A DELFINA PILAR
El primer plano que tuve de tu vida
fue el hueco de luz y de ternura
que salía por la puerta de aquel cuarto.
Por mis ojos pasaron sin reflejos,
una cama y una silla impersonales
y un decorado ajeno y modernista.
El flash de mi mirada se disparó
al momento exacto e instantáneo
en que un gesto seducido acariciaba
sobre tu frente el río oscuro y lacio.
Mientras, doblada en dos, caía inevitable
la sombra de otra cara y otro cuerpo,
abierto como un surco fecundado,
sobre la imagen que cerraba mi mirada.
Y sorteando un paisaje de baldosas
las dos sombras en perfecta simetría
en la lente de mis ojos se quedaron.
Cada tanto regresan, milagrosas,
alejadas de la cárcel de los marcos.
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