domingo, 13 de septiembre de 2020

OPINIÓN LITERARIA

 



 

con lo que soy, de Dirbi Maggio

 

 

       Dirbi Maggio invita a lectura gozosa de significaciones, su poética  recrea logrados cuadros y vocablos multifacéticos. Bien lo expresa en el avance Julián Contreras al referirse al “embiste contra las barreras del silencio para quebrarlo y quebrase en versos en esa pugna de la cual emerge una literatura sensible, sofisticada, tangible y fulminante”, frente a la cual “gracias a este noviazgo que su espejo nos delata, podemos disfrutar de tanta belleza y autenticidad poética” como manifiesta Beatriz Freijo en el impecable y cabal prólogo del poemario.

        Segmentado por atmósferas literarias  -Poliedro, El espacio social y Versos de la triste figura-, la obra aporta vitalidad y estética selecta en un espacio de intimidad al que se llega en la presentación del primero de los poemas Escribo con lo que soy con el desamparo vertical de haberme erguido // escribo sin nada se fueron quebrando mis huesos // escribo con lo que no soy con lo que no tengo… //donde claramente “desde la entraña misma, desde la esencia de mujer poeta” (María Magdalena Pascual, palabras en contratapa) crece la temperatura lírica que da a luz sonidos e imágenes en coyuntura  con la expresión, es decir, los sentidos abiertos a la trasgresión sobre el verbo, el discurso que propone otra realidad y, lo más importante, la instala Voy a cabalgar un poema en pelo en atropelladaslineas//herradura colgada de un hipérbaton //corazón a tropiezos delpoemaquesedesboca sin riendas.

         Regiones del recuerdo detienen la vista con originalidad lírica mis estrellas toman/sus puntas aceradas/ se descielan se clavan en mi silencio/ erguidas como un poema/ sobre huellas de antiguas/ilusiones errantes, y en ese instante de suspensión entre pretérito y presente, allí donde se detiene el aliento del mar donde la sal escribe lo fugaz y lo infinito en el límite entre la emoción y la ceniza, clarean, despuntan (Amanecer).

        Un mundo late para la poeta detrás de escenografías que los seres humanos pareciéramos en ocasiones no advertir //este mar que batalla incesante envía sus tropas transparentes invaden la playa nos tocan de eternidad por un momento y nos abandonan a nuestra pobre suerte de tierra// tiene el todopoder de hablar a nuestro oído de arena// nos llena de espuma la cabeza y nos tiende al sol como restos de una ola más,  mundo que podemos tocar en el silencio que habla entre verso y verso,  cosmos salvador para rescatarnos de una existencia de lodo.   

         Detenida en cada detalle –playa, jardín, río, árbol, patio, pájaro, ventanal, ola, cristal, flor, nave, sol, noche, ceniza…–, sólida ante el poema, Dirbi logra que exista incluso aquello que no ha llegado a ser aún y que debe formar parte del mundo para convertirlo en mejor mundo. Tal universo inefable e imprescindible parece ser el espacio donde abismada en lila la flor era mi amigo dormido sobre mi falda // amablemente flor en el vacío  o el colosal escalamiento de la enredadera que se adelanta en la mente a ocupar el espacio del cuerpo, pronto llegará a mis pies y comenzará a escalarme como verde anticipo de mi ausencia.

      Este recurso superior atraviesa la propia temperatura del verso con total significancia del vocablo e insta a la reflexión inmediata. Un ejemplo cumplido es Mujer sin abalorios, poema donde las imágenes pesan, oprimen, sujetan, esclavizan, comprometen, y solo desprenderse de esos abalorios en el silencio de la noche le permite ascender y quedarse pegada al cielorraso, palabra talentosamente concebida pues bien podría ser el único cielo para quien vive el agobio de la opresión en espera de sueños que liberten. Con rasgos cercanos a esta atmósfera Las bodas de Juana Demarco, cuya visión del cuarto enceguece de dolor los ojos de la niña de cuerpo claro, enrejada entre sábanas, absorta de sumisión.   

       Bombardeos, dedicado a una sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial, sacude como si nuestra propia carne cruzara el olor de la iperita y el fosgeno o la memoria nos quedara detenida en crueles almanaques no tan lejanos.

        Cabe destacar la brevedad poderosa en varios poemas de Dirbi, que evoca las flechas impactantes de Pizarnik, y ocupa dimensión infinita Redonda la luna/ brilla en el cielo negro/ perfuma la noche/ como un jazmín  o  la grávida infinitud que contagia el tierno poema dedicado a Quique, hay paz en el alto silencio de una paloma azul que eligió posarse en el aire.

       El espacio social  avanza tras versos de Elena Eyheremendy; El gran teatro del mundo deslumbra en imágenes sin refute // Hablemos de los pobres de los que tienen nombre y apellido y no comen //cuando los que comen siempre devoran con negocios y mentiras los panes que los pobres no comen cuando el poder niega o lanza estadísticas y exige ajustes y esperanzas//repetimos y votamos (botamos) como si todo el género humano tuviera el estómago lleno.  

       Unido a este magistral poema como si ambos buscaran abrazarse en el otro lado del espejo, Visita al Moyano, dedicado al poeta Daniel Grad, escrito en primera persona y poblado de tropos de lujo se multiplican las voces //van a resonar con la lluvia que lava el paisaje como una baba inocente que la boca no alcanza a retener // se vacía mi cuenco se llena de otredades de luces minúsculas resplandores en esta casa mía que no siempre quiero habitar.

        Con el mismo temple, inspirado en un fragmento de María va, canción de Tarragó Ros, la figura del hombre/padre se eclipsa y por ello la fusión madre/hijo toca la dicha  y fueron dos orillas sin río dos que eran uno y uno universo de una sola línea paralela al horizonte, escenario en el cual hasta la palabra universo puja por un pedestal inherente.

        Todo o nada trae la figura de Eduardo Galeano, poeta uruguayo que escribía “para quienes no pueden leerme, los de abajo, los que esperan hace siglos en la cola de la  historia” a los que congrega Dirbi como los nada de nada para nadie ayer hoy mañana //que van afinándose en sombras cada vez más transparentes más sutiles hasta que desaparecen de los umbrales los templos las bocacalles y podemos afirmar orgullosamente que llegamos al grado cero de la pobreza. Enlazado aún a esta realidad llega el siguiente poema Los niños brillantes centellean en el piso reluciente del shopping // los niños que brillan saltan y corren //y los padres los miran orgullosos de sus luces //queda su estela de refulgencias // y me atraviesa un relámpago de madrugadas de hospital de caseríos helados una primaveral eclosión de pobreza y hambre para cerrar de forma soberbia y encendida sin otro destello que la reverberación de la luz en todas aquellas lágrimas.  

       A Dirbi no le pasan desapercibidos los silencios descarnados, esos que no se quieren oír porque tienen millones de bocas, de los cuales apartamos los sentidos y que no cesan de perseguirnos con su vaho maloliente, a quien le extrañaría su ausencia quien añoraría el roce de sus manos// el hombre duerme se desechó/en esa esquina  cubrió su descampado con bolsas de consorcio ajadas negras.

       A la poeta Gladys Cepeda, se destina Visita al Borda, escenografía a la que el lector injerta la nocturna brisa shakesperiana y la tarde en la alameda del mural de Rivera, hasta el humo de los cigarros acerca el aroma, el clima, el latido que aguarda en el neurosiquiático porteño donde carteles con leyendas aseguran que “la curiosidad salva al hombre”,  inquieta búsqueda que habrá de abrirse plena en El espacio social  Tengo los ojos llenos de ojos que parpadean desengaños un río de sangre en la sangre// no queda espacio para mí.

       Cierra el poemario, Versos de la triste figuraA don Quijote, que supo leer el alma de Cervantes–, apartado donde están las verdades sin abrir en los armarios quizá esperando el tiempo de invierno donde vencen cuando somos viejos y no podemos batallar.  La sombra-estilete de la madre traspasa la infancia y hiere como la hoja de afeitar entre las tablas que parte en pedazos la intemperie de la infancia, dos poemas sublimes, el primero inspirado en versos de la poeta Flora Levy y el segundo rememorando aquel horror que escondía hojas de afeitar en los toboganes de las plazas.  La figuración de herida, acero, filo, tajo, vuelve a estar presente mi abuela cantaba todo el día canciones de siempre y de nunca brotadas del río recurrente de su tristeza de la punta filosa// su canto atravesaba la semana como una espina// para que nadie la oyera maldecir sus crepúsculos gastados ni su niebla ni sus copas quebradas.

       Una caja de fotos que guardé lejos de mi ojos para no recordar devana los años y los gestos que una cámara dispara para eternizarlos en simulacro //solo una cámara podía unirnos//allí mi pelo de otro tiempo allí tus manos de otra vida//fotos de falsedad//mentiras sobre nuestras cabezas//cartón pintado lo nuestro amor de cotillón.

       Quizá la mujer que aún conserva la caja de fotos sea aquella niña que logra “vestirse de palabra”, de plumetí, de gasa celeste, y pasear asida al brazo del aire al tiempo que lo bello la circunda para que pueda ver –ella y quien la lee–la terrible hermosura de las tempestades, el temblor  despiadado del mundo, la voz que lastima, la mirada que sesga, los fragmentos de la soledad, la rosa de los vientos que desorienta los pasos de la mente.           

       Digno de detenido análisis los personajes que viven pero no conviven, penden de lo hipotético, lo fortuito, casi lo desmedido, ignoran cuna, nombre, voz, ni siquiera pueden indagarse porque con ellos todo vacila no se conocen nunca se conocieron (Él y ella).

       Sublime lienzo lírico que trepa plus ultra de todo lenguaje figurado mis ojos tiemblan en el dorado rostro del té  y entra en la carne como estilete ¿Qué dolor más grande hay que el dolor del hijo? ¿Qué mar más profundo que la pena por la pena del hijo? Tan amarga taza de té…//se rompe la sed el agua de mi cuerpo se parte con el seco insoportable pesar/del hijo que se quiebra.  

       Dirbi Maggio ilumina una patria que aparece detrás de los esqueletos del duelo, en el entierro de todos mis sueños de amor; del dolor, esos pájaros que giran alocadamente en la vigilia de los ojos no traen nuevas; de la intemperie la vemos irse como el último colectivo de la noche y nosotros solos tan lejos de casa, del corazón que viste velos y campanillas de celofán y se enraíza en el aire; patria a la que se llega tras pisar campo minado y que, sin embargo, aloja el rumor de la revelación en tintacarne y permite alzar verso como un pájaro visionario, quimérico, bogador de cieloaguatierra, y de milagros.

 

                                                                                     Marita Rodríguez-Cazaux

 

 

con lo que soy  (Poemas, 2020)

Tahiel Ediciones - Colección Latinoamericana ALIWEN

 


Adriana “Dirbi” Maggio 

(CABA) Docente y escritora



 

 

2 comentarios:

  1. Muchas gracias, querida Marita, por tus cariñosas y elogiosas palabras. Me siento feliz y honrada por tus apreciaciones. Un beso grande. Dirbi Maggio

    ResponderEliminar