lunes, 7 de septiembre de 2020

OPINIÓN LITERARIA

 



 

BOSQUE DE HELENAS

 

 

 

      

Con opinión del prestigioso Marcos Silber en contratapa, destacado prólogo del escritor Luis Calvo y bellísima cubierta del talentoso Juan Ian, abre claro espacio Bosque de Helenas, reciente poemario de Mirta Venezia definido en tres apartados claramente dispuestos en atmósfera; el territorio donde habitan las Helenas, Lluvia y Casa.

Verdor, frescura, aroma, brisa, luminosidad y penumbra de bordes sinuosos acompañan los pasos de emblemáticas figuras femeninas, todas ellas asociadas a la estirpe que ha elegido la autora de forma plural para que habiten selvas, montes, florestas, parques, cuartos, paredes, calles, amores, vida.

Encabeza obra un fragmento de Nietzsche para que pise umbral la primera de ellas Ala de pájaro quebrado/ala de broderie, quien construye con sus manos casafogata/lodo/río/hijos/peces/vino/pan y es de ella de nadie más, dando entrada al tiempo que los pecados de la carne estallan al filo de la puesta roja […] y vuelven arduo llegar a Helena y tocarla […] ella las brujas todas/ ella las avecillas todas/carne viva o frágil pétalo /gacela caliente/ espuma y lava.

Más adelante con epígrafe de Gladys Cepeda, Destierro asevera que hay una mujer que muere desde la carnadura/llega jadeando hasta la fuente seca […]sabiendo que no habrá quien oiga esa sed que trae del exilio.

En esa misma sección, Hojarasca, tras cita de Fausto Vonbonek, anima a esconderse entre las hojas amarillentas que besan los pórticos del otoño virgen […] llenar/ beber / desnudarse para gozar de la fogosa tea que se adivina tibia y dulce como los amores que se ansían extendidos en nervaduras por el propio cuerpo, imagen que late en Border, rastreo con la mano el mechero de tu voz […]mientras tus brazos baten alas en mi pecho como si nos amáramos, fenomenales tropos que Venezia dispone con acierto a lo ancho y a lo largo de un bosque de árboles umbríos con sueños que yo tenía cuando era otra (De oro) al tiempo que temblor de casuarinas espina dorsal de un bosque perfuman el pecho de una mujer y ella despierta a otras (Navío turbulento que no encalla rescoldo que no florece).

Mirta Venezia desnuda la primera persona en categóricos poemas, soy la lujosa hembra bastarda que ahogaron los dioses del Olimpo (Mi fragua mi luz lo inefable), cuando no puedo más me hago ciento en el estanque (Pájaro azul de los alerces), sin embargo su mirada no se detiene en espejos privativos sino que refracta la bóveda de un cielo convexo ella separa con las manos gruesas túnicas follaje de lujurioso verdor […]intuye que alguien está del otro lado […]ella tiene un hombre-pájaro clavado en las retinas ella tibio hueco su pecho (Pájaro tardío) o en un cuadro de distancia como en un poema donde se advierte que es exiliada de sí quien mira dentro de esa misma convexidad a fuerza de hurgar sin hallarse de tropezar con sus raíces […]a fuerza de no saberse suya no pudiendo llorar desde la entraña de sí misma es una extranjera en busca del enigma (Lo que no puede decirse) imagen que aparece claramente expuesta en Zona prohibida, bajo epígrafe de Pizarnik, ando y desando y no hallo la senda del regreso.

Julieta –que bien podría haberse llamado Helena– galopa en los ojos del amado dispuesta al engaño con la complicidad de la alondra es el canto del ruiseñor, para explayar el regocijo de la pasión y despreciar la vida sin tal gozo tal vez no hay escape -Oh Romeo- salto salto salto hasta la empuñadura.

Esta actitud de constante ternura y ardor está sublimada en las muchas Helenas que habitan el amoroso Bosque de Mirta Venezia, donde la silueta de Ofelia reclama Oh amante cauce de río abierto […]Oh amante de dulces votos moja mis entrañas detente en la boca desierta y puéblala de pájaros; Beatriz quien transvasa la sirena antigua y su canción de espuma desvanece a la hora del fuego al tiempo que Dante yace a sus pies ignorando si ella es Beatriz o un sueño (Las mareas que engendra el dios para entrar al paraíso). Tangible también la figura de Hero y su antorcha para orientar al amado, una lámpara de aceite casi se puede oír este silencio a veces acuna el llanto de Dios, la pérdida del vínculo y el dolor de la separación crespón de nácar hundiéndose en el mar (Vientre deshojado).

Estas mujeres son las voces que pueblan Amar en círculo, tejido urdido a partir de un pregón que la mujer/niña/amante/amada/ entona hasta el último aliento oye amor el canto de la existencia […] oye amor réptame entera a oscuras bajo la tierra.

Lloverse a mares a gritos sobre el vientre abre la segunda fase del clima lírico con alborotada cadencia que desde lo alto llega para penetrar los interiores, llueve a cántaros dentro de mí […] yo misma soy la humedad dulzona […] tengo que enterrar los diamantes del pecado ebria de sueños y temblores cuando vuelvas (Agostada), lluvia que puede soñarse y que es línea delgada en la corola ese olor a tierra desnuda verde y ese alud entre tu carne y mi carne[…]despertar a los peces boquear una a una las letras de tu espalda prendidas como luciérnagas (Peces en la lluvia). Conmovedor ceremonial que provoca sonido consonántico gotones gota gotita gata légamo sobre el vitral graniza la grama en gris, poema que, bajo versos de María Martha Donnet, cae en traslúcido estertor mientras un cortejo de peces acarician los diamantes del invierno guarecidos en mi vientre (Acuario).

El último y tercer apartado tras breves versos de María Rodríguez-Cazaux está dedicado a la casa como arquitectura cobijadora, exponiendo el dolor de la frustración y la pérdida ella un atadito de culpas extiende una cuerda donde colgar sus prendas íntimas en una casa de vísceras y tendones […] mientras se decide a levantarse sobre los escombros de sí misma a una dicha merecida gira la llave en vieja cerradura le da dos vueltas para no ser saqueada nunca más (Casa caracol con epígrafe de Amadeo Gravino), vela que se hunde […] desaparece para no verse fragmentada la casa del amor cuando se muere (Desaparece para no verse); Solitudinem (I) de esta casa sobreviven desgarros sin sutura – (II) de esta casa sin pestillo abierta como fruto maduro – (III) hoy cerraré las celosías zaguán la puerta cancel […] creerán que me he fugado o que me he muerto, o el magistral CABA 3612 en irrefutable unidad en referencia a versos de Susana Cattaneo “llora un sol que se ha enfriado” […] nada de mí en esta casa que fue nuestra nada del parque que olía a almendro nada de la pasta del domingo nada del amor solo escombros solo una mentira.

El epílogo del poemario, relumbra versos de la poeta Marisa García, con quien Mirta compartiera “La temida palabra” y una amistad más allá de la ausencia; amiga a la que se acerca en tono de tierna confidencia cuando todas las cartas se hayan secado […]cuando el frío sea frío prístino y los alisos duerman sin remedio […] ahí tal vez asome tu verbo poesía, revelación del origen y desenlace en el batallar del poeta que clama brota poesía aliéntame a que arda y sea la que era.

Venezia libra contienda en el pecho velloso del infierno pero la ilumina la constelación de Casiopea que se extiende en cielo húmedo de gozos, así, su poesía escapa del nocturno y convida a los sentidos y al anhelo para abrir floresta de femenina magnitud.

Bosque de Helenas, obsequia el simbolismo de la belleza que su nombre entrega y acapara una cualidad axiomática: cumbre lírica.

Sólo resta congratularse porque exista un nuevo y fragante bosque en este mundo.



María Rodríguez-Cazaux 





* Edición El Mono Armado (2020)

 


1 comentario:

  1. Magia en este excelente libro y magia en tu lectura sobre él. Gracias!!!

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