martes, 18 de agosto de 2020

CUENTOS



OSCURIDAD


La lluvia caía en gotas anchas, Sarandí era casi un lodazal. Mañana de sábado, sin escuela ni plaza. 
Un ratito en la puerta, había dicho mamá. Fue cuando lo vi estacionar y bajar del auto con una lata de pintura y un diario. Usted se acercó al muro pegado al potrerito de la esquina. Al desenvolver el diario un pincel cayó en las baldosas. Con el mango del pincel levantó la tapa de la lata. La nuca debajo del sombrero se empinó sobre un cuello fuerte. El mismo gesto de la señorita en el aula cuando se acercaba al pizarrón. Todos veíamos por encima de sus hombros las palabras que iba escribiendo. Esa pared siempre me pareció un pizarrón, lisita y blanca. Supe que iba a escribir. Presté atención. 
V I V A Pensé en Racing, yo escribía esa palabra mil veces para declarar mi pasión racinguista. Viva arranca siempre muchos otros vivas, es una palabra que se corea, como en los cumpleaños o al izar la bandera. Me gustó que usted hubiese elegido esa pared de mi barrio para escribirla. 
Un espacio, EL me alegré más, E es una letra perfecta, una de mis preferidas. Tal vez porque es la inicial de mi nombre. 
La lluvia pareció detenerse un momento. Crucé el charquito de la vereda. Sobre el pelo me caía apenas una garúa suavecita. Me sequé la frente. C Á N  Usted se retiró unos pasos del muro, a poca distancia observó las letras que yo también podía ahora mirar de cerca. 
Sin advertir mi presencia cargó otra vez el pincel de pintura. Levantó el brazo, escribió,  C E R 
Luego limpió el pincel en las hojas del diario. Tapó la lata. Al volverse, se sacudió las gotas sobre los hombros del impermeable. 
Bajo el ala del sombrero sus ojos se detuvieron un instante en mí antes de subir al auto. Las manos en el volante y el ruido del motor. La lluvia se volvió espesa. A través del vidrio pude ver la oscuridad de su mirada. 
En la ochava, contra el espejo de su auto, se despeñaron los haces del farol.




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