HOJAS
Cuando tu espalda
se despidió de los paisajes compartidos
en un adiós que vemos ir y no se dice,
caminé mil días de reverso
y en una plaza
me senté en un banco para mirar mi duelo.
Así es mi pena –dije–
de este color de hierro.
Oxidado color que todo cubre
y todo vuelve de marchitado invierno.
Caía de costado sobre un muro verdinegro
un crepúsculo de cobre
astillado en el agua de la fuente.
Un silencio azul de nubes se perdía
y a mis pies, amarillas de otoño,
unas hojas en último estertor de brisa, agonizaban.
Se me antojaron tan tristes y tan solas;
tan desnudas de soles,
como a todos se nos figuran las hojas
el día en que velamos los amores.
Si pudieran llorar –pensé llorando–
al menos el llorar las limpiaría
de ese color rubio de pena.
Y me nació tal lástima fraterna
que lloré una lágrima de óxido de hierro
para compartir el impiadoso
color azafranado de su cuerpo.
Al marchar de la plaza ya era noche.
Plateadas por la sutil caricia de neones
que destiñen de estrellas las farolas,
me parecieron las hojas menos tristes
y menos herrumbrosas.
Marita Rodríguez-Cazaux
ESCOTE ABIERTO
POEMARIO (2019)
Editorial DUNKEN
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