martes, 1 de junio de 2021

OPINIÓN LITERARIA

 






PANTANO DE FUEGO, de SUSANA CATTANEO CORONA





Desde un orbe que guarda siempre misterio, con un lenguaje en alta temperatura y sobresaliente en imágenes intensas, en especial cuando aborda la conciencia de la finitud //detrás del miedo se esconde el abismo de la finitud //, el quiebre del tiempo, los gestos furtivos, y –valga la antítesis– el futuro de un pretérito que tiene nombre y apellido, patria, exilios y laberintos, llega Pantano de Fuego, para conformar bienhallado espacio en la extensa obra de Susana Cattaneo Corona.

Este libro que echa vuelo en una época tan singular como la presente, abre bailando y, más aún, sobre una violeta quebrada de rocío, con la ilusión de que resuciten las noches que quedaron al costado de la vida y toma asiento frente al caldero en espera de los pájaros con los que va a escribir un catálogo de los sueños.

Pues, ¿no es acaso la vida ese esperar junto al fuego, mirar cartas viejas donde alguna vez alguien posó el grafito del corazón?, ¿no es el hurgar en muebles, casas, países, cosmos, en busca del aroma de pupilas?, ¿no es el tantear cada uno de los rincones del pantano que arde dentro del propio esqueleto?

Despojada de todo egocentrismo, ética y natural para revelar el interior de los personajes de sus poemas, las imágenes de Susana alumbran escenarios inefables como si una cámara los tomara sin perder la tensión ni la esencia que manda la poesía, cito algunos: Un tren herido recorre tu mano por el paisaje de las venas // un caballo salvaje corre a la par del tren y sus crines acarician tus dedos de agua // En el armario de la cocina hay una ciudad anclada en los vasos, los platos, los repasadores // Abre la vieja valija donde fotos implacables la atrapan con sus manos de hueso y la arrojan a la espiral del pasado//entre sábanas perfumadas duerme una canción//.

Otro recurso significativo es la sinestesia que enlaza sentidos y donde el color –como adelanta la tapa del libro– se impregna de otras sensaciones en exquisitos cuadros, menciono algunos: tierra, cielo, sepia, rosa negra, verano amarillo, febrero verde, horizonte amarillo y marrón, acacias, ciruelos, geranios, hortensias, culantrillo, celestes // Ella es de un azul en el que nadan copos de nieve // su aroma es de hielo hay un sabor a helecho que penetra en las bocas de esa multitud de enigmas // solo se percibe al tacto suave de una mirada//balbuceos de corales, un afuera rojo hasta la flor púrpura del nacimiento; y agrego el original enlace de vocablos pechoverdeazul, rojoambarsol, latirojos, cofrepoema, aguazulejos, sin limitación comunicativa agudizando el discurso poético.

Asimismo, Pantano nos conduce al campo de los mitos, un lugar que habita la niña a la intemperie, la niña oculta en el pantano de fuego, o ella, la oscura, la que erige su castillo de pluma y pájaros, la que llega al altar del dolor y la que abre su caja de secretos, la que se nombra como novia de negro y la que transita las calles de la juventud. Todas ellas acercan feminidades dúctiles y rotundas, recreadas de un modo casi metafísico que sigue la ética íntegra, insobornable, en un mundo donde –como en el mítico– puede tocarse el hilo que ata lo divino y lo humano // y con la sonrisa de la Alta Aurora incendias los pasos del porvenir // más allá hierve el sol y se abre el Portal de la Quinta estación, al tiempo que se transforma en la hechicera Circe con todos sus artilugios y surge como ninfa acuática en compañía de elfos inmortales //una ondina emerge y centellea alrededor de su plegaria//.

Particular análisis merece el poema Hacia la infancia del alma, que Susana dedica in memoriam a su madre, Estela, sin dejar de perder la atmósfera de lo sagrado que analizamos párrafos antes. Cito: “La tierra: un óvulo fecundado por ángeles que solo viven en mis sueños…/ Madre, con la letra de tu nombre, llego al universo. Estela, tu nombre, epifanía, estrella, // y el siguiente poema /Todo este otoño me sangra por las manos, pero tus brazos abiertos, madre, ofrecen el bosque de estrellas que lleva grabado tu nombre. Todo el mundo, madre. Todo el cielo, madre. El infinito, madre.

La voz poética de Susana Cattaneo Corona goza de estrategia metafórica natural, erguida, genuina, sin embargo, cierto murmullo de soledad recorre las esquinas de sus versos como si fuera el precio que debiera pagarse por la intensidad del mensaje.

Convengamos en que el poeta se halla en cierta indefensión dentro de la absurdidad y la desolación del mundo. Para quien poetiza, la existencia deja de ser pasajera y el itinerario del ser humano comprende el infinito. A ese infinito convida Pantano de Fuego en un tono intimista, acercándose a la evocación familiar en cuadros de infancia y juventud bajo un temperamento hipersensible donde el asombro se une a secretos y nostalgias que cohabitan en el crepitar del fuego. Quizá sea, porque este Pantano que Susana allega no es la ciénaga donde las aguas se estancan en terreno deprimido sino el dique, la presa que luego de retener aguas frescas, vigorosas de lluvia, las utiliza en riegos de luz //En lo profundo más profundo, moldea con luz amarilla la nueva juventud // Ella no cree en la oscuridad de las alcantarillas // me dice que nos espera el Amor que amamos//.

Susana Cattaneo Corona se posiciona como poeta imprescindible en el panorama literario contemporáneo con una obra que es capaz de engendrar y movilizar impresiones, ideas, introversiones, el saber recreado.

Permítaseme en lo personal, agradecer el honor que Susana me otorga convocándome a asomarme a semejantes símbolos. Como ejemplo, una imagen colosal, podría decirse una bienaventuranza: hay un espejo de sol en el cuarto de la pena. Que así sea.

                                                                                          María Rodríguez-Cazaux

OTOÑO, 2021

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