lunes, 16 de noviembre de 2020

RESEÑAS - OPINIÓN

 



PATIO DE ATRÁS, de María Amelia Díaz

 

 

             Tarea harto ambiciosa reseñar una obra de María Amelia Díaz. Su escritura propone dinámicas lecturas y acredita diferentes enfoques, otorga multiplicidad de criterios, expone un acertado manejo del vocabulario rioplatense –por momentos dialogante y confidencial– y una armonía impecable para sostener en el escenario figuras poéticas y mensaje.

             En la geografía de Patio de atrás transcurre un sentido de pertenencia que dispone paralelos con el significativo interior, el hogar la casa los recoge con dulzura, padres hijos nietos, //y los que marcharon obligados hoy están presentes,  apenas a  pasos de ese carmen de césped y pedacito de cielo, simbolismo avant la lettre.

             En el afuera de ese interior doméstico, torre maciza,  se abre un microcosmos de colores, trinos, aromas; universo que la autora quisiera vestir -y desvestir- de la manera más aguda si mis palabras fueran, si tuviera palabras luminosas para anunciar este cielo desnudo, bruñido, vidrio iluminado, en referencia a aquellas que permanecen no por breves instantes de vuelo, tras una inspiración, sino germinadas en fruto y flor y pueden tocarse, asirse y guardarse plus ultra del verso.

              Remontándose a un tiempo nunca dejado, infancia, mi risa pequeña atravesaba el aire (XXXII) donde cruzaban los duendes y las constelaciones del zodiaco (XXVIII),   juventud, temprano, mientras la mañana salía a recibirme, con el guardapolvo blanco doblado bajo el brazo y las ganas de cambiar el mundo desde una inocente pizarra (Poema XX) hasta el presente batallar, el patio goza de imágenes en dinámico avance, bailes, amores, lejanías, pérdidas, proyectados todos ellos en una escenografía donde hasta las cerámicas parecen percibir los pasos que sobre ellas se dieron/se dan.

              La vida cotidiana, las celebraciones la casa huele, olió a pan dulce y a lechón adobado, y en la mesa del patio, cubierta con mantel de fiesta, se mezclan sin complejos las botellas de sidra y de champagne rosado; el ocio, la reflexión, las reconciliaciones la familia se encuentra se encontró después de las desavenencias (XIV); el disfrute, los insomnios las inspiraciones que pronostican las lecturas me sirvo un libro de poemas. Y leo (XXX), los escritos en torno al dialecto de la naturaleza en notable disposición de tiempos de verbo donde el presente no deja de enlazarse con el pasado.   

              Poemas de fino sensualismo, como si el patio se abriera a los secretos del gineceo, el pétalo sumiso de una amapola labio pintado de rojo que besa la mañana una gota de rocío tiembla   (IV) // primero lució un tenue camisón de lilas quebradizas hasta que el sol vino a vestirla toda ella de raso amarillo. Así está ahora, luminiscencia dorada, tumbada en el patrio como una muchacha con los ojos cerrados abre los brazos para que su piel se dore (XVI) o el poema XXII, de tropos singulares abrieron sus flores de moaré rosado.

               Identidad constante hoy mi patio amaneció dormido una cobija de niebla abriga el patio y esa tristeza amorfa de garúa tan paisaje tan de repente buenos aires // bostezaba aún entre las sábanas de nieva hubo que salir a barrer las hojas secas  y sacudirle esa tristeza gris con que se arropa (VI) conservada en todo el corpus, sostenida sustancialmente en un continuo saberse, incluso como si se magnetizara en flora para seguir buscándose con esa sabiduría que nos llega siempre desde los sentidos, camino descalza // las plantas de mis pies aplastan con goce la blandura carnosa // le recuerda aquí estoy a la memoria, le describen el mundo con su mirada de piel siempre allá abajo, para rematar los pies también dicen yo soy ,me nombran bajo la morbidez azul de las bignonias. (VII).

               El poema XXIX contiene lo que podría denominarse galería de diminutivos, palabras de imagen mínima que aportan el clima real en torno al mensaje las hormiguitas trazan corredores entre las minúsculas hojas del pasto,//por lo que van dejando palitos, recortes de hojas verdes// estilo que gravita en varios rincones del poemario y que contagia la ternura del diminutivo, los bichos bolita escondidos debajo de las macetas, pequeños dragones pardo verde (V), caminitos de caracoles (XV) debajo del vestidito recién almidonado (XXVIII).

               M.A.D. acerca una explanada abierta e íntima –antítesis como la vida misma– donde el yo poético y el yo lirico se consolidan sin perder sustancia propia, nutriendo lo espiritual, la savia interior, la fructificación habitada por sonidos personales y exponiendo un estilo potente, capaz de atrapar el cuadro, el aroma del instante. Asimismo encuentra un registro poético que remonta a voces notables, un lenguaje de lucidez que explaya lo social a través de cabales metáforas.

                La autora invita a esa región en la cual, quizá porque los patios carecen de espejos, los lectores puedan encontrarnos a sí mismos mirándose hacia adentro, inclusive adueñarse del entretejido de interiorismo singular que allí alumbra. El patio, entonces, será/es un cosmos de dimensiones infinitas, abiertas, un génesis maternal –tal como la patria que nos pertenece y de la que es imposible exiliarnos– y fraterno una mano se alarga y toma el mate de otra mano, forman parte de la ronda como un anillo liso de la historia (VIII), verdadera recreación de comunidad, bien hallada en el barrio–patio donde una procesión de patios enciende sus lámparas penitentes condenados a la inmovilidad  del cemento (XI).

           Finalmente, la invitación indeclinable para abrazar la vida bajo un cielo que no se entolda y donde una mujer con ojos de gorrión gozó/goza de la verde verde verde mansedumbre del patio. Y la poesía.

                                                                                                                    María Rodríguez-Cazaux

 

Primavera 2020

 

Patio de atrás (2020)

Alción Editora

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