jueves, 4 de diciembre de 2014

PERIÓDICO IRREVERENTES



HORA DE LA SIESTA EN EL JARDÍN 



                                                         Por Alberto Ernesto Feldman


Mariposa



El calor de la siesta mendocina en primavera augura un verano tórrido. Los zumbidos de las abejas entre los árboles frutales y los racimos de uvas tempranas, imitan a las chicharras de enero, y no son los únicos sonidos que vibran entre los poblados canteros del gran jardín.


Desde la ventana de la cocina se despliega a gran volumen la voz de Pavarotti cantando “Turandot”. La Susi deja la manguera al pie del duraznero, se sienta y trata de acompañar el final de “nessun dorma” pero desiste y se sirve un mate mientras escucha embelesada.


En dos semanas más, el grupo coral que integra cantará algunos fragmentos de la zarzuela “La Gran Vía”, y ella tiene el recitado de la viejita gruñona, papel que le encanta. Este tema la tiene ocupada desde hace varias semanas, y junto con algunas reformas en la vieja casa, la distraen un poco de la soledad que le ha caído como un mazazo al morir su compañero de toda la vida, diez meses atrás.


Los dos hijos mayores ya han constituido sus propias familias y sus profesiones los retienen en otras provincias y el menor, soltero, es su compañía cotidiana. Hoy cocinó los ravioles y la hizo reír con sus ocurrencias, pero después del almuerzo voló a casa de su novia. Así debe ser, piensa, pero en esta tarde de domingo está sola y hace balance.


Una gran mariposa azul se descuelga del árbol más alto, y luego de girar en círculos cada vez más pequeños se posa frente a ella. Una dulce placidez la invade en forma de recuerdos. El tiempo retrocede más de cincuenta años y se ve como una chica de no más de doce, cumpliendo tareas de madre de sus tres hermanos menores, en un hogar donde falta la madre real, al lado de un padre que hace lo que puede, y puede poco.


La mariposa levanta vuelo pero no se aleja; con un parpadeo cada vez más débil de sus alas gira en torno a la cabeza de la Susi, y cada vez que pasa frente a sus ojos, despliega en su pantalla tornasolada imágenes de la lejana niñez.


Ahora tiene quince años y su primer novio. Se mira lavando ropa, cocinando, barriendo la vieja y enorme casa, estudiando o escribiendo poesías.


Promedian los años cincuenta y se ve en las noches, haciendo la tarea escolar en la mesa de la cocina, escuchando en la antigua Radio Mitre las ediciones de “Música en el Aire”, que traían las melodías y la música de jazz, tan atractivas para los adolescentes de aquella época.


La mariposa cobra fuerza una vez más, y entonces aparece recibiendo junto con el diploma de bachiller, los augurios de una brillante carrera en las Letras, cosa que no pudo ser, pero nunca olvidó esa caricia en la nuca que le regaló su profesora preferida.


Después, la lucha por la vida destruyó unos sueños y alentó otros. Ahora con una tenue sonrisa, recuerda su sencilla fiesta de casamiento, con sus hermanos y media docena de amigos en una cervecería de Belgrano.


Los primeros tiempos fueron duros. Había que ayudar al futuro doctor a terminar los estudios. Luego se ve pariendo feliz a sus tres hijos y convertida en eficiente esposa, madre y secretaria de su esposo. Nunca abandonó su gusto por la música, por toda la Música, y en algún momento condujo por una radio local un programa de Tango, que disfrutaba y valoraba lo mismo que la clásica, el folklore o el jazz. Era fanática de Mozart lo mismo que de Piazolla o de la Lírica en general.


La mariposa azul aletea por última vez y con un suave planeo reposa suavemente en tierra y queda inmóvil. En el aire flota “Adiós Nonino”. La Susi esboza una tenue sonrisa al oírlo a través de sus sentidos disminuidos. Deja el mate sobre la mesa. Su espalda abandona el respaldo de la silla y se proyecta lentamente hacia adelante, cruza los brazos, inclina la cabeza y apoya una mejilla sobre el dorso de su mano.


Ya no oirá los zumbidos de la tarde ni el susurro de la brisa repentina que suavemente barre, como a una hoja, a la mariposa azul. La Susi ya se fue.



          
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Publicado en periódico Irreverentes en la fecha.
Video en Irreverentes: Astor Piazzola, interpreta " Adiós Nonino".



Alberto Feldman (primero de la izquierda) en el salón  de Dunken 



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