lunes, 11 de julio de 2016

PERIÓDICO IRREVERENTES



“UNA GOTA DE MÍ”, 

DE MÁXIMO FRANKLIN


Por Marita Rodríguez-Cazaux
Horacio Quinteros
“Héroe, guerrero y poeta”

PRÓLOGO
El auténtico Héroe encarna a El Hombre y a El Guerrero, en la noción cumplida de los tres términos, es decir, sin desprenderse de su carnalidad, tampoco puede obviar el afán de colosal contienda y su entrega de estoicismo.
Esta figura, que debe pensarse mítica por su trascendencia, se acerca a la de El Poeta, adalid que batalla en éxtasis, desprendido del común, vivificado por sublimes sentimientos.
Así, en campo minado de realidades, habrá de transfigurarse, peregrino de opuestos, para sostener, laurel, lira o espada.
Si no lo hiciese, ¿cómo podría vivir la muerte y morir la vida, desvelar lo incomprensible, elevar la mirada hacia el orden superior? ¿Cómo percibir la emoción, la belleza, lo etéreo, sumergido en la sociedad atribulada que lo rodea?
En el panorama de este magistral cosmos, transcurre la poética del escritor argentino, Máximo Franklina quien ya conocemos como acreditado novelista de ficción, cercano a la estatura de héroes y antihéroes, dioses y mortales, en su obra “Entre la tierra y el cielo”, en la cual incluyó, “El Alba” y “Sueños”, dos poemas superiores, en los que se advierte un personal estilo, enriquecido por culta lectura.
 Esta singularidad de profunda contemplación, suerte de “práctica sigilosa que llamamos lectura”, al decir de Alan Pauls, incita a Franklin a mostrar escenografías de magnetismo sustancial, donde el paisaje se ve cabalmente sostenido por filosofías  leídas y recreadas.
Devoto del silencio, la meditación a “media luz”, alejado de todo bastardismo,     Máximo Franklin, atraviesa ventura o tribulación, en tiempo pretérito, presente y futuro, bajo recursos y mecanismos propios de un hacedor y un observador, dualidad que gobierna la Inspiración.
Así como un árbol, supera su figura de árbol, y es perfume de verdor y madera, flor, nido, ave, trino, cuna y féretro; el verso de Franklin, se encuentra potenciado por mayores proporciones, deslumbramientos expandidos en círculos borgianos o cajas chinas que guardan en su interior miríadas de otras muchas.
A este reclamo logístico acude la Musa, en el escenario de la Naturaleza, la Vida, el Amor,  el Destino, el Ocaso, la Partida, para gestar y dar a luz poemas y elegías de excelsitud.
La molécula de ejemplos intelectuales que dejaron su propia huella en sus obras, también debe considerarse en el potencial literario de Franklin, quien calca presencia personal en sus poemas, donde la transparenta, aún más intensa y desnuda que en su carácter de prosista.
Es innegable la manifiesta estrategia en las estrofas, el elocuente montaje, la percepción oportuna del adjetivo, la disposición a la originalidad, que encontrará el Lector, de una lírica de cautivante y sugestivo vértigo.
Como corolario,  permítaseme un pensamiento personal en torno al Autor.
El Poeta no escapa a la razón ni al análisis, pero respira el oxígeno de lo visceral, lo recóndito. Su sentido de vida, es evidenciarlos, volverlos materiales a los demás, mostrarlos a través de la palabra y de la manera más bella. Esta cualidad que roza lo divino, es un don que baja de lo Alto.
Al leer la obra de Máximo Franklin, no puede menos que percibirse la sutil fineza de este privilegio, y tan generosamente otorgado, que no solo acrisola sus versos, sino que es puesto en valor para que lo reciba quien pase, quien deambule en busca de universos hiperestésicos.

Una gota de mí

Articulo editado por periodico Irreverentes en la fecha

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