domingo, 25 de noviembre de 2018

OPINIÓN - RESEÑAS





APUNTES CON LÁPIZ DE MINA, de Gabriela Casañas

(Editorial Dunken, Buenos Aires, 2018)





Reseña de Germán Cáceres 


Convincente introducción de «Palabras de la autora», en la que comenta sobre la libreta de apuntes: “El cuaderno es un objeto que me ha acompañado toda la vida. En cientos de ellos quedaron plasmadas frases, vivencias, fragmentos de novelas, en un desorden atrapante (…) “¿No se encuentra la verdadera historia en un espontáneo descubrir, desprolijo, casi en clave…?”. Su enfoque puede emparentarse con el de Alberto Tabbia (1939-1997) – director junto a Edgardo Cozarinsky de la notable revista de cine Flashback–, cuya libreta de notas terminó convertida en el libro Palacio de olvido. Así, Apuntes con lápiz de mina tiene la forma de cuaderno escolar y los textos de los cuentos están ornados por pequeñas viñetas coloreadas que buscan la empatía del lector. Además, la tipografía imita la letra de la escritura con birome.

El «Portal» presenta un sagaz y lúcido prólogo de Marita Rodríguez-Cazaux, que capta, como si su lectura la efectuara con un escalpelo, el sentido de los cuentos incluidos en el libro: “…ese ir y venir de desmemorias que es la memoria, merezca transitarse en compañía de una libreta de apuntes, donde podamos dibujar entre renglones el sueño perseguido, aquella ambición en ascuas, el plan relegado, y por qué no, los soles y lunas de un calendario que aspire perpetuarse”.

Muchos de los cuentos son monólogos interiores, como por ejemplo «Etiquetas», en el cual la protagonista prepara una comida con muchos condimentos para el amante que la engaña y la maltrata verbalmente. Original la aplicación de colores a los ingredientes invocados.
En «El lunar» alienta una sensualidad que no puede canalizarse. La prosa directa de Casañas introduce imágenes y símiles que dan cuenta del estado de ánimo de la solitaria protagonista.
Siguen los colores en forma de anillos que funcionan como ilustraciones.
Una prosa precisa y ágil exhibe «Violación», que presenta un relato triste cuyo desenlace resulta emotivo y estimulante.
Hay cuatro páginas dispersas en el libro que se titulan «Citas y frases» y funcionan como espontáneas ocurrencias –algunas de ellas aforísticas– que enriquecen la lectura.
Tanto «Conectados» como «Colgado de la red» refieren la adicción informática que da paso a la falta de auténtica comunicación y a la soledad.
Una aguda reflexión sobre la avaricia espiritual de los seres humanos por vivir intensamente cada segundo de la vida da cuenta «Atrapando el momento».
«Despojada» puede leerse como prosa poética que alude a esos instantes íntimos que llevan a un sentimiento de desolación: “Aceptando sin intención de compartir, esta voz interior que bucea en soledad».
Otro soliloquio de una mujer dominada por la melancolía es «Ella, él y el mar», como también lo son «Soliloquio a dos voces» y «Remando remar» (en este último una muchacho aspira conquistar a todas las estudiantes).
El final sorpresivo de «Revelaciones» señala el golpe bajo que suelen recibir los enamorados ingenuos.
Probando su amplitud de registro Gabriela Casañas desarrolla una fábula romántica en «Leda y el cisne».
“La psiquis es lo más fuerte de nuestro ser ¿o no? (…) Una y otra vez nos sometemos a su locura con breves espacios de lucidez” propone «Pensamientos de gato». De esta forma, la narradora permanentemente indaga en el sentido de la existencia.
En «Siempre niña» un imprevisto final revela que parte del cuento es un sueño de la protagonista.
Evidentemente la autora anhela que el amor triunfe y así lo expone «La carta» en una suerte de grito, y «Sin despedida» plasma un emotivo canto al humanismo.

Gabriela Casañas nació en Buenos Aires y escribió las novelas La libertad de Oudine (2006) y Semen (2009) y el libro de cuentos Mujer sin maquillaje (2015).








Germán Cáceres
Germán Cáceres (Avellaneda, Pcia. de Buenos Aires) 
Afamado escritor, dramaturgo, prologuista, reseñista, autor de numerosa y premiada obra.


PORTAL



        
        Novelista y cuentista destacada, Gabriela Casañas presenta en esta oportunidad una selección de cuentos donde penetra el paisajismo interior bajo la condición propia de su estilo: talentosa orientación para hallar la palabra justa y afortunado modo de volverla expresiva imagen.
        Las historias humanas, voces y pasos que encauzan la altura literaria de la escritora argentina, transitan el territorio sensible y realista de “APUNTES CON LAPIZ DE MINA” con un agregado original, las expresivas y apropiadas imágenes.
      Conociendo la pasión de la autora por el comic, esta edición concibe una suerte de complicidad con el lector y remonta al tiempo en que la mensajería no era inmediata y los dibujos que hoy llamamos emoticones respondían a estados de ánimo con los que se adornaban a piacere todo tipo de manuscritos. De esta forma, onomatopeyas y gráficos conforman maridaje con un léxico conciso, fluido, imbuido de percepción.
     Para acaparar este valor ha de ser preciso que el escritor levite sobre sí mismo; acople su latitud personal al movimiento universal, cruce miríadas de leguas o cercanías tras el eco que dejará de ser lengua propia para volverse idioma cósmico, ilimitado. Un ejercicio descomunal que llega desde el inconformismo y establece empatía entre el lector y quien escribe. Primordial cualidad de la que también dispone la narrativa de Casañas, la efectividad en la relación de Autor-Leedor, como ella prefiere llamarlo.
      Innegable carisma a su favor y una suerte de rebeldía fecunda –por momentos confidencial, en otros, detonada como los fuegos artificiales que estallan en el instante absorto– le permiten divisar los espirales que tantean mujeres y hombres, desde el primer día de la Creación.
       Sabemos que seguiremos buscando la llave para penetrar tantos asombros y cuestionamientos como corazones laten, y, al pensar de Luz María Loynaz, las vicisitudes compartidas habrán de orientarnos a hallarla. Quizá por esto mismo, nos vinculamos desde la intimidad con contagiosa celebración, para ir descubriéndonos a través del otro, de igual manera eso nos permite descubrir nuestro costado más íntimo, el perfil menos transitado de nosotros mismos.
      En esta entrega, Casañas vuelve a abordar el sugestivo tratamiento narrativo y recrea fragmentos de sus novelas “La libertad de Oudine”, “Semen” y “Mujer sin maquillaje”, donde subyacen observaciones sobre una sociedad incomunicada y escéptica, y toman cuerpo aggiornados en temas penetrantes donde el conflicto queda al desnudo y el remate acierta osadamente, como ocurre en “Violación” y “Revelaciones”.
     El dominio lingüístico de la autora permite presentar la diversidad del elenco que compone la historia en ritmo creciente para atrapar al lector en un juego de encuentros y desencuentros, pronosticando profunda reflexión, tal el caso de “Etiquetas” donde el entusiasmo de la escritora por el arte cinematográfico y la fotografía se advierten ensamblados en la recreación escénica como si una cámara la tomara.
    Cuestionamientos de monólogo interior, sensualismo y remembranzas despliegan con convicción finísimo tejido a tal extremo que la imagen puede palparse, como acontece en “El Lunar”, “Pensamientos de gato”, “Ella, Él y el Mar”.
   “Colgado de la red” el inicio establece el consabido Había una vez, estribillo disparador de cuentos infantiles, y “Conectados”, remarcan con clarividencia una época de distanciamientos e indiferencias en una sociedad autista, intoxicada de aportes cibernéticos. Ambos cuentos, de conclusiones rotundas aunque diferentes, tienen un hilo conductor que no es justamente el que ata las relaciones humanas en la ambigua problemática de los tiempos que corren.
   “Siempre niña”, narrado en tercera persona, transita presente y pretérito, atizando un recuerdo en paisaje de infancia que se convierte en pasaporte de felicidad rompiendo el nexo de lo temporal.
    Manteniendo su línea literaria de párrafos cortos, Casañas suma metáforas plenas para mostrar el batallar existencial, como ocurre en “Leda y El Cisne”, brillante relato donde lo sublime y la malignidad transitan carriles sorprendentes, y amerita excelsitud de oficio en “Despojada” relato donde el minimalismo obra como simbolismo.
     “Soliloquio a dos voces” merece párrafo destacado. La autora aborda la violencia de género, el maltrato infantil, el abuso, el impacto emocional, con una puesta en escena frente a la cual el lector no pierde verbo ni elipsis, conmovido ante la atroz revelación.
     Hacia el cierre, el poema “Sin despedida” recurre a tropos de excelencia y conlleva un mensaje de esperanzador despliegue.
     Como en anteriores oportunidades, Casañas moviliza el interiorismo más oculto y logra con el lector indudable empatía, deja expuestos aquellos sueños y proyectos que la azuzan, tan similares al mundo interior de quien la lee. Se genera así una intimidad casi milagrosa que ata a uno y otro en primera persona, espiando agudamente el universo para agregar “más mundo al mundo”.
     Es posible que en hojas de libretas de apuntes se escriban palabras al vuelo, a toda prisa para no perderlas, y que luego la inspiración y el oficio las lleven a fenomenales cuentos o poemas. Sin embargo, el lenguaje de las cosas necesita, como afirma Marechal, del silencio rico, grávido, atento. Este es el silencio que no resigna Casañas, en el que hasta el menor y más suspendido gesto puede tocarse, ocupa lugar.
     Sin duda, después de internarnos en este último libro de Gabriela Casañas, ese ir y venir de desmemorias que es la memoria, merezca transitarse en compañía de una libreta de apuntes, donde podamos dibujar entre renglones el sueño perseguido,  aquella ambición en ascuas, el plan relegado, y por qué no, los soles y lunas de un calendario que aspire perpetuarse. Incluidos tachaduras, resaltados y enmiendas que hacen que cada vida –y cada libreta de apuntes– tenga su propia rúbrica.
   
                                                                                               Marita Rodríguez-Cazaux







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