miércoles, 24 de julio de 2019

AMOR CORTÉS

Reconocida como una filosofía del amor nacida en la Provenza francesa en el siglo XI, la expresión "amor cortés" (amour courtois), fue acuñada por Gaston Paris en 1883;​ mientras que en la época de los trovadores se usaban expresiones como fin'amor ("fino amor", "amor puro", "amor verdadero" en occitano).


Su interpretación, orígenes e influencias continúan siendo todavía un asunto debatido; aunque como puntos centrales de la teoría del amor cortés se suelen señalar su concepción idealizada, platónica y mística del amor.





Después de la cabalgata,
entre druidas y hadas,
se desmonta la dama.​

Una gacela blanca,
herida de lanza,
acecha entre las ramas.​

Pequeños pies con alas,
desnudos de joyas,
yacen en la almohada.​

Mientras el caballero
derrama en su oído
del cortejo las palabras.​



El amor cortés era un concepto literario de la Europa medieval que expresaba el amor en forma noble, sincera y caballeresca.

Se origina en la poesía lírica en lengua occitana. El trovador, poeta provenzal de condición noble y más respetado que los juglares plebeyos, era la figura destacada en este tema. 

La relación que se establecía entre el caballero y la dama era comparable a la relación de vasallaje, convirtiéndose el caballero en un súbdito de la doncella.

Generalmente, el amor cortés era secreto y entre los miembros de la nobleza​ dado que los matrimonios eran arreglados entre las familias y se realizaban por conveniencia, el amor cortés no era un amor bendecido por el sacramento del matrimonio, en el seno de parejas formales; sino, en la mayoría de los casos prohibido e incluso adúltero.​

             ... q'ieu e midonz jassam / en la chambra on amdui nos mandem / uns rics convens don tan gran joi atendi, / qe.l seu bel cors baisan rizen descobra / e qe.l remir contra.l lum de la lampa

            ... que yo y mi señora yazcamos en la cámara en la que ambos fijemos una preciosa cita, de la que espero tanto placer que descubra su hermoso cuerpo, besando y riendo, y que lo contemple contra la luz de la lámpara.​

Iniciado como una ficción literaria​ creada para el entretenimiento de la nobleza y la justificación ideológica de su posición social, su capacidad atractiva lo transformó en un vehículo de "educación sentimental" que influyó en los comportamientos reales, siendo considerado una práctica enriquecedora y sofisticada, una experiencia intermedia entre el deseo erótico y el espiritual, que aunque pueda parecer contradictorio, era vivido como "un amor a la vez ilícito y moralmente elevador, apasionado y disciplinado, humillante y exaltante, humano y trascendente".​

Aunque sus precedentes se han rastreado en la poesía árabe (Ibn Dawoud, Ibn Hazm),​ o entre la iteratura de los cátaros,​ o en la prosopia eclesiástica; sus comienzos pueden localizarse a finales del siglo XI en las cortes condales, ducales o principescas de Aquitania, Provenza, Champaña, Borgoña y la Sicilia normanda.

Se extendió durante el siglo XII, en buena parte por la protección de poderosas damas, como Leonor de Aquitania (nieta de Guillermo IX de Aquitania, vinculado al comienzo del movimiento -quizá el primer trovador en occitano, tras volver de las Cruzadas-) y María de Francia, condesa de Champaña y mecenas de Chrétien de Troves (Lancelot ou le Chevalier de la charrette). 

Continuó en los siglos finales de la Edad Media (Leys d'amors o Flors del Gay Saber "de los siete trovadores de Tolosa", siglo XIV), extendiéndose por los reinos cristianos de Europa Occidental (la lírica catalana -Guilhem de Berguedan-, la lírica galaico-portuguesa -Martín Codax-, el minnesang alemán -Gottfried von Strassburg- o el dolce stil nuovo italiano de la época de Dante, autores ingleses como Geoffrey Chaucer, John Gower o Thomas Malory), y entroncando con el pre-Renacimiento y con otros temas y géneros (particularmente, los libros de caballerías).

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Entre los más destacados cultivadores del tema poético del amor cortés estuvieron MarcabrúBernart de VentadornGiraut de Bornelh​ o Peire Vidal. También lo hicieron destacados personajes de la época, como los reyes Alfonso II de Aragón (llamado "el Casto") y Ricardo I de Inglaterra (llamado "Corazón de León"), el duque Guillermo de Aquitania (llamado "el Trovador"), el conde Raimbaut de Aurenga (Raimbaut de Orange),​ o Rober d'Alvernhaobispo de Clarmont.

A continuación poema de Jorge Manrique, uno de los autores que sigue el amor cortés en su concepción del amor, el amante sirve a la dama en una "feudalización" del sentimiento.

ACORDAOS POR DIOS, SEÑORA


Acordaos por Dios, señora,
quánto ha que comencé
vuestro servicio,
cómo un día ni una hora
nunca dexo ni dexé
de tal officio.
Acordaos de mis dolores,
acordaos de mis tormentos
qu’e sentido,
acordaos de los temores
y males y pensamientos
qu’e sufrido.


Acordaos cómo en presencia,
me hallaste siempre firme
y muy leal,
acordaos cómo en ausencia
nunca pude arrepentirme
de mi mal.
Acordaos cómo soy vuestro
sin jamás haber pensado
ser ajeno,
acordaos cómo no muestro
el medio mal qu’e passado
por ser bueno.


Acordaos que no sentistes,
en mi vida una mudanza
que hiziesse,
acordaos que no me distes
en la vuestra una esperanza
que viviesse.
Acordaos de la tristura
que siento yo por la vuestra
que mostráis;
acordaos ya, por mesura,
del dolor qu’en mí se muestra
y vos negáis.


Acordaos que fuy sujeto
y soy a vuestra belleza
con razón;
acordaos que soy secreto,
acordaos de mi firmeza
y afición.
Acordaos de lo que siento
quando parto y vos quedáis
o vos partís;
acordaos cómo no miento,
aunque vos no lo pensáis
según dezís.


Acordaos de los enojos
que m’avés hecho passar
y los gemidos;
acordaos ya de mis ojos,
que de mis males llorar
están perdidos.
Acordaos de quánto’s quiero,
acordaos de mi desseo
y mis suspiros;
acordaos cómo si muero
destos males que posseo,
es por serviros.


Acordaos que llevaréis
un tal cargo sobre vos
si me matáis,
que nunca lo pagaréis
ant’el mundo ni ante Dios,
aunque queráis;
y aunque yo sufra paciente
la muerte, y de voluntad
mucho lo hecho,
no faltará algún pariente
que dé quexa a la’rmandad
de tal mal hecho.


Después que pedí justicia,
torno ya pedir merced
a la bondad,
no por c’aya gran cobdicia
de vivir, mas vos aved
ya piedad;
y creedme lo que os cuento,
pues que mi mote sabéis
que dice assí:
Ni miento ni me arrepiento,
ni jamás conoceréis
ál en mí.


Por fin, de lo que dessea
mi servir y mi querer
y firme fe,
consentid que vuestro sea,
pues que vuestro quiero ser
y lo seré.
Y perded toda la dubda
que tomastes contra mí
d’ayer acá,
que mi servir no se muda
aunque vos pensáis que sí,
ni mudará.


Según Georges Duby,​ no hay que ver en el amor cortés una promoción de la mujer, sino un juego masculino, educativo para la formación de los jóvenes (como Enrique el Joven), que encauza sus pulsiones y sentimientos al igual que los ejercicios militares y los torneos entrenan sus cuerpos. 

La idealización de la dama no es obstáculo para dar libre curso a la libido con mujeres de rango inferior, como muestran las pastourelles​ o las serranillas del Marqués de Santillana. La mujer objeto del amor cortés es una prueba; suele ser la esposa del señor, inalcanzable, pero a la que se galantea y se intenta seducir para mejor complacer al propio señor, que se presta al juego. La alta posición social de damas y caballeros sirve para diferenciarse del pueblo vulgar y de los burgueses que, aunque puedan incluso competir con su dinero, no pueden competir con ellos culturalmente.​
Un tratadista anónimo de mediados del siglo XIII distingue cuatro pasos en el progreso del caballero enamorado hacia su dama: fenhedor (no ha manifestado sus sentimientos), pregador (los ha manifestado), entendedor (la dama le ha sonreído o dado prendas) y drutz (ha culminado la relación con un contacto íntimo -otra cosa es lo que esto signifique, un mero contacto físico o el coito completo, teniendo en cuenta que la idealización del amor podía significar pasar la noche juntos sin tocarse -assag-,​ o con una espada entre ambos, como Tristán e Isolda-). En latín, los cuatro pasos del amor se nombraban como visus (contemplación), alloquium (conversación), contactus (caricias) y basia (besos).​


Entre los géneros y subgéneros de la lírica del amor cortés los hay muy variados (cansó, joch partit, tensón, serenade, etc.) En el denominado aube ("alba", con versiones en poesía trovadoresca y en la lírica tradicional), tras pasar la noche juntos, los amantes (el trovador y la midons) se lamentan de que llegue el alba y hayan de separarse; y aparecen otros personajes convencionales: el gilós22​ ("celoso", el marido), el guaita (amigo del trovador, que vigila toda la noche por si llega el gilós) y los lauzangiers (testigos del encuentro que pueden avisar al gilós de lo que ha sucedido).

Características 

Origen cortesano de la Dama, ella reside y se encuentra en un lugar físico determinado, corte señorial, castrum o burgo, pertenece a la élite urbana. 
Total sumisión del enamorado a la dama (por una transposición al amor de las relaciones sociales del feudalismo, el enamorado rinde vasallaje a su señora). Esto origina el "sufrimiento gozoso". 
La amada es siempre distante, admirable y un compendio de perfecciones físicas y morales. 
El estado amoroso, por transposición al amor de las emociones e imaginería religiosas, es una especie de estado de gracia que ennoblece a quien lo practica. 
Los enamorados son siempre de condición aristocrática (aunque también es común que el enamorado sea de un grado social inferior al de la amada). 
El enamorado puede llegar a la comunicación, con su inaccesible señora, después de una progresión de estados: suspirante (fenhedor, en occitano), suplicante (precador), oyente (entendedor) y amante (drut). 
Se trata, frecuentemente, de un amor adúltero. Por lo tanto, el poeta oculta el objeto de su amor sustituyendo el nombre de la amada por una palabra clave (senhal) o seudónimo poético. 

Relación con la mística

... el concepto platónico del eros era el ingrediente fundamental del misticismo occidental.
El amor cortesano, en todas sus variedades, depende de manera similar de la tradición del eros.
Si el amor cortesano fue modelado sobre el amor místico, o a la inversa, como creen algunos, es algo que no nos concierne. En algunos sentidos son completamente antagónicos: el amor cortesano se limita a los seres humanos, mientras que el amor místico se dirige a Dios; el cortesano cultiva el deseo sexual mientras que el místico desea eliminar todo excepto lo espiritual; el cortesano es herético o no religioso y representa, por ende, actitudes mundanas a las que el místico pretende renunciar. 
Al mismo tiempo, el amor cortesano y el místico se asemejan de maneras que revelan su ascendencia platónica. Esto se aplica particularmente al concepto trovadoresco de fin' amors -el término provenzal para el amor puro- que combina la teorización neoplatónica del Medio Oriente con elementos del misticismo cristiano, y culmina con una idealización del amor humano que conduce a una gran poesía, aunque lleve en última instancia a la frustración sexual.

Con el surgimiento del culto a la virgen María en el siglo XI queda claramente establecida la estrecha relación entre estos diferentes elementos de la tradición del eros. 
Cuando, durante el siguiente siglo, el trovador Bernard de Ventadour se dedica a su Dama (denominada madonna), no la está confundiendo, desde luego, con la Madre de Dios. 
Y san Bernardo de Clairvaux no se adhiere al amor cortesano, al que condena, cuando se dirige a la Madonna como "la más bella entre las mujeres", agregando que Dios espera su consentimiento antes de continuar con la salvación del mundo. Pero ambos Bernardos tienen en común una búsqueda idealista de la bondad y la belleza, la elevadora aspiración del amor, y la firme convicción de que el valor de su objeto es algo externo al amante mismo.



Fuente Internet​

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