lunes, 20 de abril de 2020

POESÍA ORIENTAL









FOSA COMÚN 

A la orilla del Huai la batalla ha terminado,
De nuevo el camino se abre para los viajeros.
Atropelladamente los cuervos pasan graznando por el cielo frío.
¡Ay!, una sola tumba encierra los blancos huesos
De todos los que han perecido por la gloria del general.


Chang Pung  - Siglo IX 



UNIÓN 


Sin palabras, dos corazones saben que se aman en secreto.
Ella, acodada bajo la lámpara, él bajo la luna camina.
Durante su marcha, él sabe que ella aún vela...
Oye el ruido de sus tijeras en la noche profunda.


Anónimo -| Siglo IX 



AMANECER 


Esta mañana leves son el viento y el rocío.
Me levanto solo.
Las oropéndolas cantan, las flores sonríen.
¿Pero por qué es primavera?



Li Shang Ying - Poeta del siglo IX 

Amó, a la vez, a dos hermanas religiosas y este amor imposible inspiró la serie de sus "Poemas sin título" que le dieron celebridad. 





AMOR 


Mi casa está cerca del mar,
La tuya en la otra orilla.
Las lágrimas que te envío
Llegarán a ti con la marea.


Ts'ao Cheng Chih - Vivió en el siglo XI 

Próximo a la muerte, quemó sus poesías, pocas de ellas salvaron algunos amigos. Después de una vida pública exitosa, desterrado, pasó gran parte de su existencia en el retiro.







COMO EN EL SUEÑO 


Delante de la ventana iluminada,
¿Quién se sienta a mi lado?
Somos dos: mi sombra y yo.
Cuando se apaga la lámpara
A la hora del reposo,
Mi misma sombra me deja.
¡Qué hacer, qué hacer!
¡Me siento triste y turbado!


Hsiang Kao  -  Siglo XI 




CANCIÓN  
(Fragmento)

Canto leído en voz baja 
Mientras busco a mi amado,
me atrevo a llamarlo por su nombre íntimo;
mientras pienso en él, no utilizo jamás su nombre de pila.
Cuanto más lo llamo así, somos más felices,
juramos no separarnos nunca.
Rompo algunas ramas de sauce.
En el jardín, cantan miles de pájaros;
yo también, pues repito sin cesar el nombre de mi amado.
Las innumerables flores se abren.
Ante ese esplendor primaveral,
¿quién podría vivir sola bajo el mosquitero de seda?
Pienso en mi amado, he perdido el apetito.
Ando sin rumbo por una encrucijada,
le confiaré a la brisa los pensamientos para mi amado.
Ya no acomodo mis cabellos,
¿para quién debo tener el cuidado de arreglarme?


CANCIÓN 


Siempre me decías: "Envejeceremos juntos.
Mis cabellos y los tuyos se iluminarán de nieve y de luna."
Pero hoy amas a otra, y hoy vengo a ti,
Vengo dolorida a darte mi adiós último.
Llena por última vez nuestras tazas
Con el zumo que brinda el olvido y canta la canción
Que habla de aquella ave muerta bajo la nieve.
Me iré luego a embarcar en las turbias aguas del Yu-Keú,
Allí donde ellas se dividen y siguiendo rumbo contrario,
Unas van hacia el este y otras hacia el oeste.
¿Por qué lloráis al oírme, jóvenes amadas?
Acaso deis con el hombre de corazón fiel
Que, sinceramente, os diga:
"Envejeceremos juntos... 



FIDELIDAD 

Sabéis que soy de otro,
Sin embargo me brindáis brillantes perlas.
Emocionada por vuestro persistente amor,
Las pongo en mi vestido de seda roja.
Mi situación se halla entre la de los pares del Imperio.
Mi marido lleva la lanza en el Palacio de la Claridad (*).
Vuestras intenciones son tan puras como el sol y la luna,
Pero yo he jurado ser fiel a mi esposo en vida y muerte.
Con lágrimas en los ojos os devuelvo vuestras perlas.
¡Que no os haya conocido soltera y joven! 


Chang Tsi - Poeta del siglo IX


Ocupó un puesto oficial insignificante.
(*) Puesto honorífico, como un abanderado.






SOCORRO IMPERIAL 

Cabalgando un magnífico flete he aquí un mandarín de bata amarilla.
Anunciado por un rojo pendón, viene a socorrer a los hambrientos.
El hambre del pueblo aún no ha sido apaciguada,
La ciudad conoce ya un mes de miserias.
Por cada pan de arroz dado a los hambrientos,
El mandarín lleva para sí veinte tazones de grano.
Ya que nuestro buen Emperador ama al pueblo,
Los mandarines no debieran...


Cheng Shih Yan - Poeta del siglo XII





LA LLUVIA 


Es la mañana. Cae la lluvia. El agua invade los campos y cubre las plantaciones de arroz.
Las aves hambrientas cantan en los morales.
Es la tarde. Cae la lluvia. Los jóvenes ricos se juntan para beber.
El vino es tan fuerte que temen morir de embriaguez.
La lluvia no para. Por la voluntad celeste, allá entre los ricos el estío parece un otoño.
El agua, deslizándose por las cornisas, refresca los salones.
Ya se recurre a las pieles livianas.
La lluvia arrecia. Los pobres se encierran en sus chozas
Y se acuestan antes de la caída de la tarde.
Después de tres días nada han comido. Pero nadie se detiene en su puerta.

Wu Chin Tsi  - Siglo XVIII 

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