lunes, 19 de octubre de 2020

POETAS RUSAS - ANNA AJMÁTOVA - CORRIENTE ACMEÍSTA


Acmeísmo


El acmeísmo o akmismo fue una corriente literaria poética rusa que surgió en la década de 1910, durante la llamada Edad de Plata de la literatura rusa, en oposición al simbolismo ruso. La denominación, que proviene del griego άκμη, acmé, es decir, "apogeo" o "cumbre", pero también "madurez" y sus poetas adeptos defienden ante todo la claridad y la sobriedad.



Anna Ajmatova 1913-1914 por Savely Sorin.

Los acmeístas reprochan a los simbolistas su gusto por la incomprensibilidad y el hermetismo, así como su vaguedad expresiva y sus ensoñaciones de otros mundos; por el contrario, los acmeístas aspiran a un lenguaje claro, concreto y preciso, desean hablar de la Tierra y del hombre actuales unidos en uno. A diferencia del simbolismo ruso, el acmeísmo se empeñó en reemplazar el hermetismo, la polisemia, la vaguedad y el misticismo de aquel con un lenguaje cincelado en la claridad y ajuste con lo retratado, simple, concreto y directo para llevar a su apogeo la dimensión poética de lo cotidiano. Querían equilibrar la estructura formal del poema mediante un lenguaje fresco y significativo, buscando la aproximación a la realidad sin la mediación de recursos retóricos vagos propios de la poesía como el símbolo o la metáfora, devolviendo al lenguaje la pureza pusjiniana. Gustaban asimismo de llamarse «adanistas», por su aspiración a lo fuerte, lo claro, lo viril, lo simple, lo primitivo y directo. Critican el ocultismo y el aspecto religioso del simbolismo y rechazan su aspiración al conocimiento de verdades ocultas y del más allá. Por eso esta estética se denomina también "neoclasicismo", "adanismo" y "clarismo".​


El poeta Osip Mandelshtam en 1914

Los impulsores del acmeísmo se agrupaban en torno al llamado Gremio de Poetas (Цех поэтов) y la revista Apollon. Ya en 1910 Mijaíl Kuzmín ayudó a dar a luz al movimiento acmeísta con su ensayo Sobre la hermosa claridad, en que deploraba los «ornamentos cósmicos incomprensibles y oscuros» e instaba a los escritores a ser «lógicos en la concepción y construcción de la obra, en la sintaxis... que amen al mundo, como Flaubert, y sean económicos en los medios y tacaños con las palabras, precisos y genuinos, para encontrar así el secreto de algo asombroso -la bella claridad-, que me gusta llamar "clarismo"». El nacimiento de la estética fue proclamado sin embargo por Gumiliov el 1 de marzo de 1912 y en diciembre del mismo año, Gumiliov y Gorodetski hicieron conocer sus manifiestos acmeístas en un cabaré de San Petersburgo donde se reunía la bohemia artística de la ciudad, «Para el perro callejero». El primer número de la revista Apollon publicó el manifiesto desde enero, en el primer número de 1913, con el título "Los preceptos del simbolismo y del acmeísmo". En él se juzga que las últimas obras de los simbolistas carecen de valor, y se reprocha a sus representantes envolverse en la «toga de la incomprensibilidad». El acmeísmo se opone a las ensoñaciones de los simbolistas sobre otros mundos encarnando los valores estéticos, metafísicos y éticos universales en una aprehensión carnal, directa y sensual de la realidad. Los acmeístas se reclaman de Alexander Pope, Théophile Gautier, Rudyard Kipling, Innokienti Ánnienski y del círculo Parnasiano. Como es natural, el manifiesto provocó el rechazo de los simbolistas, plasmado en el artículo de Aleksandr Blok «Без божества, без вдохновенья» ("Sin deidad, sin inspiración").

Los representantes del "Gremio de poetas" organizaron reuniones literarias y editaron la revista de crítica y poesía Гиперборей ("Hiperbórea"), 1912-1913, que dio a luz 10 números en total. A partir de octubre de 1912 también se solían reunir los viernes en el apartamento de Mijaíl Lozínskiy (1886-1955). Pero el gremio se desintegró en 1914. En 1916, por iniciativa de Georguíy Ivanóv y Georguíy Adamovich, se formó un segundo «Gremio de los poetas», que tan solo existió alrededor de un año. La tercera unión fue organizada por Gumilióv en 1920. Pero a causa de la persecución comunista, la gran mayoría de los miembros de este grupo emigró del país y hasta mediados de los años 20 apoyaron las actividades del gremio, pero desde ciudades tan distantes como Berlín y París. Sus representantes fueron desapareciendo bajo el yugo del régimen: los poemas de Ajmátova fueron prohibidos y ella, acusada de traición, fue inmediatamente deportada; su primer marido, el también poeta y fundador del movimiento acmeísta Gumiliov, terminó fusilado. Su segundo marido murió extenuado en un gulag, y Mandelshtam no corrió mejor suerte al ser denunciado y arrestado en 1934 por escribir un poema contra Stalin, de forma que fue condenado a tres años de destierro en los Urales y deportado después a Kolymá, donde moriría en un gulag en 1938.

A finales de los años 1910, pues, el movimiento se había dispersado, aunque sus poetas representativos conservaron los rasgos estéticos del acmeísmo en sus obras posteriores y esta corriente fue una de las más influyentes de la poesía rusa.
Nómina[editar]

Los líderes de esta estética fueron Nikolái Gumiliov y su esposa Anna Ajmátova, Serguei Gorodetski,  Ósip Mandelshtam, Mijaíl Kuzmín y Georgy Ivanov.
Atardecer (1912) y El rosario (1914), de Ajmatova, o Piedra (1913) y Tristeza (1922) de Mandelstam son algunas de las obras más relevantes del movimiento.


ANNA AJMÁTOVA

Anna Andréyevna Ajmátova (ruso: Анна Андреевна Ахматова), de soltera Górenko (Bolshói Fontán, cerca de Odesa, 1889 / Domodédovo,, Moscú, 1966).
Destacada poeta rusa que junto con Nikolái Gumiliov y Ósip Mandelshtam, fue una de las figuras más representativas de la poesía acmeísta de la Edad de Plata de la literatura rusa.
Anna Ajmátova con su marido Nikolái Gumiliov y su hijo Lev, entre 1913 y 1916.



Hija de una noble familia de origen tártaro su infancia no parece que fuese muy feliz. Sus padres se separaron en 1905. 
Anna comenzó a escribir poesía a la edad de once años. Como su padre no quería ver ningún verso impreso bajo su "respetable" apellido, ella decidió adoptar el de su bisabuela tártara, Ajmátova, como pseudónimo.

Estudió derecho, latín, historia y literatura en Kiev y en San Petersburgo. Allí se casó en 1910 con Nikolái Gumiliov, poeta famoso, promotor del acmeísmo, corriente poética que se sumaba al renacimiento intelectual de Rusia a principios del siglo XX

Los acmeístas rompían con el simbolismo, de carácter metafórico, y restablecían el valor semántico de las palabras. En esta línea Anna publicó en 1912 su primer libro de poemas titulado La tarde. En ese mismo año nació su único hijo Lev, que se convertiría en un famoso historiador neoeurasianista. El matrimonio de Anna y Nikolái duró desde 1910 hasta 1918.

En 1910-1912 viajó a Italia y Francia, visitando París dos veces. Conoció a Modigliani, quien influiría en su perspectiva.

Más tarde Ajmátova se casó con el prominente asiriólogo Vladímir Shileiko (1918-1922) y poco después con el historiador de arte Nikolái Punin (1922-1938). Borís Pasternak estuvo enamorado de ella, pero Anna rechazó su proposición.

Sus primeros escritos parecen intuir la gran soledad en la que se verá sumergida años más tarde, después de las trágicas consecuencias de la Revolución Rusa de 1917. Tras ella, Anna se verá afectada, ya que en 1921 su primer marido Nikolái Gumiliov fue acusado de conspiración y fusilado. Más tarde, su hijo fue también arrestado y deportado a Siberia. Y su último marido, Punin, murió de agotamiento en un campo de concentración en 1938

Los poemas de Anna se prohibieron, fue acusada de traición y deportada. Por temor a que fusilaran a su hijo quemó todos sus papeles personales. En 1944 pudo regresar con su hijo a Leningrado, ciudad devastada tras el asedio nazi.

Sin amigos cercanos, pues habían sido represaliados o emigrado, comenzó a ganarse la vida traduciendo a Leopardi y publicando ensayos, entre los que destacan los brillantes ensayos de Aleksandr Pushkin, en periódicos escolares. 

En 1945 el joven intelectual británico Isaiah Berlin quiso visitarla antes de regresar a Londres. Ese encuentro se prolongó durante veinte horas, durante las que Anna le leyó sus poemas y se sinceró con él aunque este proceder tuvo trágicas consecuencias y su hijo volvió a ser encarcelado durante diez años. En esta oportunidad la escritora se negó a silenciar su voz y siguió adelante con su poemario más importante, Réquiem, en el que explica que en aquella Unión Soviética los únicos que estaban en paz eran los difuntos y que los vivos pasaban su vida yendo de un campo de concentración a otro. El libro fue publicado sin su consentimiento y conocimiento en 1963 en Múnich.

El 14 de agosto de 1946, el Orgburó del Comité Central del PCUS aprobó una resolución1​donde se criticaba la labor de las revistas literarias «Zvezdá» y «Leningrado» en las que, entre otros, publicaban sus obras el escritor Mijaíl Zóschenko y Anna Ajmátova. Acto seguido, el ideólogo del PCUS Andréi Zhdánov pronunciaba un discurso, titulado Informe sobre las revistas «Zvezdá» y «Leningrado», con una feroz crítica de la obra de Zóschenko y Ajmátova. La poeta fue calificada por Zhdánov como "una representante del pantano literario reaccionario apolítico" ("одним из представителей этого безидейного реакционного литературного болота").2​ El 4 de septiembre, Ajmátova y Zóschenko fueron expulsados de la Unión de Escritores Soviéticos lo que conllevaba la prohibición de la publicación de sus obras y la denegación de las cartillas de racionamiento en un Leningrado devastado por la recién acabada guerra.

En 1962, Ajmátova estuvo propuesta al Premio Nobel de Literatura, pero no lo consiguió.

En 1964, en honor a su 75 cumpleaños, se realizaron nuevos estudios y se publicaron nuevas recopilaciones de sus versos. Ese mismo año viajó a Taormina (Italia), donde recibió el Premio Internacional de Poesía y en 1965 fue nombrada doctora honoris causa por la Universidad de Oxford. Viajó a Gran Bretaña con escala en París y se publicó en Moscú El correr del tiempo (1909-1965), un balance incompleto (y censurado) de su obra.

Sus últimas piezas, compuestas en ritmo y sentido neoclásico, parecen ser la voz que reflejaba lo mucho que había vivido. Durante su estancia en Komarovo fue visitada por Joseph Brodsky y otros jóvenes poetas, que perpetuaron las tradiciones de Ajmátova en la poesía de San Petersburgo en el siglo XXI. También tradujo las obras completas de Rabindranath Tagore en ocho volúmenes, al ruso.

El 5 de marzo de 1966 Anna murió de un infarto en un sanatorio de las afueras de Moscú y es enterrada en Komarovo. Su obra, traducida a un sinnúmero de lenguas, solo apareció íntegra en Rusia en 1990.

El poeta Joseph Brodsky la definió en estas líneas, "Su sola mirada te cortaba el aliento. Alta, de pelo oscuro, morena, esbelta y ágil, con los ojos verdosos de un tigre polar, durante medio siglo la ha dibujado, pintado, fotografiado, esculpido en yeso y mármol, un sinnúmero de personas, empezando por Modigliani. Los versos dedicados a ella formarían más volúmenes que su obra entera".



DEDICATORIA

Las montañas se doblan ante tamaña pena
Y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
Detrás de ellos sólo «mazmorras de la trena»
Y una melancolía que es la muerte.

Para quién sopla la brisa ligera,
Para quién es el deleite del ocaso –
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
Sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
Y del soldado el pesado paso.

Nos levantamos como para la misa de madrugada,
Caminábamos por la ciudad incierta,
Para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
Bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
Mas la esperanza a lo lejos canta cierta…

La sentencia… y las lágrimas brotan de repente,
Ya de todo separada,
Como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
Como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
Pero marcha… vacila… aislada…

¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
De mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
Qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo

Traducción de Jorge Bustamante García


EL POETA

Piensas que esto trabajo, esta vida despreocupada
Escuchar a la música algo y decirlo tuyo como si nada.
Y el ajeno scherzo juguetón meterlo en versos mañosos
Jurar que el pobre corazón gime en campos luminosos.
Y escucharle al bosque alguna cosa y a los pinos taciturnos ver
Mientras la cortina brumosa de niebla se alza por doquier.
Tomo lejos o a mi vera, sin sentir culpa a mi turno
Un poco de la vida artera y el resto al silencio nocturno.

Traducción de Rafael Alberti


ESTAMOS TAN INTOXICADOS UNO DEL OTRO

Estamos tan intoxicados uno del otro
Que de improviso podríamos naufragar,
Este paraíso incomparable
Podría convertirse en terrible afección.
Todo se ha aproximado al crimen
Dios nos ha de perdonar
A pesar de la paciencia infinita
Los caminos prohibidos se han cruzado.
Llevamos el paraíso como una cadena bendita
Miramos en él, como en un aljibe insondable,
Más profundo que los libros admirables
Que surgen de pronto y lo contienen todo.

Traducción de Jorge Bustamante García


LA MUSA

Cuando en la noche oscura espero su llegada,
Se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
Y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
«¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?»
Y ella responde: «Yo soy aquella.»

Traducción de María Teresa León


PARA MUCHOS

Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
El reflejo de todos vuestros rostros,
Es inútil el batir del ala inútil:
Estaré con vosotros hasta el mismo final.

Y por eso me amáis ávidamente,
Con todos mis pecados y flaquezas,
Y por eso me entregasteis sin mirar
Al mejor de todos vuestros hijos,
Y por eso no me preguntasteis
Por ese hijo ni una sola vez,
Y llenásteis con el humo de alabanzas
Mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
Y que más irreversiblemente ya no se puede amar…
Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
Como la carne quiere separarse del alma,
Así deseo yo que me olvidéis vosotros.

Traducción de María Teresa León

martes, 13 de octubre de 2020

APORTES CULTURALES

 




POETAS CENTROAMERICANAS

MÍA GALLEGOS





Mía Gallegos Domínguez, San José de Costa Rica, 1953.
Poeta y narradora, de galardonada trayectoria profesional cuya obra ha sido traducida al inglés y al francés.
Elegida en 2014 para ocupar la silla N de la Academia Costarricense de la Lengua, en sustitución de la escritora Julieta Pinto González, miembro en retiro y honoraria. Tomó posesión de su plaza el 26 de marzo con un discurso titulado Lectura de «La tumba de Antígona» de María Zambrano. 

Entre sus publicaciones, destacan Golpe de albas (1977), Los reductos del sol (1985), El claustro elegido (1989), Los días y los sueños (1995), El umbral de las horas (2006) y Deslumbrada (2013).

Ha sido distinguida con el Premio Joven Creación (1976), el Premio Alfonsina Storni (1977), el Premio Rubén Darío del Verso Ilustrado (1983), el Premio Nacional Joaquín García Monge (1984) y el Premio Nacional Aquileo Echeverría (1985).



COREOGRAFÍA



Para mí amigo Carlos Cortés

 


En fin
que no he vivido nada.
No sé qué cosa es una guerra
y tengo como prisión al cuerpo
y alma como campo de batalla.

Me debato entre la duda
de reflexionar o fluir;
esto es situarse en el palco de los espectadores,
o estar
en cada íntimo instante del milagro.

Vivo de pedacitos,
pero aspiro a la totalidad,
es decir a Mozart y al poema que me redima
y me revele los espacios absolutos
y la nada.

Percibo de mí
los sitios más secretos:
la culpa,
una tercera conciencia de las cosas,
la dualidad del pensamiento,
la ira pequeña
por lo que ya ocurrió.
Pero he vivido poco. Treinta años.
Dos amores de piel
y un querer abandonar
esta espera que me señala la vida.

Anhelo la anarquía,
el más tierno desorden del amor,
la cábala
los relojes de arena y una habitación sencilla.

Quiero tener un destino trazado de antemano,
encontrarme con Dios
y los abismos
y no tener conciencia de la llama.
Ser la llama misma y la aventura.

Pero vengo de soledades últimas,
de conversaciones que nunca concluyeron,
de espejos que me miraron desde la infancia hasta ahora,
de abandonados armarios de caoba que fueron
de tías o de abuelas remotísimas.

Cuán poco he vivido.
No conozco la guerra. Y tampoco la paz.
Me duele la orfandad,
el desarraigo,
el sentirme extranjera en cualquier sitio,
el no pertenecer
a una familia o a una patria.

No puedo narrar una batalla;
ni hablar del hambre y de la peste,
ni escribir la canción de algún soldado herido,
ni hablar de mujer violada,
ni decir cómo es un cementerio después de una llovizna.

Pero anhelo decir en el poema
que la vida me conmueve,
que respiro mejor cuando me entrego,
que necesito amar de la manera más simple y primitiva.
Me gusta la paz y la defiendo
y la guerra cuando es justa,
y el sabor de las mandarinas cuando llega el verano,
que me gusta ser una y arraigarme en el cosmos,
y sentir que mi vida palpita al mismo tiempo que la vida,
aunque no haya vivido,
aunque mi hambre sea de infinito,
aunque no sepa expresar
que por alguna razón precisa estoy aquí,
a punto de vencer,
a punto de morir,
de vivir.




De «Los reductos del sol»

III

 

Me aferro al cuerpo
como único reducto permitido.

Carezco de sitios de ternuras y llantos.
De nuevo palpo la llama del pájaro quebrado.
Busco abrigo en lana.

He puesto mis pies debajo de las aguas
y por la presión
de mis párpados callados
sé que no soy ni siquiera una isla.

 

VIII

 

Vivir, ya he dicho:
Tener sobre las manos un fajo de papeles:
un lápiz, libros, dibujos, sueños.

El alma al descubierto
vulnerable.
Estar así. Beberse a uno mismo.
Sollozar.

Tomar el invierno para tejer
una mansión de lino
Vigilantes los senos,
escondidos en la piel.
Vibrar
Repasar las camisas, acomodar los sueños,
dejar en perfecta armonía los clavos, la canela,
el azúcar y los aromas.

Dejar el alma al despoblado,
musitar pequeños versos de Sor Juana,
olvidar castigos y derrotas.
Recordar el olor de un verano en Guanacaste.
Fruncir el ceño por placer ,
sonreír por malicia.
Vivir,
acodada entre sombras,
aniñando los ojos
y olvidar, olvidar.




EL CLAUSTRO ELEGIDO

 


No busco nada.
A nadie aguardo en este día.

Esperar es una de las raras
estratagemas de Dios
para detenernos en un punto.

Mi país:
montaña verde y lluvia.
Un caballo se pierde en la llanura
imaginada,
que ahora está vedada a mis ojos.

Busco la intensa reflexión:
la de los libros amigos,
la luz interna que preciso para vivir,
el candil de oro,
el Eclesiastés y la paciencia de Job.

A mi edad y en un país de lluvia,
el claustro es una elección.

Ahí se pierden los contornos.
La vida se diluye en un ir y venir
del trabajo al café,
del café a la taberna.

Busco la infancia que soy:
la llanura, la sombra del árbol gigantesco,
el único mar sin fondo,
el caballo desbocado en su furia,
el verdor de la montaña junto al cielo.

Me gusta quedarme a solas
sintiendo como la sangre me nutre de nuevas vestiduras.

A solas me pertenezco.
No hay dicotomía entre el espejo y yo.
Una vive y la otra sueña.
Juntas recordamos a un hombre.
Juntas hemos escrito estos versos.



EL OJO DE LA AGUJA


VII

 

Al amor llegué con un grito de seda
y puse las dos mejillas,
el cuerpo y la conciencia.


Nada quedó de mí,
ni siquiera una carta,
ni siquiera un espejo en donde reconocerme.
Mas aprendí a pasar
por el ojo de la aguja,
es decir a perdonar sinceramente.
A dejar la piel en el alambre,
a dolerme desde los pies
a la cabeza.

Lo perdí todo.
Y cuando entendí que no sabía defenderme de la gente,
respondí con una bofetada de ternura,
porque yo sé
que sólo los dulces heredarán la tierra.



EN MI HABITACIÓN TEJO EL VIENTO 


En mi habitación tejo el viento.
Ignoro si son remotas mis lágrimas
o si están guardadas al lado de amarillas
fotografías,
junto a dedales y agujas que sollozaron.

Cavilo uniendo las puntas de la aguja
con la lana.
Desatiendo la espera.
Tejo y olvido.

De pronto pierdo el punto
y un agujero se deshace sobre el sillón
y mis manos.
Quedo entrelazada toda
en un ovillo de amor y lumbre.

No sé
si tejo para esperarte
o si trazo en círculos
el viento
y mi mortaja.




HAY DOS CAMINOS EN MI VIDA

 

II

 

Hay dos caminos en mi vida. Siempre
los hubo. En cada uno hallé un ánfora
con el agua hasta los bordes. De las dos
aguas he bebido hasta saciarme. Mas
ahora, he llegado al final de cada trecho
y las aguas han sido consumidas.
Me coloco el peplo y te escojo a ti, vida,
como tercer camino.




HIJA DE LA TIERRA SOY

III

 

Hija la tierra soy. Amante de la muerte.
A menudo en mis sueños la verdad se revela por
completo.
Crecen mis manos y mis pies hasta enroscarse
en un enorme tronco.

Deja que sea yo quien te penetre. Aunque
sea por una sola vez.

Soy dueña tan solo de mis lágrimas.
No sé llorar por dentro.




JAGUAR DE AGUA

 


Yo canto porque no puedo eludir la muerte, 
porque le tengo miedo, porque el dolor me mata. 
La quiero ya como se quiere el amor mismo. 
Su terror necesito, su hueso mondo y su misterio. 
Lleno del fervor de la manzana y su corrosiva fragancia, 
lujurioso como un hombre que sólo una idea tiene, 
angustiadamente carnal con la misma muerte devorante, 
yo me consumo aullando la traición de los dioses. 

Soledad mía, oh muerte del amor, oh amor de la muerte, 
que nunca hay vida, nunca, ¡nunca! sino sólo agonía. 
En mis manos de fango gime una paloma resplandeciente 
porque el amor y el sueño son las alas de la vida. 

Me duele el aire... Me oprimen tus manos absolutas, 
rojas de besos y relámpagos, de nubes y escorpiones. 
Soledad de soledades, yo sé que si es triste todo olvido, 
más triste es aún todo recuerdo, y más triste aún toda esperanza. 

Porque el amor y la muerte son las alas de mi vida, 
que es como un ángel expulsado perpetuamente.



MÍA DE NADIE

Mía Gallegos.
Mía de nadie. Mía de mí.
Sin una biografía.
Tierna. Casi ácida.
Con un destino trazado
en una cruz.

Mía Gallegos. Mía de nadie,
de nadie, nadie, nadie, nadie.
Aferrada a la ternura
como único pan que no consuela.
Mía de nadie. Mía de mí.
Sin aire. Umbría.
Deja que el tiempo pase.
Deja que la vida pase.
Deja que el amor pase.
Deja que la muerte pase.

Mía sin biografía y sin abuelo.
Sin un sitio.
Ni siquiera santa.
Ni siquiera puta.
Mía de mí.



VUELVO A LA NOCHE

 

De pronto vuelvo 
a la noche
con mis zapatos de agua.

Me desnudo
en el lento
ejercicio de mis manos
y busco
solamente
un objeto mío,
un pequeño barco,
un cometa,
un circo de inventadas cosas,
figuras cotidianas,
tuyas y mías,
que amo.

Pero sé
que de pronto
me vuelvo inaccesible
y vuelvo a ser silencio
y llama oscura,
donde mi barco
se escapa de tu orilla.






POETAS CENTROAMERICANAS



DIANA ÁVILA






Diana Ávila, Costa Rica, 1952.
Poeta, periodista, traductora, estudió Filología y Artes e integró los grupos “Tierranegra” (teatro) y “Oruga” (poesía). 
Trabajó en San José, Lisboa y Amsterdam como editora para la agencia de noticias Inter Press Service. Su primer libro, “El sueño ha terminado” obtuvo el primer lugar en el certamen centroamericano. 
Es ganadora del Premio Nacional de Poesia, 2013.

Obra literaria

“Contracanto”
“Mariposa entre los dientes” 
“Cruce de vientos”. 
El libro “Gramática del sueño” se publicó en San José por la editorial Germinal y comprende la obra entre 1976 y 2005.

 
Poemas de “Gramática del sueño”



He dormido cobardemente como un lagarto
Tengo los ojos oscuros de respirar escondida
Y ahora que quiero despertar
es más fuerte que yo esa otra que está frente a mí
y me agarra del cuello y me pregunta
¿por qué?



…..



Mi lengua es el polen que enreda palabras
para que el viento y las piedras escupan
sangre y hablen

…..



No heredé la luz
me oigo respirar lejanamente
como si me hubieran abandonado en un sueño



…..



Herida la palabra soñada:
¿cómo abrir las alas
cuando la destrucción llega?



…..



Como arenilla son mis palabras
pobre música que da demasiadas vueltas para encontrar
su propio pentagrama
como viento
adherido tercamente a la lengua para no dejarme pasar
como poeta petrificada soy
envuelta en piedras
enamorada del silencio
herida enamorada de su sangre
animal enjaulado con miedo
del miedo



…..



Me gusta oler la noche
pasar la mano por su piel
abrir boca a boca su transparencia
tensar su cuello con anónimas salivas
desdibujarle la espina dorsal
hasta que se quiebre
retener solo para mí su sal oscura




NOCTANCIA



Toda la noche dar la cara
a una flor que se quema toda la noche
golpear el centro de las cosas
con la cara que rueda
atravesada por el aire
echada en el rincón
apagada
enfrento mis palabras al silencio









POETAS CENTROAMERICANAS

JULIETA DOBLES




Julieta Dobles Yzaguirre (San José de Costa Rica, 1943) poeta, escritora y educadora, cinco veces ganadora del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría y del Premio Nacional de Cultura Magón año 2013.​
Cursó estudios de Filología y Lingüística en la Universidad de Costa Rica; donde ya había culminado un profesorado en Ciencias Biológicas y una maestría en Filología Hispánica, con especialidad en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad del Estado de Nueva York, Campus de Stony Brook.
Se desempeñó como profesora de educación secundaria, de Literatura, Comunicación y Lenguaje en la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica. Ha coordinado diversos talleres literarios y es miembro de número de la Academia Costarricense de la Lengua, correspondiente de la española.
En 1977, junto con otros poetas, publicó el Manifiesto trascendentalista. 

Obra poética 

Reloj de siempre, 1965.
El peso vivo, 1968.
Los pasos terrestres, 1976.
Hora de lejanías, 1982.
Los delitos de Pandora, 1987.
Una viajera demasiado azul, 1990.
Amar en Jerusalén, 1992.
Costa Rica poema a poema, 1997.
Poemas para arrepentidos, 2003.
Las casas de la memoria, 2005.
Fuera de álbum, 2005.
Hojas furtivas, 2007.
Cartas a Camila, (obra junto a Laureano Albán) 2007.
Trampas al tiempo, 2015.
Poemas del esplendor, 2016.

Dobles Izaguirre considera que una de las funciones de la poesía es hacer mejores seres humanos a sus lectores. Apuesta por la belleza y por el amor, como una de las mejores formas de enfrentar el terrible reto de sabernos mortales y de solidarizarnos con el dolor del mundo.

Reconocimientos

En Costa Rica, ganadora del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría, en Poesía (1968, 1977, 1992, 1997 y 2003).
Premio Editorial Costa Rica (1975).
Primer Accésit del Premio Adonais (Madrid, 1981).
Premio Nacional de Cultura Magón 2013




APUESTA

Tú pones los silencios auspiciantes,
vestíbulo del ansia
en tu sonrisa de muchacho con soles.

Yo pongo la poesía.

Tú, esas manos de móvil expertez
que trazan tatuajes invisibles y ávidos
sobre el escalofrío de mi piel.

Yo pongo la poesía.

Tú, el beso,
puerta de mudos goznes al deseo.

Yo pongo la poesía.

Tú, las lanzas osadas y profundas,
sagradas armas, siempre nuevas
en la vieja irreverencia del amor.

Yo pongo la poesía.

Tú, esa ternura tuya,
sábana singular
que me rinde y me vuelca.

Yo pongo la poesía.

¿Y la música de los cuerpos,
perdurable en su hermosa brevedad,
triunfante cada día frente a la destrucción?

Esa la ponemos los dos,
tañedores expertos del deseo…



Hojas furtivas. Editorial Costa Rica.






LA CASA CERRADA



La casa de mi madre sigue allí, en pie, 
extrañamente en pie, como el tronco de un árbol 
ya vacío a ras de la tormenta. 
Pero nada se mueve en ella. 
Nada bulle detrás de las paredes agobiadas, 
nada pulsa, excepto el desamparo 
que busca ansiosamente viejos ecos 
en los amplios zaguanes, 
donde el silencio anida como pájaro roto, 
más penoso aún después de tanta música. 
El reino de la ausencia: 
esta es la verdadera ventana de la muerte, 
que cristaliza todo lo vivido 
en una urna imposible a los retornos. 
Camino por las habitaciones 
desiertas como espejos 
que ya nada reflejan. 
Con los muebles ausentes se marcharon 
lo poco que quedaba de tu aura, madre, 
y de nuestra presencia de infancias tan vividas 
que su hálito terrestre 
perfumaba aún mosaicos y rincones. 
Quiero creer que tu saludo 
desde la muerte fue veraz. 
Que el sueño de las niñas 
viéndote entrar de nuevo 
con tu sonrisa de flor antigua 
a la casa que nos vivió por medio siglo 
fue un mensaje certero 
para mi duelo sin respuestas. 
Pero no hay resonancia en mi congoja. 
La materia es tan sorda, 
mi llanto tan espeso y tan urgente 
que tan solo me queda este poema 
donde converso a solas con la ausencia, 
frente a aquel patio nuestro, 
donde los árboles ancianos 
sembrados por la mano paterna 
-¿los recuerdas en su cortina de abandonos?- 
se nos mueren también. 


SILOGISMOS DE AUSENCIA


Si tu silencio me muerde la alegría, 
escribo. 
Si no hay música que llene tus ausencias, 
escribo. 
Si añoro la quemadura de tus manos 
sobre mis playas húmedas, 
escribo. 
Si cuando te nombro me recorre la espalda 
una fila de besos emigrantes, 
escribo. 
Si en tus labios borrados adivino 
la única fuente que me mata de sed, 
escribo. 
Si el vacío de tu voz transforma mis silencios 
en tambores ausentes y enervantes, 
escribo. 
Si toda mi piel grita de soledad y miedo 
para ahuyentar la soledad invasora, 
escribo. 
¡Cuánta poesía entretejen 
tu ausencia y mi dolor!