lunes, 21 de abril de 2014

FERIA DEL LIBRO INTERNACIONAL DE BUENOS AIRES 2014

Foto: Decidimos conocernos personalmente en la Feria del Libro; era el mejor lugar para dos personas que habían contactado en un taller de Letras por Internet. La cita quedó fijada a las tres de la tarde, en la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del puesto de Informaciones.
Yo apenas sabía algunos datos imprescindibles como su nombre, pero no tenía ninguna duda sobre sus alcances literarios, por supuesto conocía los libros que formaban su biblioteca. En ese momento mediaba “Sostiene Pereira” mechándolo con una novela de Carver y sentía curiosidad por los versos de Benedetti, además de subyugarse con la prosa de García Márquez y de ser fanático, como yo, de Gelman.
Mientras me vestía para el encuentro, se me ocurrió pensar en que uno de los atractivos de la Feria es deambular por sus pabellones coloridos, pasillos estrechos tapizados del encanto que guardan las historias. Ese mítico peregrinar al que nadie escapa me predispuso a favor y llegué puntualmente.
La tarde era espléndida, el cobrizo propio de nuestro otoño en Buenos Aires matizaba el paisaje de Palermo. La Feria desplegaba el clima que la diferencia de tantas, particular magia de luz y voces que nos seduce. 
Me detuve pegada a la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del puesto de Informaciones. A unos pasos, un chico repartía señaladores, dos chicas con viseras naranjas invitaban a ver una película en una sala vidriada, una señora preguntaba el horario de una charla periodística.   
A las tres y media, para hacer tiempo, caminé hasta el final de pasillo y me detuve ante unas mesas con la intención de descubrir un poemario de Benedetti y sorprenderlo cuando llegara. Mejor no, pensé al minuto, que elija él, y volví a la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del puesto de.
Silbidos de vigorosa alegría acompañaban aplausos llegados desde un rincón. Un mediático, supuse, pero los aplausos seguían y me tentó acercarme. Exponía un hombre joven sobre los recursos del género fantástico y una muchacha de voz fascinadora empezó a leer fragmentos de “Tantalia” y un micro cuento de  George Frost.
Me senté en el borde de la silla de la última fila. Lo imposible podía tocarse, lo irreal se tragaba la realidad. Impecable. La magia existe, me convencí.
Miré la hora, eran las cuatro y cinco. Salí disparada a la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del. Una pareja mayor trataba de conformar a un nene que quería el autógrafo de Superman. Quise decirle que a metros había dispuesto un lugar con entretenimientos y libros al alcance de los más pequeños, debieron adivinarme el pensamiento porque los tres se encaminaron hacia el pabellón infantil.
Volví a mirar la hora. Cinco menos veinte. Por los altavoces anunciaron la apertura de una disertación sobre costumbrismos en la literatura. Qué bueno, pensé, allí encontraré la orientación para poder extenderme en la charla sobre García Márquez o analizar “El páramo en llamas” que habíamos leído la semana anterior. Entré.
Una mujer apuntaba en un cuadernillo palabras sueltas, certera idea. Saqué mi agenda, escribí aquellas que me parecieron orientadoras, esos vocablos que acuden en las charlas y que luego quisiéramos volver a recordar. Me felicité de haberlo hecho, hay frases irrepetibles, movilizadoras, que es lastimoso dejar en el olvido.
Un cafecito me vendría bien, me dije y fui hacia la cafetería. La cordialidad de la chica que me atendió, el señor que leía en la mesa contigua y me prestó una silla, la pareja de extranjeros que se levantaron para dejarme paso, no me sorprendió. Un café en la Feria, es diferente, suma bohemia compartida. 
Volví a la puerta, hacia la izquierda de la entrada, un grupo entusiasmado de jóvenes, cruzó el pasillo. Hablaban entre ellos, alguien dijo ROI, y me fijé en el programa, se presentaba Letras del Face. Era la hora exacta, así que subí a la Sala Victoria Ocampo. El público colmaba el salón, muchos sacaban fotos, otros posaban  junto al cartel anunciador del evento, se filmaban, parecían singularmente felices. Una chica alta y bonita organizaba, corría al micrófono, controlaba la decoración del estrado, apilaba libros a un costado. Iba y venía sobre tacos de obelisco con una sonrisa encantadora. Dos muchachas con acento entrerriano me ofrecieron un lugarcito entre ellas. “Está buenísimo, hay gente de la capital y de las provincias”, me dijeron. 
ROI, resultó ser una iniciativa de Editorial Dunken, y Letras del Face era el sexto de los volúmenes editados anteriormente y compilados por escritores de oficio, talleristas y estudiantes de edición ligados a la Cultura. Esta novedad incluía narrativa, poesía, obras de ficción y no ficción, arte de diverso género postulado en concursos absolutamente gratuitos para autores noveles, a quienes se les editaba el trabajo, en este caso, una antología. 
No pude escapar a la calidez de los integrantes de la mesa, mucho menos a la alegría que reinaba en el auditorio. Los trabajos que leyeron los autores me decidieron, compré tres ejemplares para regalar. Un libro siempre es obsequio oportuno.
Bajé hasta la puerta, hacia la izquierda de, pero nadie parecía esperarme. Había anochecido y la Feria resplandecía, volví sobre mis pasos. Entré a dos o tres stands, crucé el pabellón azul, compré un libro de Gelman. Paseé por el amarillo. En el verde, descubrí “Relato de un náufrago”, la brillante crónica escrita por García Márquez en 1955. Imposible resistirse. Más adelante, ilustraciones juveniles recordaron que el cumple de mi sobrina se avecinaba. En esto de escoger libros para chicos no vale equivocarse; compré “El futuro que fue”, de Cáceres. Buena elección. 
Crucé el pasillo, desde un escaparate entreabierto, Benedetti me invitaba a amores con solo extender la mano. 
-¿Se lo envuelvo? -preguntó la cajera.
-Los libros no se envuelven -dijo una voz a mi costado antes de que pudiera contestarle. Al girar, un hombre de pelo castaño me miraba con una sonrisa colgada de los ojos.
-Es para regalar, todos los regalos deben envol…, -dijo mi voz a medio camino.
-No creas, y mucho menos los libros de poemas. Sería como amordazar palabras. Si te sobran unos minutos…-invitó. 
Nos sentamos bajo unas sombrillas de lona, en un patio donde el olor a asadito se mezclaba con el aroma de la tinta. El reloj sobre el muro marcaba las nueve de la noche pero, no se me ocurrió ni pensar en la puerta, hacia la. Por el contrario, me pareció justicia no taparle la boca a los versos, al fin las palabras son “… flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las oímos caer corno piedras opacas…corno monedas gastadas, signos vivos, pañuelos de bolsillo, como zapatos usados, esperanzas y decisiones, que deberían brillar como estrellas mentales cada vez que se las pronuncia. Sabemos muy bien cuáles son esas palabras en las que se centran tantas obligaciones y tantos deseos: libertad, dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia social, democracia, entre muchas otras. Y ahí están otra vez esta noche, aquí las estamos diciendo porque debemos decirlas…”. 
Los dos coincidimos en que Cortázar lo dijo magistralmente. 
Era tarde cuando nos despedimos con la promesa de un nuevo encuentro, en la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del puesto de Informaciones. Y esta vez -la Feria por testigo-, con pertinente puntualidad.

“Cita” por Marita Rodríguez-Cazaux para Editorial Dunken. Abril 2014.



                                                                    CITA


Decidimos conocernos personalmente en la Feria del Libro; era el mejor lugar para dos personas que habían contactado en un taller de Letras por Internet. La cita quedó fijada a las tres de la tarde, en la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del puesto de Informaciones.
Yo apenas sabía algunos datos imprescindibles como su nombre, pero no tenía ninguna duda sobre sus alcances literarios, por supuesto conocía los libros que formaban su biblioteca. En ese momento mediaba “Sostiene Pereira” mechándolo con una novela de Carver y sentía curiosidad por los versos de Benedetti, además de subyugarse con la prosa de García Márquez y de ser fanático, como yo, de Gelman.
Mientras me vestía para el encuentro, se me ocurrió pensar en que uno de los atractivos de la Feria es deambular por sus pabellones coloridos, pasillos estrechos tapizados del encanto que guardan las historias. Ese mítico peregrinar al que nadie escapa me predispuso a favor y llegué puntualmente.
La tarde era espléndida, el cobrizo propio de nuestro otoño en Buenos Aires matizaba el paisaje de Palermo. La Feria desplegaba el clima que la diferencia de tantas, particular magia de luz y voces que nos seduce.
Me detuve pegada a la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del puesto de Informaciones. A unos pasos, un chico repartía señaladores, dos chicas con viseras naranjas invitaban a ver una película en una sala vidriada, una señora preguntaba el horario de una charla periodística.  
A las tres y media, para hacer tiempo, caminé hasta el final de pasillo y me detuve ante unas mesas con la intención de descubrir un poemario de Benedetti y sorprenderlo cuando llegara. Mejor no, pensé al minuto, que elija él, y volví a la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del puesto de.
Silbidos de vigorosa alegría acompañaban aplausos llegados desde un rincón. Un mediático, supuse, pero los aplausos seguían y me tentó acercarme. Exponía un hombre joven sobre los recursos del género fantástico y una muchacha de voz fascinadora empezó a leer fragmentos de “Tantalia” y un micro cuento de  George Frost.
Me senté en el borde de la silla de la última fila. Lo imposible podía tocarse, lo irreal se tragaba la realidad. Impecable. La magia existe, me convencí.
Miré la hora, eran las cuatro y cinco. Salí disparada a la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del. Una pareja mayor trataba de conformar a un nene que quería el autógrafo de Superman. Quise decirle que a metros había dispuesto un lugar con entretenimientos y libros al alcance de los más pequeños, debieron adivinarme el pensamiento porque los tres se encaminaron hacia el pabellón infantil.
Volví a mirar la hora. Cinco menos veinte. Por los altavoces anunciaron la apertura de una disertación sobre costumbrismos en la literatura. Qué bueno, pensé, allí encontraré la orientación para poder extenderme en la charla sobre García Márquez o analizar “El páramo en llamas” que habíamos leído la semana anterior. Entré.
Una mujer apuntaba en un cuadernillo palabras sueltas, certera idea. Saqué mi agenda, escribí aquellas que me parecieron orientadoras, esos vocablos que acuden en las charlas y que luego quisiéramos volver a recordar. Me felicité de haberlo hecho, hay frases irrepetibles, movilizadoras, que es lastimoso dejar en el olvido.
Un cafecito me vendría bien, me dije y fui hacia la cafetería. La cordialidad de la chica que me atendió, el señor que leía en la mesa contigua y me prestó una silla, la pareja de extranjeros que se levantaron para dejarme paso, no me sorprendió. Un café en la Feria, es diferente, suma bohemia compartida.
Volví a la puerta, hacia la izquierda de la entrada, un grupo entusiasmado de jóvenes, cruzó el pasillo. Hablaban entre ellos, alguien dijo ROI, y me fijé en el programa, se presentaba Letras del Face. Era la hora exacta, así que subí a la Sala Victoria Ocampo. El público colmaba el salón, muchos sacaban fotos, otros posaban  junto al cartel anunciador del evento, se filmaban, parecían singularmente felices. Una chica alta y bonita organizaba, corría al micrófono, controlaba la decoración del estrado, apilaba libros a un costado. Iba y venía sobre tacos de obelisco con una sonrisa encantadora. Dos muchachas con acento entrerriano me ofrecieron un lugarcito entre ellas. “Está buenísimo, hay gente de la capital y de las provincias”, me dijeron.
ROI, resultó ser una iniciativa de Editorial Dunken, y Letras del Face era el sexto de los volúmenes editados anteriormente y compilados por escritores de oficio, talleristas y estudiantes de edición ligados a la Cultura. Esta novedad incluía narrativa, poesía, obras de ficción y no ficción, arte de diverso género postulado en concursos absolutamente gratuitos para autores noveles, a quienes se les editaba el trabajo, en este caso, una antología.
No pude escapar a la calidez de los integrantes de la mesa, mucho menos a la alegría que reinaba en el auditorio. Los trabajos que leyeron los autores me decidieron, compré tres ejemplares para regalar. Un libro siempre es obsequio oportuno.
Bajé hasta la puerta, hacia la izquierda de, pero nadie parecía esperarme. Había anochecido y la Feria resplandecía, volví sobre mis pasos. Entré a dos o tres stands, crucé el pabellón azul, compré un libro de Gelman. Paseé por el amarillo. En el verde, descubrí “Relato de un náufrago”, la brillante crónica escrita por García Márquez en 1955. Imposible resistirse. Más adelante, ilustraciones juveniles recordaron que el cumple de mi sobrina se avecinaba. En esto de escoger libros para chicos no vale equivocarse; compré “El futuro que fue”, de Cáceres. Buena elección.
Crucé el pasillo, desde un escaparate entreabierto, Benedetti me invitaba a amores con solo extender la mano.
-¿Se lo envuelvo? -preguntó la cajera.
-Los libros no se envuelven -dijo una voz a mi costado antes de que pudiera contestarle. Al girar, un hombre de pelo castaño me miraba con una sonrisa colgada de los ojos.
-Es para regalar, todos los regalos deben envol…, -dijo mi voz a medio camino.
-No creas, y mucho menos los libros de poemas. Sería como amordazar palabras. Si te sobran unos minutos…-invitó.
Nos sentamos bajo unas sombrillas de lona, en un patio donde el olor a asadito se mezclaba con el aroma de la tinta. El reloj sobre el muro marcaba las nueve de la noche pero, no se me ocurrió ni pensar en la puerta, hacia la. Por el contrario, me pareció justicia no taparle la boca a los versos, al fin las palabras son 
“… flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las oímos caer como piedras opacas…como monedas gastadas, signos vivos, pañuelos de bolsillo, como zapatos usados, esperanzas y decisiones, que deberían brillar como estrellas mentales cada vez que se las pronuncia. Sabemos muy bien cuáles son esas palabras en las que se centran tantas obligaciones y tantos deseos: libertad, dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia social, democracia, entre muchas otras. Y ahí están otra vez esta noche, aquí las estamos diciendo porque debemos decirlas…”.
Los dos coincidimos en que Cortázar lo dijo magistralmente.
Era tarde cuando nos despedimos con la promesa de un nuevo encuentro, en la puerta, hacia la izquierda de la entrada, cerca del puesto de Informaciones. Y esta vez -la Feria por testigo-, con pertinente puntualidad.


Marita Rodríguez-Cazaux
Abril 2014.


Para Editorial Dunken - Publicado por Editorial Dunken  



24 de abril  "LETRAS DEL FACE VI"
Sala Victoria Ocampo - Pabellón Blanco
Hora de inicio: 18:30 hs.
Presentan y coordinan: Marita Rodríguez-Cazaux, Ricardo Tejerina, Leticia Baico.

27 de abril  "SUEÑOS DIRIGIDOS"
Sala Victoria Ocampo - Pabellón Blanco
Hora de inicio: 16:30 hs  
Presentan  y coordinan: Marita Rodríguez-Cazaux, Ricardo Tejerina, María Florencia Estévez Bejo.

4 de mayo  "52 MOTIVOS PARA NO MORIR"
Sala Leopoldo Lugones - Pabellón Amarillo
Hora de inicio: 14:30hs.
Presentan y coordinan: Marita Rodríguez-Cazaux, Ricardo Tejerina, Carla Demarck.

Organización : Sabrina Vega - Editorial Dunken 

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