domingo, 2 de febrero de 2014

ODA AL RELOJ


RELOJES

(Poema Inédito)

Recién ahora son visibles los relojes,
las flores azures de la fatalidad,
la demencia. La ferocidad del odio,
el abismo. El borde del mar
y la presencia de voces huyentes.
Tarde descubrimos
lo absurdo del ensueño,
las cartas de amor, el abandono
de una alcoba alucinada.
Y la furtiva presencia de sombras
en las estrellas.


                                                   CARLOS PENELAS 





* Un gran poema de Carlos Penelas, con las grandes claves de bóveda de la escritura poética: ajuste entre el motivo lírico y su despliegue hasta el cierre, con dos bellísimos versos finales, donde se trabaja con justeza la unidad de lo cósmico y lo terrestre, sobre un trasfondo de desapego existencial, cuyo trasunto queda plasmado ya en el comienzo del primer verso, en ese “Recién ahora…”, en que el poeta sopesa los grumos de oro que han cruzado inexorablemente el ojo de la clepsidra, el brevísimo e inasible fulgor del amor, todo aquello que fuimos y que nos va dejando atrás. Carlos Penelas, en la línea de aquel gran estilo de Magris, “olvidado” por las escrituras de esta desangelada posmodernidad, es deudor de su lectura de los maestros, y así surge de pronto fantasmal ya en el segundo verso la flor azul de los románticos, la de Novalis. Utopía incansablemente perseguida y jamás alcanzada, como la luz lejana del horizonte, impulsa sin embargo desde la sombra tutelar de sus pétalos imposibles la búsqueda incansable del poeta -el deseo nunca saciado de la palabra, parafraseando a Alejandra-.

Sobre el escenario lírico, en la segunda parte del poema, sobrevuela un clima de desasosiego, que parece evocar por momentos algunos pasajes al Juaristi de Bárbara o Muchacha en la ventana.

El poeta parece vacilar al cabo ante la insustancialidad del mundo, de lo vivido, en todo lo que fluye entre la realidad esquiva y el sueño, en la huidiza sombra de las estrellas sobre el mar. Camino de ida o de regreso, el final del poema nos deja en plena soledad ante la evidencia de la eterna cita de Virgilio, de la irreparable fuga del tiempo: 
Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus.

                                                                     Alejandro Drewes




PABLO NERUDA

ODA A UN RELOJ EN LA NOCHE




En la noche, en tu mano
brilló como luciérnaga
mi reloj.

su cuerda:
como un susurro seco
salía
de tu mano invisible.
Tu mano entonces
volvió a mi pecho oscuro
a recoger mi sueño y su latido.

El reloj
siguió cortando el tiempo
con su pequeña sierra.
Como en un bosque
caen
fragmentos de madera,
mínimas gotas, trozos
de ramajes o nidos,
sin que cambie el silencio,
sin que la fresca oscuridad termine,
así
siguió el reloj cortando
desde tu mano invisible,
tiempo, tiempo,
y cayeron
minutos como hojas,
fibras de tiempo roto,
pequeñas plumas negras.

Como en el bosque
olíamos raíces,
el agua en algún sitio desprendía
una gotera gruesa
como una uva mojada.
Un pequeño molino
molía noche,
la sombra susurraba
cayendo de tu mano
y llenaba la tierra.

Polvo,
tierra, distancia
molía y molía
mi reloj en la noche,
desde tu mano.
Yo puse 
mi brazo
bajo tu cuello invisible,
bajo su peso tibio,
y en mi mano
cayó el tiempo,
la noche,
pequeños ruidos
de madera y de bosque,
de noche dividida,
de fragmentos de sombra,
de agua que cae y cae:
entonces cayó el sueño
desde el reloj y desde
tus dos manos dormidas,
cayó como agua oscura
de los bosques,
del reloj
a tu cuerpo,
de ti hacia los países,
agua oscura,
tiempo que cae
y corre
adentro de nosotros.

Y así fue aquella noche,
sombra y espacio, tierra
y tiempo,
algo que corre y cae
y pasa.
Y así todas las noches
van por la tierra,
no dejan sino un vago
aroma negro,
cae una hoja,
una gota
en la tierra
apaga su sonido,
duerme el bosque, las aguas,
las praderas,
las campanas,
los ojos.

Te oigo y respiras,
amor mío,
dormimos.





GLORIA RIVAS

RELOJ


El tiempo avanza
el reloj no descansa
dividiendo las horas
la noche llega
y pasa
aparece la aurora
un gallo canta
saluda la mañana
despertándolo todo
con alborozo
los pajaritos cantan
vuelan y pasan
el sol del mediodía
calienta y pasa
El tiempo avanza
el reloj no descansa
dividiendo las horas
el día llega
y pasa
Cae la tarde
de repente el ocaso
y las horas se menguan
en tanto las agujas
del reloj van pasando
bailando
acompasada danza
que interpreta la orquesta
que magistralmente
dirige el Señor
de los cielos
todo llega y pasa
mientras las agujas
del reloj de la vida
se cruzan se besan
se abrazan
y pasan.








MARIO BENEDETTI

AMOR DE TARDE


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.



* * *


RELOXO  SEPIA






Encol da foto acaen reloxos sepia.
Un a un, din a teu abraio
que esmórance as luces, que vai seco
o latexo que cubreche a blusa branca.

Fuxen os pasos de teus andares,
o pelo xa é cinza e son téus mans
agarimo murcho baixo da terra.

Devórante méus ollos contraposto das horas.
Como verme o meu ollar vaite descarnando.

Miúdo resón e serpe polo vértice da nostalxia
teu nome escoito, e máis a túa risa, e aquela presa
para dar corda ao reloxo da sala.

O minuteiro pecha na boca húmida
peregrino alalá na lingua amada.


RELOJ SEPIA



Sobre la foto caen relojes sepia.
Uno a uno dicen a tu asombro
que se apagan las luces, que queda seco
el latido que cubre tu blusa blanca.

Escapan los pasos de tus andares,
el pelo ya es ceniza y son tus manos
una caricia mustia bajo la tierra.

Te devoran mis ojos contra las horas.
Como gusanos, mi mirar te va descarnando.

Menudo eco repta por el vértice de la nostalgia,
oigo tu nombre, tu risa, y aquella premura
por dar cuerda al reloj de la sala.

El minutero cierra en la boca húmeda
peregrino alalá en lengua amada.


M.R.-C.
Pasos desnudos (2012)



* El poeta argentino gallego, Carlos Penelas, ha permitido en el presente blog literario la publicación del poema inédito Relojes y la inclusión de la crítica en torno al mismo, del catedrático Alejandro Drewes.

La ilustración y el original fueron publicados por Carlos Penelas para Carlos Penelas el 2/01/2014, 10:10:00 a.m.



IMÁGENES:  Fotografía familiar - Rodín (1953)
                       Relojes abiertos - Internet

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