NOCHE DE PERROS
No dijeron ni pío.
Vinieron sobre rieles.
Sus cejas eran cargos
contra la luz de nuestros ojos.
Y se subió a los áticos el miedo.
Todo cuanto tocaban
caía malherido.
Hallar, no hallaron nada.
Digo, no; sí encontraron
el cuerpo del delito:
la ventana abierta de las ideas
con su porción de lumbre, sal y agua.
Era bastante y se acabó el carbón.
El hacha de la paz
aún sigue en alto y sin nacer el trigo.
[Del libro "Hora Punta del Hombre, Tenerife, 1970]
*Al autor pertenecen todos los derechos y atribuciones sobre la obra.
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