lunes, 22 de julio de 2019

RESEÑAS - OPINIÓN




La longitud de mi Infierno, de María Marta Donnet



Por Silvina Vuckovic



Este libro de María Marta Donnet es un breviario si se toma en cuenta la extensión de los poemas que lo componen, aunque no en referencia al contenido de los mismos. En tal sentido, no se trata de un libro de apuntes desconectados ni de balbuceos filosóficos, sino de poemas cabales.

Considerando el título, La longitud de mi infierno, comenzaré por establecer que estipular una magnitud de algo y para algo es darle cotas. Esas cotas –la longitud- ya son reales antes de ser estipuladas, por el sólo hecho de ser nombradas –el infierno-.

Cuando nombramos a algo -que no es lo mismo que nombrar algo- le damos una forma, un marco, una constitucionalidad y, también, una ontología. Cuando bautizamos algo -y los poetas lo hacemos constantemente- le damos entidad, le damos ser. Aparece, en esta instancia, algo del orden del poder en la parición, en el acto de creación, en la creatura creada. Creador y creatura –ya existente- pueden dialogar de igual a igual.

Desde ese ´fuera de sí misma´ María Marta hablará de y con su infierno con completa comodidad. No hay un solo rasgo en todo el libro de psicologismo residual: no hay ira, rencor, denuncia, violencia, ni siquiera dolor. No hay nada de eso a manera residual tóxica, insana, está todo transmutado y devenido poesía.

En los casos, como éste, en que la poesía alcanza una instancia medular universal, el lector puede no hacer -aquello que lee- pero sí reconocer. Eso despierta y pone en juego una de las posibilidades humanas que a mí más me maravillan: la capacidad, desde el ser seres finitos, de concebir la infinitud; la de concebir la perfección desde la propia imperfección. Estaremos ante una de las características humanas más paradojales y epítetas en el ser humano. Es a partir de esa instancia medular universal mencionada, que quien lee o quien escribe –ambos creadores- pueden consustanciarse con la creatura.

Dice María Marta Donnet en Del nombrar:
              "hasta que un aullido inagotable
               sin bordes para masticar
               dijo su nombre"

Entre los tópicos que están presentes en La Longitud de mi Infierno se encuentra lo sagrado, lo femenino, el agon, la tensión eros/thanatos, la poesía, la contemplación, la meditación. Con un decir fragmentario, la autora dice de modo completo. Me atrevería a llamar poemas mínimos a los que entrega este trabajo, aunque no minimalistas.

Se lee en esta obra una voz cuya conciencia de ser es más potente que cualquier instalación de estados. Trasluce una sólida y limpia emergencia de un trabajo interno, de un tránsito, de un atravesamiento por el medio de la herida que deja atrás toda la sangre.

Este libro está lejos de ser una elegía, un canto de duelo; se trata, por lo contrario, de un canto a la vida:
             "El niño del viento entre los ojos sopla
              para que no se apague
              la última lágrima"


Hay muestras muy elocuentes de la supremacía de la vitalidad que está contenida en el atravesamiento del dolor, muestras muy claras de lo fundante, como en:
             "Una sombra roba mi piel 
              y huye 
              para bailar desnuda
              Poemas.
              Tampoco el uno es un número
              Es la soledad
              hablando con la ausencia". (A García Lorca)

Heidegger dice que hay que interpretar los poemas como la nieve que se acumula sobre la campana y la hace sonar, casi imperceptiblemente. En esa línea se puede comprender la contundencia detrás de cada palabra utilizada en este libro.


"La longitud de mi infierno"
Poesía
Ed. El Mono Armado, Buenos Aires, 2018.




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