lunes, 26 de agosto de 2013

NOCTURNO

"NOCTURNO" es un género artístico que toma lugar en el Romanticismo, y se instala primeramente en la música. Esos movimientos líricos, intimistas, conforman las obras de compositores sentimentales como Chopin y se expanden en los salones literarios frecuentados por la misma época.
María Amelia Arancet Ruda tiene un análisis impecable sobre este estilo literario del que repasamos a continuación algunos tópicos:

En los nocturnos hay un YO que vela, a veces sin causa conocida y tiene encarnadura:
               “Los que auscultasteis el corazón de la noche,
                los que por el insomnio tenaz habéis oído
                el cerrar de una puerta, el resonar de un coche”.

Por otra parte, el nocturno encauza una poesía netamente emocional. Esta inclinación resulta propia de su naturaleza, debido a que el YO se vierte hacia el interior.
Dentro del ámbito hispanoamericano y en literatura resulta obligado acudir a la obra de figuras como la del colombiano José Asunción Silva, la primera que surge en conexión con este tipo de composiciones.

Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
a mi lado lentamente, contra mí ceñida toda,
muda y pálida,
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,[…]


Rubén Darío, más tarde se distingue en este ámbito de lo furtivo, secreto por excelencia. Es la ocasión en que asoman el miedo a la soledad, enunciado ya en el primer nocturno de Veinte poemas... (1922: “luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos”), y, asimismo, el miedo a la muerte, más bien el “horror”, como se puede leer en el final de este otro “Nocturno” del Darío de Cantos de vida…:


[…]
la conciencia espantable de nuestro humano cieno
y el horror de sentirse pasajero, el horror
de ir a tientas, en intermitentes espantos,
hacia lo inevitable desconocido, y la
pesadilla brutal de este dormir de llantos
¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará!


El momento y el lugar más adecuados, suficientemente permeables, suficientemente sólidos, para la aparición de temores y de deseos, en especial de los más profundos, de los menos divulgados; en algunos casos, de los prohibidos: eso es la noche en estas composiciones. Esta combinación de anhelo y miedo se ve, por ejemplo, en el “Nocturno” de El canto errante:

Silencio de la noche, doloroso silencio
nocturno… ¿Por qué el alma tiembla de tal manera?
Oigo el zumbido de mi sangre,
dentro de mi cráneo pasa una suave tormenta.
¡Insomnio! No poder dormir, y, sin embargo,
soñar. Ser la auto-pieza
de disección espiritual, ¡el auto-Hamlet!
Dilüir mi tristeza
en un vino de noche,
en el maravilloso cristal de las tinieblas…
Y me digo: ¿a qué hora vendrá el alba?
Se ha cerrado una puerta…
Ha pasado un transeúnte…
Ha dado el reloj trece horas… ¡Si será Ella!...


El argentino Leopoldo Lugones, se acerca, aunque parodiando el nocturno, en su largo Lunario sentimental. Por otra parte, el género nocturno suele asociarse con el íntimo erotismo y dentro del ámbito modernista dos buenos ejemplos de erotismo nocturnal son Los crepúsculos del jardín, de Leopoldo Lugones y Las lunas de oro, del uruguayo Julio Herrera y Reissig.

Todo era amor en el lozano ambiente;
Todo era fiesta en el galante prado,
Y en un banco decrépito a mi lado,
Yo sólo el mudo y tú la indiferente…

¡A qué insistir! me dije obsesionado,
Muerta de noche y sin color la frente;
¡A qué insistir! si esa mujer no siente,
Si no sabe sentir, ni nunca ha amado!

Soñó la orquesta en la terrasse contigua,
Y todo se turbaba de una ambigua
Pesadilla de Schumann… Entre tanto,

Tu clara risa con que al cielo subes,
Aparecía bajo un tul de llanto,
¡Como un rayo de luna entre dos nubes!


Enrique Larreta, cultiva un nocturno modernista más delicado, casi amoroso:

Ese fúnebre tallo que desprende
la noche y que florece en inclinadas
fulguraciones. Esas desplegadas
tinieblas de un abismo que se enciende
con temblores de altar y nos suspende
en la embriaguez de glorias impensadas,
ese, al fin, para mí son tus curvadas
cejas y tus ojos nocturnos. Duende,
fantasma de mí mismo; las estrellas
como luz de mis pies, mirando aquellas
encendidas pestañas; siempre todo
cielo tu rostro y rostro el cielo, sigo
tu presencia espectral, mi amor, de modo
que voy, que voy sin ti; pero contigo.


Oliverio Girondo por contexto y por formación, no fue ajeno a él. Uno de los rasgos más destacados es la presencia expansiva, incluso frecuentemente masiva, de la noche: todo cuanto no sea ella desaparece, ya sea porque queda subsumido (diría Darío: “Dilüir mi tristeza/ en un vino de noche”), o bien porque se fusiona voluntariamente con la noche, como ocurre en uno de los nocturnos no reunidos en libro de Oliverio:

A tu sereno mágico y desnudo
y suave azul lunar
lacios cabellos
de tan húmero aliento
y fácil sueño,
como la voz que enciende esa ventana
o aquella luz que calla
tras tanta suelta sombra de alta fiebre,
quiero, noche, mezclar,
-aunque me duela-,
en un solo y unánime latido,
este insomne rumor
de árbol de venas
[…]


En el género nocturno la noche es, además, la ocasión del extrañamiento, del desacomodo del yo. Lo vemos cuando en el nocturno I de Persuasión de los días (1942) Girondo afirma “No soy yo quien escucha”, “No soy yo quien se pasa la lengua por los labios,”, “No soy yo quien espera,” y “No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.” O cuando en el II, el sujeto ve cómo su mano va cobrando autonomía, es decir que su propio cuerpo le resulta raro:

Debajo de la almohada
una mano,
mi mano,[...]


El Nocturno, abarca también el sentimiento de orfandad, la soledad, la angustia, que acosa en el momento de mayor melancolía que tiene el anochecer y el enfrentamiento con la intimidad que provoca. El paisaje y la hora en que se desarregla la identidad diurna, aquella que hace posible moverse con seguridad en el mundo. Es natural y consecuente que en tal situación del ego, el lenguaje cotidiano y compartido ya no sirva en esta alteración de coordenadas que es la noche y busque otros recursos. 

El desafío de hallarlos formará la "silueta del nocturno".


ENCENDIDA LUMBRE

Me llama a mí la vida
ya ves,
siempre a destiempo.

Llega desde la entraña
inefable vértigo de cristalino gozo

que por la noche entra.

Con regocijo y tal empeño clama
albor de ópalo en mi sangre
que el cuerpo me circunda
destellante y dorado latir de hambre.

Pobrecitos fulgores que tan equivocados
en candente reclamo
ruedan
por los peldaños de fatal almanaque.

No han de imaginarse que en mutilada pena
los gusanos se alimentan.

“Una lámpara encendida…”, los consuelo.

Y cierro,
los picaportes de mi ventana.



El poema se inspira en la estrofa "Una lámpara encendida..." 

Nocturno de Juan Guzmán, poeta chileno.  (1895-1979) 


Alma, no me digas nada,
que para tu voz dormida
ya está mi puerta cerrada.
Una lámpara encendida
esperó toda la vida tu llegada.
Hoy... la hallarás extinguida.
Los fríos de la otoñada
penetraron por la herida
de la ventana entornada.
Mi lámpara estremecida
dio una inmensa llamarada.
Hoy... la hallarás extinguida.
Alma...no me digas nada
que para tu voz dormida
ya está mi puerta cerrada.


PIRA DE AMOR


Derrocado corazón, poco has vivido.
Al último latir, qué nada llevas.

Si al menos los dioses te dejaran
volver a la primera hora
en que estuviste a un paso de la dicha.

Si regresar por el trecho de la ausencia
con piadosa intercesión te permitieran.
Irías corazón, 

              -yo sé que irías-
hacia el mismo andurrial de pena llana,
a esta misma hora en que desata la tarde
su peregrino pensamiento y calla.

Irías corazón, 

             -yo sé que irías-
y en fuego sacro,
sobre la pira de amor que te negaron
dejarías caer tu último espasmo.




NOCTURNO EN EL RÍO DE MI COPA



El agua de esta copa la llevaré conmigo.
Este brillo del cristal sobre la mano.
El gesto imperceptible que ladea el cuello.
La rítmica costumbre entre los labios.
 

Nada podrá hacer que deje de llevarme
el sentir de este momento en que bebo.
Y todo el río que corre por mi copa

en este justo instante en que te pienso.

 
"Encendida lumbre"

"Pira de amor"
"Nocturno en el río de mi copa"
M.R.-C. "Versos de doble faz" - EL PAíS DE LA POESíA - (Derechos Reservados 2010)


* María Amelia Arancet Ruda, poeta, escritora e investigadora universitaria, nacida en Buenos Aires (Argentina) en 1967.   
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. (2008)                                                   

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