jueves, 1 de agosto de 2019

APORTES CULTURALES

Carlos Penelas para PALABRA ABIERTA

Y sabed que es verdadero:
un hombre ama de fino corazón,
mujer que nunca vio,
solo por oírla alabar.

Amanieu de Sescas


La aproximación a lo poético es el clima, la emoción en un mundo de significados, de hondura infrecuente. El poema crea una atmósfera, un ámbito que es también ruptura del tiempo, presente de la conciencia, modulación. Es cuando se transforma en distensión, en tensión, en hueco que abre la proyección temporal. Ese mundo es símbolo, metáfora del hombre. El hombre es el sueño de la sombra, nos enseñó Píndaro. Pero el amor en el poeta es la búsqueda de lo imposible, melancolía y huésped de otro espacio, de otro sueño, de una lejanía. De esa lejanía interior nace la lírica.
Benjamín Disraeli advirtió: “La magia del primer amor consiste en ignorar que pueda terminar un día.” ¿Es verdaderamente esa la magia? Nos inclinamos por la visión utópica, la pasión que triunfa sobre el olvido. La creación que obsesivamente va plasmando en una mujer el recuerdo y la raíz de otras. Tal vez la tragedia interior se esconda en una frase de Rougment: “El amor feliz no tiene historia”.


Un amor como el de Tristán e Isolda concluido en matrimonio es impensable. Un amor sereno, dulce y pacífico como el de madame Sabatier y Baudelaire también. Necesitan de una imposibilidad para consumar su destino. Los poemas enfebrecidos y bellos, la admiración en silencio prueban que el poeta ama idealmente a una mujer que es creada desde su corazón, desde su soledad, desde su sensualidad. De allí la castidad del poeta, el deseo y la posesión se separan y se excluyen. No importa la timidez o el libertinaje. Gravita el afecto, la ternura, la voz redentora que es furtiva en la mirada y en el ensueño. Estamos hablando en última instancia del amor sublimado. Con ironía nos dice nuestro querido Bernard Shaw: “El amor es una tremenda exageración de la diferencia que existe entre una persona y todas las demás”. De todas formas seguimos pensando y sintiendo como Anacreonte:

Y otra vez amo y ya no amo
y deliro y no deliro,
estoy loco y no estoy loco.


¿Para qué sirve el vivir?, nos preguntamos. Hay siempre un murmullo oculto, un nacimiento de voces que alivia la fatiga. La intuición estética lucha cotidianamente contra burócratas, contra seres mediocres. Burgueses, amanuenses del poder. El amor y el poema están más allá del éxito, de la moral, de las reglamentaciones absurdas. Una línea poética estremece el alma, enseña y evoca desde el instante metafísico. El poeta anima una dialéctica sutil, revela la solidaridad de la forma y del ser. Pero no olvidemos que hay una sabiduría poética que impide el desborde o el exceso; un universo simbólico en la textura del lenguaje que incrementa el aura del misterio.


Lope de Vega nos introduce en la vigilia del amador:


En fin, señora, me veo
sin mí, sin vos y sin Dios.
Sin Dios, por lo que os deseo
sin mí porque estoy sin vos
sin vos porque no os poseo.

Para el poeta auténtico un sueño es la realidad. Imagino el mirador de Espenuca. Sueño con milicianos españoles, con huelgas insurgentes, con campesinos trasterrados, con la España del 36. Con viejos combatientes que traen banderas desflecadas por el dolor y la injusticia. Hay imágenes y tonos predominantes, los signos, la niebla, los bosques, los mares que se alzan en la memoria. Es una forma de convocar al mundo de la dicha y del ensueño, la mitología interior, la intuición totalizadora del hombre y el universo.

En este mundo aceptamos que el ideal de la vida sea el fervor de lo efímero. Desde la vela blanca, desde la aurora. Ese instante es la vida íntima. “El amor nace, vive y muere en los ojos”, nos enseñó Shakespeare.

El amor obedece a un presente establecido e inalterable. Decía Rougemont que “Tristán e Isolda no se aman. Lo que aman es el amor, el hecho mismo de amar. Se necesitan el uno al otro para arder”.

Creemos que es así. Intuimos también que amar al Amor más que el hecho de amar es un topos en la lírica universal. Tenemos dos ejemplos fundamentales: Jorge Manrique y Antonio Machado. Fluyen más allá, por eso su trascendencia. Para ellos el amor es posible aun sin amada. Vivimos desde el poema un destino abierto y oculto.




Amor (Cupid) kisses Psyche by Antonio Canova, Louvre. Wikimedia Commons.


El poeta, el músico, el pintor, el creador necesita crear mitos, leyendas, sueños. Desde allí la búsqueda de esa mujer, de ese ideal, de una utopía. Desde la primitiva poesía china o los poetas hindúes, desde el mundo greco-romano, desde Dante, Petrarca, Quevedo, Rubén Darío o Pushkin el sentimiento amoroso tiene su evolución y su historia. Hay —debemos decirlo— modas en los sentimientos, en la manera de manifestar el sentimiento. El amor forma también parte de la evolución y la historia del arte, sin duda. Y cada época tiene su estilo de amar y ser amado, de vivir la amistad y la admiración. Cada generación modifica el erotismo de la antecedente.

El erotismo idealizado difundido en nuestra cultura crea espejismos. Buscamos, en el fondo, la pasión y la desgracia. Aparece el mito social o religioso. Pero el poeta ve en los ojos de la amada la hora inmóvil, la noche y el alba como ofrendas de eternidad. El poeta auténtico no hace confidencias sobre su amor. Protege un sentimiento de irregularidad, el don de maravillarse, el placer de admirar el rostro del hechizo. En el enamoramiento hay una encrucijada entre el cosmos y el enamorado, una fantasía que cobija la fábula, el rito, lo abstracto de la existencia, lo irreal y lo real.

Lo inmedible provoca soledad y pavor, la desnudez es al mismo tiempo despojamiento interior, vuelo, sentimiento cósmico. El poeta, a partir de la creación, reclama infinitud, desmesura, pasión, drama. Nace la revelación y el abismo, lo absoluto de esa marcha peregrina en la que necesita sentir finitud y asedio. O como sintió Goethe: “Un hombre y una mujer verdaderamente enamorados son el único espectáculo de este mundo digno de ofrecer a los dioses.”


Para finalizar, la palabra de Ramón Piñeiro:



La lírica es la exteriorización de la soledad ontológica del hombre, una trascendencia que pudiéramos llamar confidencial, puesto que es la comunicación de la intimidad radical del hombre, casi un hablar consigo mismo.


[Buenos Aires, agosto de 2019]




©Carlos Penelas. All Rights Reserved.


Carlos Penelas nació el 9 de julio de 1946 en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, y reside en Buenos Aires, capital de la República Argentina. Es Profesor en Letras egresado de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, y es en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires donde cursó Historia del Arte y Literatura. Obtuvo primeros premios y menciones especiales en poesía y en ensayo, así como la Faja de Honor (1986) de la Sociedad Argentina de Escritores —de la que fue en 1984 director de los talleres literarios— y otras distinciones. Fue incluido, por ejemplo, en las antologías Poesía política y combativa argentina (Madrid, España, 1978),Sangre española en las letras argentinas (1983), La cultura armenia y los escritores argentinos (1987), Voces do alén-mar (Galicia, España, 1995), A Roberto Santoro (1996), Literatura argentina. Identidad y globalización (2005). Publicó a partir de 1970, entre otros, los poemarios "La noche inconclusa", "Los dones furtivos", "El jardín de Acracia", "El mirador de Espenuca", "Antología ácrata", "Valses poéticos", "Poemas de Trieste", "Homenaje a Vermeer", "Elogio a la rosa de Berceo", "Calle de la flor alta" y "Poesía reunida". A partir de 1977, en prosa, fueron apareciendo los volúmenes "Conversaciones con Luis Franco", "Os galegos anarquistas na Argentina" (Vigo, Galicia, España, 1996), "Diario interior de René Favaloro", "Ácratas y crotos", "Emilio López Arango, identidad y fervor libertario", "Crónicas del desorden" y "Retratos", etc.


El presente blog literario se honra en compartir el articulo del escritor Carlos Penelas para Palabra Abierta.

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