lunes, 21 de mayo de 2012

EQUIVOCADO

En un verano 
 
hablamos una tarde

de la rosa y el mar y la llovizna.

Y del perfume traicionero de la espina. 
 
Hablamos de nosotros y tenía

total y clara coincidencia la palabra.

No hubo báscula más justa en mi existencia

que aquella que pesó nuestra certeza

de saber lo que sentía

- exacto, exacto-

el corazón que apenas se asomaba

al inexacto encuentro con la vida.



Hoy sé que ni siquiera

era el mismo paisaje el que mirábamos

aquella misma tarde de verano.

Ni el mismo mar, ni la misma lluvia.

Ni la rosa era la misma. 
 
Ni la herida.





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