con
lo que soy, de
Dirbi Maggio
Dirbi Maggio invita a lectura gozosa de
significaciones, su poética recrea
logrados cuadros y vocablos multifacéticos. Bien lo expresa en el avance Julián
Contreras al referirse al “embiste contra las barreras del silencio para quebrarlo
y quebrase en versos en esa pugna de la cual emerge una literatura sensible,
sofisticada, tangible y fulminante”, frente a la cual “gracias a este noviazgo
que su espejo nos delata, podemos disfrutar de tanta belleza y autenticidad
poética” como manifiesta Beatriz Freijo en el impecable y cabal prólogo del
poemario.
Segmentado por atmósferas
literarias -Poliedro, El espacio social y Versos
de la triste figura-, la obra aporta vitalidad y estética
selecta en un espacio de intimidad al que se llega en la presentación del
primero de los poemas Escribo con lo que
soy con el desamparo vertical de haberme erguido // escribo sin nada se fueron
quebrando mis huesos // escribo con lo que no soy con lo que no tengo… //donde
claramente “desde la entraña misma, desde la esencia de mujer poeta” (María
Magdalena Pascual, palabras en contratapa) crece la temperatura lírica que da a
luz sonidos e imágenes en coyuntura con
la expresión, es decir, los sentidos abiertos a la trasgresión sobre el verbo,
el discurso que propone otra realidad y, lo más importante, la instala Voy a cabalgar un poema en pelo en
atropelladaslineas//herradura colgada de un hipérbaton //corazón a tropiezos
delpoemaquesedesboca sin riendas.
Regiones del recuerdo detienen la
vista con originalidad lírica mis
estrellas toman/sus puntas aceradas/ se descielan se clavan en mi
silencio/ erguidas como un poema/ sobre huellas de antiguas/ilusiones errantes,
y
en ese instante de suspensión entre pretérito y presente, allí donde se detiene el aliento del mar donde la sal escribe lo fugaz
y lo infinito en el límite entre la emoción y la ceniza, clarean, despuntan
(Amanecer).
Un mundo late para la poeta detrás de
escenografías que los seres humanos pareciéramos en ocasiones no advertir //este mar que batalla incesante envía sus
tropas transparentes invaden la playa nos tocan de eternidad por un momento y
nos abandonan a nuestra pobre suerte de tierra// tiene el todopoder de hablar a
nuestro oído de arena// nos llena de espuma la cabeza y nos tiende al sol como
restos de una ola más, mundo que podemos
tocar en el silencio que habla entre verso y verso, cosmos salvador para rescatarnos de una
existencia de lodo.
Detenida en cada
detalle –playa, jardín, río, árbol, patio, pájaro, ventanal, ola, cristal,
flor, nave, sol, noche, ceniza…–, sólida ante el poema, Dirbi logra que exista incluso
aquello que no ha llegado a ser aún y que debe formar parte del mundo para convertirlo
en mejor mundo. Tal universo inefable e imprescindible parece ser el espacio
donde abismada en lila la flor era mi
amigo dormido sobre mi falda // amablemente flor en el vacío o el colosal escalamiento de la
enredadera que se adelanta en la mente a ocupar el espacio del cuerpo, pronto llegará a mis pies y comenzará a escalarme como verde anticipo
de mi ausencia.
Este recurso superior atraviesa la propia
temperatura del verso con total significancia del vocablo e insta a la
reflexión inmediata. Un ejemplo cumplido es Mujer sin abalorios, poema donde las
imágenes pesan, oprimen, sujetan, esclavizan, comprometen, y solo desprenderse
de esos abalorios en el silencio de la noche le permite ascender y quedarse pegada al cielorraso, palabra talentosamente
concebida pues bien podría ser el único cielo para quien vive el agobio de la
opresión en espera de sueños que liberten. Con rasgos cercanos a esta atmósfera
Las bodas de Juana Demarco, cuya visión del cuarto enceguece de dolor los ojos
de la niña de cuerpo claro, enrejada
entre sábanas, absorta de sumisión.
Bombardeos, dedicado a una sobreviviente
de la Segunda Guerra Mundial, sacude como si nuestra propia carne cruzara el
olor de la iperita y el fosgeno o la memoria nos quedara detenida en crueles
almanaques no tan lejanos.
Cabe destacar la brevedad poderosa en
varios poemas de Dirbi, que evoca las flechas impactantes de Pizarnik, y ocupa
dimensión infinita Redonda la luna/
brilla en el cielo negro/ perfuma la noche/ como un jazmín o la
grávida infinitud que contagia el tierno
poema dedicado a Quique, hay paz en el
alto silencio de una paloma azul que eligió posarse en el aire.
El espacio social avanza tras versos de Elena Eyheremendy; El
gran teatro del mundo deslumbra en imágenes sin refute // Hablemos de los pobres de los que tienen nombre y apellido y no
comen //cuando los que comen siempre devoran con negocios y mentiras los panes
que los pobres no comen cuando el poder niega o lanza estadísticas y exige
ajustes y esperanzas//repetimos y votamos (botamos) como si todo el género
humano tuviera el estómago lleno.
Unido a este magistral poema como si
ambos buscaran abrazarse en el otro lado
del espejo, Visita al Moyano, dedicado
al poeta Daniel Grad, escrito en primera persona y poblado de tropos de lujo se multiplican las voces //van a resonar con la lluvia que lava el paisaje
como una baba inocente que la boca no alcanza a retener // se vacía mi cuenco
se llena de otredades de luces minúsculas resplandores en esta casa mía que no
siempre quiero habitar.
Con el mismo temple, inspirado en un
fragmento de María va, canción de Tarragó Ros, la figura del hombre/padre se
eclipsa y por ello la fusión madre/hijo toca la dicha y fueron dos orillas sin río dos
que eran uno y uno universo de una sola línea paralela al horizonte, escenario
en el cual hasta la palabra universo puja
por un pedestal inherente.
Todo o nada trae la figura de Eduardo
Galeano, poeta uruguayo que escribía “para quienes no pueden leerme, los de
abajo, los que esperan hace siglos en la cola de la historia” a los que congrega Dirbi como los nada de nada para nadie ayer hoy mañana
//que van afinándose en sombras cada vez más transparentes más sutiles hasta
que desaparecen de los umbrales los templos las bocacalles y podemos afirmar
orgullosamente que llegamos al grado cero de la pobreza. Enlazado aún a
esta realidad llega el siguiente poema
Los niños brillantes centellean en el piso reluciente del shopping // los niños
que brillan saltan y corren //y los padres los miran orgullosos de sus luces
//queda su estela de refulgencias // y me atraviesa un relámpago de madrugadas de
hospital de caseríos helados una primaveral eclosión de pobreza y hambre para
cerrar de forma soberbia y encendida sin
otro destello que la reverberación de la luz en todas aquellas lágrimas.
A Dirbi no le pasan desapercibidos los
silencios descarnados, esos que no se quieren oír porque tienen millones de
bocas, de los cuales apartamos los sentidos y que no cesan de perseguirnos con
su vaho maloliente, a quien le extrañaría
su ausencia quien añoraría el roce de sus manos// el hombre duerme se
desechó/en esa esquina cubrió su
descampado con bolsas de consorcio ajadas negras.
A la poeta Gladys Cepeda, se destina
Visita al Borda, escenografía a la que el lector injerta la nocturna brisa
shakesperiana y la tarde en la alameda del mural de Rivera, hasta el humo de
los cigarros acerca el aroma, el clima, el latido que aguarda en el
neurosiquiático porteño donde carteles
con leyendas aseguran que “la curiosidad salva al hombre”, inquieta búsqueda que habrá de abrirse plena
en El
espacio social Tengo los ojos llenos de ojos que parpadean
desengaños un río de sangre en la sangre// no queda espacio para mí.
Cierra el poemario, Versos
de la triste figura –A don
Quijote, que supo leer el alma de Cervantes–, apartado donde están las verdades sin abrir en los armarios quizá
esperando el tiempo de invierno donde
vencen cuando somos viejos y no podemos batallar. La sombra-estilete de la madre traspasa
la infancia y hiere como la hoja de
afeitar entre las tablas que parte en pedazos la intemperie de la infancia,
dos poemas sublimes, el primero inspirado en versos de la poeta Flora Levy y el
segundo rememorando aquel horror que escondía hojas de afeitar en los toboganes
de las plazas. La figuración de
herida, acero, filo, tajo, vuelve a estar presente mi abuela cantaba todo el día canciones de siempre y de nunca brotadas
del río recurrente de su tristeza de la punta filosa// su canto atravesaba la
semana como una espina// para que nadie la oyera maldecir sus crepúsculos
gastados ni su niebla ni sus copas quebradas.
Una caja de fotos que guardé lejos de mi ojos para no recordar
devana los años y los gestos que una cámara dispara para eternizarlos en
simulacro //solo una cámara podía unirnos//allí
mi pelo de otro tiempo allí tus manos de otra vida//fotos de falsedad//mentiras
sobre nuestras cabezas//cartón pintado lo nuestro amor de cotillón.
Quizá la mujer que aún conserva la caja de fotos sea
aquella niña que logra “vestirse de palabra”, de plumetí, de gasa celeste, y pasear asida al brazo del aire al tiempo que lo bello la circunda para
que pueda ver –ella y quien la lee–la
terrible hermosura de las tempestades, el temblor despiadado del mundo, la voz que lastima, la
mirada que sesga, los fragmentos de la soledad, la rosa de los vientos que
desorienta los pasos de la mente.
Digno de detenido análisis los
personajes que viven pero no conviven, penden de lo hipotético, lo fortuito, casi
lo desmedido, ignoran cuna, nombre, voz, ni siquiera pueden indagarse porque con ellos todo vacila no se conocen nunca se
conocieron (Él y ella).
Sublime lienzo lírico que trepa plus
ultra de todo lenguaje figurado mis ojos
tiemblan en el dorado rostro del té y
entra en la carne como estilete ¿Qué
dolor más grande hay que el dolor del hijo? ¿Qué mar más profundo que la pena
por la pena del hijo? Tan amarga taza de té…//se rompe la sed el agua de mi
cuerpo se parte con el seco insoportable pesar/del hijo que se quiebra.
Dirbi
Maggio ilumina una patria que aparece detrás de los esqueletos del duelo, en el entierro de todos mis sueños de amor;
del dolor, esos pájaros que giran
alocadamente en la vigilia de los ojos no traen nuevas; de la intemperie la vemos irse como el último colectivo
de la noche y nosotros solos tan lejos de casa, del corazón que viste velos y campanillas de celofán y
se enraíza en el aire; patria a la que se llega tras pisar campo minado y
que, sin embargo, aloja el rumor de la revelación en tintacarne y permite alzar
verso como un pájaro visionario, quimérico, bogador de cieloaguatierra, y de
milagros.
Marita Rodríguez-Cazaux
con lo que soy (Poemas, 2020)
Tahiel
Ediciones - Colección Latinoamericana ALIWEN
Adriana “Dirbi” Maggio
(CABA) Docente y escritora
Excelente visión del libro!
ResponderEliminarMuchas gracias, querida Marita, por tus cariñosas y elogiosas palabras. Me siento feliz y honrada por tus apreciaciones. Un beso grande. Dirbi Maggio
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