jueves, 21 de febrero de 2019

RESEÑAS - COMENTARIO - OPINIÓN





¿Quién lee poesía en el S. XXI? 



Comentario sobre el libro “Escote abierto” de Marita Rodríguez-Cazaux 
                                         
                                                                 Por Fernando Bustos Odzomek 



Era audiovisual y de textos breves, que navegan por la superficie, sin ahondar demasiado y demorarse. El mito es que ya nadie lee libros. La verdad es que ha perdido la hegemonía del relato, la prosa y la poesía. Pero las minorías actuales son más voluminosas que las mayorías del pasado. Y aunque editar independientemente no sea sustentable, la literatura de autor discurre por caminos que no pretenden ser económicamente redituables, o por lo menos como sustento full time del escritor promedio, que vive de otra actividad y ejerce por vocación, placer y hasta, podría decirse, por obligación autoimpuesta. 

Así y todo, si quisiera, la poesía ganaría en varios frentes. Siendo breve es profunda, llega hasta los huesos, el estomago, y el corazón, por supuesto. Llega al alma. Reconforta, casi siempre, aunque a veces también disgusta. Porque es empática. No se trata de metáforas nada más, la poesía no se agota en el lenguaje. Es mensaje. 

Particularmente no leo a muchos poetas y en mi voluminosa biblioteca no llego al 10% en ejemplares de poesía y me sobran los dedos para mencionar autores. Pero a quiénes leí, amo profundamente, a partir de su lectura. 

“Escote abierto” no llegó a mis manos por elección, fue un regalo. Y esa empatía, en seguida, fue mutua. El libro me eligió a mí, y mientras me hablaba, me interpelaba. No me dieron ganas de leerlo. Explico mejor: Uno no tiene ganas de leer algo, explícitamente, no desde serle indiferente, sino desde la pro-actitud de no querer leerlo, a partir de haber leído una parte. 
Al principio, mi juego de lector fue psicoanalizar a la autora, descubrir su vida, porque la poesía es experiencia, proyección, catarsis… (A mí me gusta darme a conocer a través de mis cuentos, suelo regalárselos a quiénes pretendo abrirles la puerta de la amistad, porque no soy de confundir contactos con amistades) Pero, los autores somos astutos, jugamos a que los lectores jueguen a psicoanalizarnos, y les hacemos creer que hablamos de nosotros cuando estamos hablando de ellos, nuestros lectores. Y cuando somos lectores, somos engreídos y creemos que podemos quebrar la barrera y llegar al fondo, que es donde, de nuevo, se encuentra, figurativamente, nuestra biografía disfrazada de alter ego; la biografía de quién leemos. Entonces… la lectura, al principio, es una cuestión de batallar con el autor para ganarle. 

Después bajamos la guardia. Digo: Me dejé atrapar por las historias detrás de las metáforas. El juego de la traducción libre. Y fui descubriendo mis experiencias (lo que le pasó a un amigo de un amigo, no a mí personalmente) que encajaban perfectamente en algunos de los textos de Marita. Y confirme, por otra fuente más, que mi biografía no era singular, sino que respondía a lo ya vivido por miles de personas antes de mí, y mi tragedia amorosa era solo una remake de algún griego antiquísimo, conocido por Homero. 

Es cuando quise dejar de leer. ¿A quién le gusta que le digan: te lo dije? Y Marita estaba diciéndome eso con su “escote abierto”. 

A su vez, el motivo por el cual dejar de leerlo es el motivo para continuar leyendo. Consuelo de tonto, le dicen. Saber que tu historia es también la de los otros te hace sentir en compañía. No se trata de ser feliz con la tragedia amorosa del prójimo sino tan solo aliviado. No me mal interpreten. Con la poesía de Marita uno se siente comprendido y elevado porque vemos nuestro reflejo en retratos grandilocuentes. Nuestro desamor, nuestro rencor, nuestro olvido (que no es tal, que nos cuesta olvidar) esta vestido con glamour. La lluvia tiene luz, la tristeza nos aborda con una sonrisa (esa de: Eso también pasará) lo cotidiano se hace especial. Nuestros amores ordinarios son pasiones extraordinarias en la pluma de Marita. Eso es empatía. 

Pero respondamos la pregunta inicial: ¿Quién lee poesía hoy? Arriesgo a que, en su mayoría, leemos porque alguien nos recomendó tal o cuál lectura o autor. Y yo hoy, quiero sugerirles el “escote abierto” de Marita Rodriguez-Cazaux. 
Encontrarán elegancia, melodía, juegos del lenguaje, sutileza; y a la vez, explicites, erotismo, sensualidad. Nostalgia, melancolía, rencor, amor, desamor, desencuentro y hasta desapego; entre tantas pasiones nuestras, en su pluma. Ironía, sarcasmo, fragilidad femenina pero también masculina, porque Marita, a veces, se calza nuestros zapatos. 


Quisiera compartirles parte del dialogo personal, que como les conté al principio, en ese juego de proyección, tuve con su poesía. Eligiendo algunos de sus poemas, primero lo mencionaré y seguido agregaré algunas palabras propias. 

Debajo estoy yo- Romanos 7 dice que hacemos los que no queremos y no hacemos lo que queremos porque esclavos de nosotros mismo somos, o algo así… 

Tu mar lleno de urgencias- Llegaste a mi tranquilidad y me intoxicaste con tu inmadurez, que al principio me cautivó, pero ya me hartó. 

La que antes era- Crecer, de eso se trata. No de tropezar con la misma piedra siempre, sino en todo caso, volver a la misma piedra y saber esquivarla, patearla o jugar con ella. 

Apenas- Alguien me dijo alguna vez que era yo un hospital de amores. 

Osadía- Hace muchos años (1999) escribí un autorretrato en el que aún me siento identificado. Lo llamé “Autoperfil” les comparto un fragmento.[1]

Desde hoy queda prohibido- Hace 10 años escribí “La musa vacía”[2], que es lo que hacían los antiguos emperadores con sus némesis derrotados. Los borraban de la historia. 

Tu ausencia es de seda-¿Quién no tiene un objeto fetiche robado a su ex, con o sin glamour? 

Te fuiste sin invitarme- Aquellas historias que atesoramos y sin embargo no pudieron ser. Tengo miles de proyectos y lugares que sin ella no serán lo mismo, pero serán de algún modo. 

El verdadero cantar de Salomón- Mi reino por la reina de Saba. Como me gustan las referencias bíblicas en la poesía terrenal. 1º Corintios 13: si yo hablase lenguas humanas y angélicas…. Pero si no tengo amor… 

Hojas- Cuando nos resistimos a dejar ir a quién ya no nos ama, nos surgen poemas maravillosos y a veces, negación. Este es mi poema: El escondite perfecto[3]

Desguace- No hay quién resista que le escriban un poema, una canción, pero al desamor se lo castiga con silencio. Al igual que “desde hoy queda prohibido” El exilio de la memoria es la más dulce venganza del despecho. También dialoga con “La musa vacía” 


Y sigo leyendo. Y tal vez más tarde, quizá, siga escribiendo sobre “Escote Abierto” y otros poemas que me cautivaron y aquí no mencioné. 


ESCOTE ABIERTO (2017)  Poética.

EDITORIAL DUNKEN
Ayacucho 357, CABA.



[1] Fragmento de “AUTOPERFIL” 


(…) Me encuentro y me defino.

Ante todo. Como un individuo postmoderno, por coyuntura.

Como un pseudo intelectual de vanguardia, por vocación.

Un curioso, por convicción.

Un discípulo de la sospecha, por confesión de mi fe.

Un crítico social, por obligación.

Un pesimista, por experiencia.

Un progresista, por ideología.

Soy un hombre de mente abierta, por sensatez.

Y un pedante, por ignorancia.

Tengo aspiraciones de artista

y soy un provocador, por placer.

Un soñador, por necesidad

y un excéntrico, por comodidad.

Soy un hombre de recursos materiales escasos, por herencia y adopción.

Y mi legado también fue la rebeldía.

Soy militante, por aceptar desafíos.

Y cargo con la etiqueta de fracasado, por trascendente.

Soy inadaptable, por genética y marginal, como consecuencia.

Soy una mala influencia, por oficio y predicador, por pulsión.

No tengo adicciones, ni consumo estimulantes, por cobardía.

Soy hedonista, por coquetería y aburrido, por sentencia de la mediocridad.

Soy un hombre solitario, y esto se lo debo a la complejidad.

Creo en Dios y le creo a Dios

Pero no reconozco a sus voceros.

Soy evangélico y católico, por definición. Y ecuménico, de fe.

Soy una promesa, pero puedo irme de este mundo sin cumplirla.

Soy un carbón en vías de diamante.

Soy tan solo un hombre que intenta ser lo que quiere y no lo que puede, aunque quizá algún día caiga derrotado y me deje vencer.

Soy una espina, muy pequeña, pero espina al fin, para el poder de hoy.

Y eso es un inmenso privilegio (…)





[2] La musa vacía
 

¿Cuál es el peor despecho que puede sufrir la amante de un poeta?

Algunas inspiran sus más grandes dolores, sus penas, sus rabias. Y ellas son las mismas, las que inspiraron sus canciones de amor, sus románticas historias.

A veces. En la vida de los artistas, se cruza una cínica, manipuladora, que sabe hacerse pasar por otra, pero cuando ya no puede sostener la mentira, afronta el más grande de los despechos.

El olvido.

Pero no el olvido del artista, sino de su entorno.

Es decir: que el artista no la nombre.





[3] El escondite perfecto



Voy a esconderme en los rincones más olvidados de tu alma.

Voy a hacerte creer que me olvidas para que no me olvides.

Y como un fantasma plantearé resistencia al invasor desde una guerra de guerrillas. Aparecerá mi nombre en tu boca cada vez que lo llames y el olor de mi piel penetrara en tus entrañas con cada abrazo que recibas. Será su humor el que te robe una sonrisa pero cuando pretendas acompañar el clima surgirá la ironía de tu lengua, y serán mis frases recreadas en tu boca. (…)

Cada noche de soledad te abrazaré y susurraré anécdotas, compartiré el calor de mi cuerpo y haré caricias en tu espalda, y cuando despiertes estaré mirándote desde el escondite más recóndito, mientras vuelves a derramar una lágrima por su ausencia.

(…) Aprenderé a esperar agazapado en el altillo de tu alma, para salir por las noches, a vagar por los pasillos que me sueñas.

Dejaré rastros para cuando despiertes.

Dejare pistas para que me descubras. 


*[1], [2] y [3] Obras del escritor  Fernando Bustos Odzomek.  

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