LUIS ALBERTO DE CUENCA
LA SIRENITA
Para Alicia, que dejó el mar y se vino a vivir a mi bañera.
Con tus cinco guapísimas hermanas
y tu abuela y tu padre eras feliz
en el fondo del mar,
donde la vida
hierve bajo el conjuro silencioso
que urde la vara mágica del agua.
Pero ser feliz cansa, y aun abruma,
como cansa y abruma la familia,
de manera que un día decidiste
romper con tu pasado
y buscar novio
entre los hombres de la superficie.
Por si eso fuera poco, alguien te dijo
que si te enamorabas de un humano
serías inmortal,
lo que sonaba
bien, aunque no acabases de creértelo.
El caso es que una bruja te dio piernas
(y alguna cosa más que ahora me callo),
y, satisfecha con tu nuevo cuerpo,
pusiste rumbo a tierra.
Era en agosto,
y a nadie le extrañó verte en la playa,
desnuda y sonriente, con tus piernas
recién inauguradas,
vacilantes
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aún, pero tan largas y perfectas
como las de la diosa del amor
en el lienzo de Sandro Botticelli.
Yo estaba por allí, matando el tiempo,
tomando el sol quizá, disimulando
el horror
que la gente me inspiraba
detrás de una expresión dulce y afable,
cuando tú aniquilaste mi tristeza
con solo aparecer ante mi vista,
y supe que la gloria del deseo
se instalaba en mi alma para siempre.
Y a ti te pasó igual (lo que es más raro,
teniendo en cuenta
que yo no era príncipe
y me sobraban unos cuantos kilos),
y empezó nuestra historia de amor loco,
que hoy continúa viva,
tantos años
después, y que mañana estará viva
y siempre vivirá,
porque está hecha
de la misma materia incombustible
con que se hacen los mitos y los sueños.
EL DESAYUNO
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
Luis Alberto de Cuenca (Madrid 1950)
Filólogo, poeta, traductor, essayista, columnista, critico, y editor literario..
Licenciado y doctor en Filología Clásica por la Universidad Autónoma de Madrid.
Académico de número de la Real Academia de la Historia, académico de la Academia de Buenas Letras de Granada, vocal del Real Patronato del Museo del Prado. y miembro del jurado del Premio Princesa de Asturias de las Letras.
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