pero no necesariamente que sea fácil de entender [...] Se es poeta para trabajar con la lengua de otra manera. 
En la poesía tiene que haber algún misterio, algo que el poeta ve y que el público no. Tenemos la obligación de revelar los misterios pero de una manera distinta de la que tiene el periodismo».

Obra:

1960, Los límites
1962, Tierra de nadie
1989, Regreso a la patria
1990, Mujer de cierto orden
1993, Interior con poeta
1997, Partida de las grande líneas
2000, La ley tu ley
2010, Si alguien tiene que ser después
2014, Las poetas visitan a Andrea del Sarto

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