sábado, 29 de agosto de 2020

OPINIÓN

 





POETIZAR LEJOS DE LOS MITOS

 

A continuación palabras de Denise Levertov, citadas en el trabajo de Irene Gruss en El mito del yo sufriente en la poesía: ¿objeto sufriente u objeto estético? (Dificultades de la Poesía - Ediciones del Dock, 2010).

“El acto de escribir poesía es para mí extremadamente placentero. Creo que todo el mito del sufrimiento del poeta es vanidad, incluso vanidad en el sentido bíblico. Los sufrimientos del poeta no son mayores que los de cualquier otra persona. Tal vez algunas personas que son poetas son vistas como seres más concientes que otros a propósito de  algunas cosas, y a través de esa conciencia pueden sufrir  un poco más que el promedio. Pero creo que hay otra mucha gente igual de sensible que no tiene nada creativo para hacer con su sensibilidad. Al no haber encontrado un modo para incorporar su sensibilidad en la acción, de hecho sufren más mucho más que ere otro capaz de crear a partir de la sensibilidad”.

Luego de leer el fragmento que cumplimenta Notas para echar una tanza, de Gruss, queda claro que el yo lírico y el yo literal, parecieran bajar escalones. Valga la metáfora simplista.

Sin duda, la imagen de aquel ser humano que sufre en mayor medida por el simple acto de  escribir poemas queda decapitada, de manera que es necesario echar mano a otro mito para no perder aureola. Viene como anillo al dedo –para seguir con alegorías–, el de la soledad del poeta.

Esteban Agüero, en La soledad lírica confiesa “Solo como antes, solo, /solo contigo, verso,/ compañero, /mirando las cosas que nos miran/ y soñando sueños…///… Oh, esta soledad en compañía del Verso,/ lejos del mundo, lejos de todo…/” inclinado su sentir hacia la nostalgia y obvio alejamiento del mundo. Sin embargo, acuñar el criterio de soledad crepuscular y distancia como una corona de martirio no logra que los escritos sean ricos y profundos, tal vez porque se ha de observar el mundanal ruido para poder “mostrarlo”, y –he aquí el talento–, de la manera más bella. Como ejemplo, Las moscas de Antonio Machado, porque bello en poesía trata de otra belleza.

Con estos dos mitos descabezados queda, para subir los escalones que se descendieron, solo el exilio de uno y de otro al momento de escribir un poema y hacerlo como Paul Valery señala sin intención de consejo ninguno “una búsqueda más que una entrega, una maniobra de mí mismo por mí mismo”.

Mirar el batallar universal hará que toda realidad, tragedia, dicha, incomprensión, infinitos universos que puedan tocarse logren conmover a tal extremo que no expiren en versos solos y encerrados sino en vuelo y multiplicados, metamorfoseados por quienes se acerquen a ellos.

Quizá, la única misión que no debiera declinar el poeta, solo o acompañado, triste o feliz, lejos o cerca, soñando o en vela.

 

 M.R.-C.

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