IRREPARABLE
A R.
In memorian
Cuando la vida levanta del suelo el guante que perdimos,
ni siquiera la mano conserva cinco dedos.
Ahora, cómo calzar el guante...
Tan pequeñito guante para esta mano
que ya no es mano.
Agarrotada,
la palma extiende las falanjes
y aprisiona -inutilmente-
la mano imaginada,
sube hasta el brazo, el hombro,
espalda, torso, nuca,
el cuello ladeado, el pelo claro,
el beso humedecido de la dicha.
El abrazo al sol del mediodía.
Muerte le dieron los años del espanto
a la caricia que apretaba
el infinito de sueños
en un guante.
Perdido un guante,
de qué me sirve tener estas dos manos.
M.R.-C.
Imágen:Internet
No pertenece al poemario de próxima edición.
Muy bueno!
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