Por José Ramallo
Quizás porque le dolió, pero esta vez fue en serio…
Quizás porque le dolió, pero de igual modo ya era demasiado tarde…
Quizás porque le dolió, pero ahora ya había titubeado…
Y aunque estaba dolido, no pudo siquiera putearlo…
Y aunque estaba dolido, le perdonó la vida…
Y aunque estaba dolido, sacó fuerzas de donde no tenía y le arrancó todos los botones de la camisa de un solo tirón…
Quizás porque le dolió, pero esta vez fue en serio, lo primero que hizo fue darle una patada en el culo. Cosa que él se diese vuelta bien enojado. Y aunque estaba dolido, no pudo siquiera putearlo, sino que expulsó, extendiendo una mano y bajando la mirada porque se le llenaban los ojitos de lágrimas, un susurrado: “¡Fue foul, che…tres veces me pegaste ya! ¡Trae la pelota para acá!”.
Quizás porque le dolió, pero de igual modo ya era demasiado tarde, porque los cuernos le habían nacido y a eso no hay con qué arreglarlo, lo primero que hizo fue buscar su revolver calibre 32 en el ropero y apuntarle a ella, para luego seguir con él. Y aunque estaba dolido, les perdonó la vida y se disparó a sí mismo…
Quizás porque le dolió, pero ahora ya había titubeado, lo primero que hizo fue quitarse el hábito de encima -para liberarse de culpa y peso- y aunque estaba dolido, sacó fuerzas de donde no tenía y le arrancó todos los botones de la camisa de un solo tirón. Acto seguido, se zambulló en aquel inmenso par de tetas y conoció al fin el pecado a través del manoseo y el besuqueo…
Por Germán Cáceres
Esta nueva novela de Leonardo Padura (La Habana, 1955), basada en los padecimientos de la familia judía Kaminsky, se divide en cuatro partes. En la primera, Libro de Daniel, refiere que en 1939 Cuba estaba gobernada por el presidente Bru, pero ya entonces el verdadero poder lo ostentaba el general Batista. El autor revela cómo refugiados judíos del nazismo fueron traídos a La Habana porque funcionarios cubanos los estafaron vendiéndoles visas no válidas, para después expulsarlos a su lugar de origen donde los esperaba la muerte en los campos de concentración. Entre ellos se encontraban miembros de la familia Kaminsky. En 2007, uno de sus descendientes, Elías, va a visitar al detective Mario Conde –emblemática creación de Padura- para que le ayude a localizar una pintura desconocida de Rembrandt, que su familia había poseído desde hace siglos y que, misteriosamente, se estaba subastando ese año en Londres.
En los siguientes Libros (Elías, Judith y Génesis), la novela recorre un sinnúmero de épocas: Ámsterdam (1643-1647), con su precisa descripción de barrios y mercados, en la que brilla el pintor Rembrandt; el terrible genocidio de judíos asquenazí en Polonia entre 1648 y 1653; Miami entre 1958-1989, para finalmente recalar en abril de 2009 en La Habana. El horror de la citada matanza supera lo imaginable (“… a las mujeres, si estaban embarazadas, les abrían el vientre y les extirpaban los fetos; a otras les rajaron los vientres y dentro les metieron gatos…”)
La escritura del narrador es bella, elegante, de sobresaliente adjetivación, con un riquísimo vocabulario, y suele alcanzar la exquisitez. El autor organiza este gran rompecabezas que es la compleja trama de la novela con oficio, seguridad y maestría.
La investigación que ha llevado a cabo Padura sobre los citados períodos históricos y las creencias, cultura, tradiciones y costumbres del judaísmo es impresionante.
Existe una intención bastante frecuente en la literatura contemporánea de mezclar ficción con ensayo, que suele derivar en el inconveniente de que la información erudita termine dominando el quehacer narrativo, que aquí se evidencia en las partes históricas. Es como si cada capítulo fuera el resumen de un suceso que no se llegó a narrar.
En cambio, la novela funciona con todo su vigor en las zonas donde aparece Mario Conde, personaje con el cual Padura se despliega con la naturalidad de un pez en el agua. El toque melancólico que asume el ex policía se gana el afecto del lector. Aquí hay calidez, ternura y humor. A través de Conde, Padura expone una visión desencantada de la Cuba actual (“…el país donde vivían quedaba muy lejos del paraíso dibujado por los periódicos y discursos oficiales…”), y revela su anticomunismo visceral pese a vivir en La Habana y haber recibido el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura, ambos de Cuba.
Es interesante también como Padura aborda dos temáticas contemporáneas. Una es su reflexión sobre la tribu urbana de los emos, que lo conduce a encontrar en ellos una búsqueda de la perfección tecnológica del ser humano y su completa digitalización, algo que en parte se vio en el filme Ella (2013), de Spike Jonze. Otra es sobre “el efecto mariposa” de la teoría del caos, ya que “Elías Ambrosius asumió la noción de que cada acto de la vida de un individuo tiene connotaciones cósmicas”.
En definitiva, un libro recomendable no obstante su apelación excesiva al recurso de la amplificación en los pasajes históricos. Y está el detective Mario Conde, cada vez más reaccionario, pero siempre empático y humano.
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Publicaciones para periódico Irreverentes
Imágenes: Internet
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