viernes, 21 de agosto de 2015

PERIÓDICO IRREVERENTES

CITA A CIEGAS EN BELGRANO

Por Alberto Ernesto Feldman
Cita

Nunca creí que Mecha acudiría a la cita. En la época en que los chicos se conocen chateando, como dicen, nos habíamos vinculado gracias a una llamada telefónica y por un teléfono de línea, ni siquiera por un celular, MSM; ninguna de esas cosas raras.
No fue una equivocación, yo, viejo milonguero solterón, estaba en banda y buscaba un ligue. Entonces llamé al 2780-6011, me atendió una voz femenina y le canté, entonando: “¿Belgrano, 6011?…, quisiera hablar con René”.
Ella, más rápida que un bombero, completó el tango y lo terminamos a dúo, nos reímos y me di cuenta sumando datos, que teníamos más o menos la misma edad. La cosa venía bien barajada y congeniamos.
Quedamos en encontrarnos en el aljibe, al lado de la pérgola de las Barrancas de Belgrano, al atardecer del viernes. Estábamos recién a lunes, pero comencé a hacerme la película. Me la imaginé canosa, redondita, con anteojos y, si fuera posible, con cara de galleguita.
Me seguí dando manija y la ansiedad me hizo llamarla dos veces más en la semana, para que no se olvide. La segunda vez me preguntó, muerta de risa, si quería una declaración jurada o una certificación por escribano, y ahí me di cuenta de que me estaba “yendo de mambo”.
Me gustaban mucho su risa y su voz, así que igual no pude evitar llamarla por tercera vez, el viernes por la mañana, y recordarle la cita de la tarde. Llegué nervioso y transpirado, se me hizo un poco tarde, como cuarenta minutos. Perdí mucho tiempo eligiendo la ropa apropiada para un viejo milonguero; no encontraba el pañuelo blanco para el cuello.
El 60 no venía, tomé cualquier “bondi” que fuera derecho por Cabildo y me bajé en Juramento, corrí como un loco las últimas cuatro cuadras, pero llegué, crucé sin mirar Echeverría, casi me revienta un auto, pero allí estaba ella, apoyada en el aljibe, y tal como me la había imaginado: canosa, pulposa y con cara de galleguita. Sonriendo, me hizo una seña con la mano para que me acercara, y cuando me presenté y nos dimos la mano, salieron de atrás de la pérgola cinco pibes, de entre cinco y doce años, sus nietos, e hicieron una ruidosa ronda alrededor nuestro, saltando y gritando: “¡Porqué no van a cantarle a Gardel!” Todos nos reímos. Igual, suerte que estaba oscureciendo.
¡Parece mentira la rapidez que tienen los pibes ahora!… después que hicieron su gracia, saludaron, y muertos de risa, le dijeron a su abuela: “¡Portate bien Mecha!…” Y por fin nos dejaron solos.


NOTA: Ver en la Página de periódico IRREVERENTES el vídeo que acompaña al texto.

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