martes, 22 de mayo de 2018

PRESENTACIONES DE LIBROS


ANTOLOGÍA DE INTERTEXTUALIDAD

Antología de intertextualidad CUENTO DENTRO DE CUENTOS


PRÓLOGO


Editorial Dunken, otra vez innovando en aportes culturales, propicia en esta ocasión CLÍNICAS LITERARIAS ROI, propuesta en la que destacan además del tratamiento en torno a los géneros literarios, recursos tan particulares como la intertextualidad.
La excelencia de la convocatoria sumó destacada intervención de los participantes, evidenciando que cada sinergia grupal provoca dinámicas inagotables, acción conjunta que ha logrado exponer una antología de altura literaria. 
Por esto mismo, y tras haber coordinado la clínica, creo necesario que el presente prólogo evidencie voces y miradas de los autores participantes, suscitando múltiples paisajes interiores, es decir, ilimitadas intertextualidades.
Con este propósito, me permito entonces, conformar una sintonía mancomunada con algunos de los párrafos que pertenecen a los textos presentados, sumando el fervoroso deseo de que el lector pueda descubrirlos y sumarles su esencial impronta, volviéndolos infinitos. 


La ciudad, herida de bullicio, parece melancolizarse, una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música… En eso estaba Ese día de otoño, el timbre del teléfono la despertó; justo cuando el sol se apresuraba a despedirse. Llamado equivocado, era de suponer, sostuvo mientras volvía a sentarse frente a la computadora. Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, y ella no hacía otra cosa que eso, cambiar aquello que no la hacía feliz por lo que le daba felicidad.
Escribir era evadirse de la rutina, concebir una existencia mejor vivida. No importaba si los demás no creían en esos milagros; acaso, ¿Nadie de los que la rodeaban podía decirle al príncipe que se trataba de un error, que quien tenía el zapato en sus manos no era nada más que una más del ejército de limpieza real? Por el momento, ella solo tenía en la cabeza escribir un sueño. Escribir sería como cumplirlo, se prometió.
La penumbra era apropiada. Noche calma de un febrero en retirada. Corte de luz en una vasta zona: cielo de astros multiplicados y trazas de la Vía Láctea; Orión majestuoso, Sirio magnífica, Luna menguante cuya luz riela sobre las aguas. Imaginó que Mar adentro, dos o tres lucecitas podrían delatar a unos barcos pesqueros. Un hombre de mar es siempre un héroe, se dijo y tecleó con prisa las primeras líneas. La noche fue cerrándose mientras ella se internaba en una ciudad de casas blanqueadas; el aroma a sal humedecía el verde del paisaje. Las palabras saltaban unas tras otras como los escalones que ella trepaba para llegar a la rambla. Antes de dormirse, aún pudo ver el reflejo de la luz penetrando el mar.
A los pocos días pasó por la editorial. Una charla breve con el editor fue suficiente para desanimarla. Decidió repasar el escrito; lo imprimí para poder leerlo con más tranquilidad y encontrarle aquel detonador clandestino que había descubierto la pupila dilatada por la cafeína del editor. El argumento debe atrapar al lector, se repitió esforzándose, sin saber que una sola palabra logra detener la mirada de quien lee y sostenerla en vilo hasta el cierre. 
Se obligó a descansar después de tantas horas con la vista fija en la pantalla. Al hacerlo, la casa se tornó pesadamente oscura, silenciosa, la cama más grande, las mañanas despóticamente insignificantes. Fugazmente, la soledad fue entrando y se fue haciendo fuerte. Ella supuso que de eso se trataba armar una historia, su propia historia; somos un conjunto de historias entrelazadas por el tiempo, reflexionó, las decisiones que tomamos no son aisladas, todo tiene repercusión en algún lugar del tiempo, no somos partícipes secundarios, somos personajes principales de nuestra propia historia y responsables de las que están por venir. Se levantó de inmediato. Ese pensamiento le aclaraba la mente, debía escribirlo para no perderlo.
Sentada al escritorio dispuso el Enter para el archivo. Antes de que apareciera la pantalla iluminada Le pareció escuchar sonidos en la puerta de calle y hacia allí se dirigió, por un pasillo angosto, pobremente iluminado por una lamparilla. Acercándose, el sonido de llaves en la puerta le pareció familiar. 
—¿Todavía levantada?—dijo él, y se aproximó para abrazarla. Dentro de ese abrazo un aroma de menta y tilos la llevó al jardín de su infancia —.Vamos a descansar, mañana iremos a conocer el muelle —apuró con voz tierna, conduciéndola otra vez al cuarto, mientras la soledad se adelgazaba como un hilito y la cama se le antojaba menos grande. 
La mañana despuntó radiante, había sido buena idea caminar por la costa. Extendió la mano cruzando el pecho hasta tocar los dedos tibios de él apoyados sobre su hombro. 
Eligieron una mesa del restó Frente al portón del Convento, en la Cantina había cuadros con fotos en blanco y negro de habitantes del pueblo del 1900, y justo frente a la mesa quedó la de una joven que me sonreía. La joven y ella se miraron largamente; el mozo presentó el pedido, descorchó el espumante y la sonrisa de él interrumpió la imagen. Ella se arregló el flequillo, desvió la mirada del espejo, brindaron.
—Por un sueño—dijo él. Ella levantó la copa y bebió un sorbo —. Todos los sueños se cumplen si se brinda por ellos—sentenció él. A ella le pareció la verdad más verdadera.
—Contame algo de vos—lo invitó al tiempo que la música se volvía tenue. 
La gaviota blanca —dijo él señalando un grupo de aves —Las bandadas arremeten cuando el arado deja la tierra removida o atrás de la máquina sembradora. También se las ve en aguadas, pantanos y charcos—. Ella recordó las calles de su pueblo, el olor verde de la siembra. Advirtió que él parecía instalarse en otro escenario, lejos de ese lugar. Tal como le sucedía a ella cuando se sentaba a escribir los cuentos que apilaba junto a la computadora y en los cajones. Se le ocurrió que podría recitarle un poema; “Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas”, dijo mirándolo. 
Desde mi boca llegará hasta el cielo lo que estaba dormido sobre tu alma —dijo él. 
Ella se quedó con la boca abierta. Los versos de Neruda le habían jugado una mala pasada. Suspiró aliviada. Estirándose sobre la mesa Lo abrazó como si hubiera reaparecido luego de un naufragio. La música los invitó a bailar, casi sin hablarse, se contaron los mayores secretos.
Al salir, la figura entrelazada de los dos se recortó sobre los adoquines. Hasta ahora, no imaginaba que podría volver a amar como una adolescente, fantaseó. Los hados le daban una nueva oportunidad. Estaba harta de Sacar un pasaje de ida. Barrer con una escoba nueva todo lo que sobra y dejarlo debajo de la alfombra. Harta de negarse a ser la protagonista, se reprochó mientras entraban a la casa. En el living Encendió el último cigarrillo que le quedaba.
—Es hora de dejar de fumar—dijo él. Ella apagó el cigarrillo apenas consumido sobre el bronce del cenicero y lo siguió hasta el escritorio. 
Él retiró la silla y ella tomó asiento, encendió la computadora. “Intertextualidad”, escribió mientras la pantalla reflejaba la sonrisa de él, y la volvía infinita. Como los sueños.

                                                                 Marita Rodríguez-Cazaux



Nota del prologuista: En letra cursiva, textos que perteneces a sus autores.
Lectura de las devoluciones de cada uno de las obras que componen la antología

Marita Rodriguez-Cazaux y los autores que integran la antología 
CUENTO DENTRO DE CUENTOS
M.R.-C. y autores que integran la antología posan en el Salón de Editorial Dunken


Detenido y enfático análisis de cada obra

Firma de ejemplares



Firma de ejemplares y entrega del comentario literario personalizado de cada obra

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