Entrelazando-nos
Semblanza literaria por Edda Sartori
La pandemia, la peste, esa palabra acuñada por Camus y que nos acerca al medioevo, evoca una figura mítica, arcaica, una especie de gorgona milenaria que nos ausentaba y espejaba en el aislamiento y la desaparición, en la indefensión, en el ejercicio de un poder que tiende a detener los tiempos y pone de manifiesto, en un estado continuo, la condición humana. Nuestros pesares, nuestras asfixias y nuestros amores. Nuestros miedos y nuestros deseos. Pero más allá y dentro de esa tiniebla que ilumina, del otro lado de ese ojo ávido da comienzo un torbellino sordo (cita de Alessandro Baricco, Lo que estábamos buscando). Más allá de lo inhóspito crece una escritura liberada lentamente, en principio dispersa y enigmática, casi fuera del lenguaje, en principio sin identidad de origen, crece como forma de resistencia contra la tiranía de la peste.
El lenguaje poético, como la Esfinge, interroga a las poetas de Entrelazando-nos, y en la profundidad, en la intimidad de la conciencia, la pregunta es pánica. Seguramente trata sobre la vida y la incerteza del presente. Pero la duda y el temor se convierten en búsqueda. La palabra se instaura desde la paridad de quienes integran esta antología. El interrogante parte desde lo que se diluye hacia una juntura. Ellas, las meigas - así se nombran en el prólogo y ya nos lo harán saber - se enmascaran con sus alteridades y se desnudan en la plenitud del poema y en la perplejidad de ese peregrinar, yendo hacia la propuesta de un hallazgo. De ese otro, de eso otro. Yo es otro en la réplica de Rimbaud.
Proyección de totalidad, de re-unión a partir de la carencia en ese presente fijo e interminable y en continuo movimiento, presente flotante lo llama Octavio Paz, vívido en cada una de las poetas en el pensamiento de esa ambigüedad, cómo recuperar la figura del mundo desde lo inconcluso, cómo, desde la dispersión de sus fragmentos.
Entrelazando-nos se confronta como una pluralidad -macro poema nos diría al oído Deleuze-, una pluralidad sostenida por poetas y poemas en época y clima de la pandemia. Kaocosmos de la pandemia. Pluralidad y simultaneidad. Pluralidad y diferenciación de sus poemas que a la vez se convocan poemarios por su orden y su formato en el recorrido de la antología.
Mi lenguaje es una piel susurra Barthes. Yo froto mi lenguaje con el otro. Lo dice justamente en el capítulo La conversación de Fragmentos del discurso amoroso. Y aclara: Propensión (del sujeto amoroso) a conversar abundantemente, con una emoción contenida, con el ser amado. Podríamos decir que en Entrelazando-nos el lenguaje es una piel /se frota el lenguaje con el otro en una íntima apertura de la palabra a través de climas, paisajes, sentimientos, énfasis y murmullo. Y en una realidad sin rostro, las poetas se entrelazan, se buscan y buscan el sentido.
- En los poemas de Patricia Alonso, en la controversia y lo inaprensible, el yo explora la hondura de ese espacio/ese mundo cambiante:
En La Vida, la palabra late en el pleno infinito.
De un latido a otro
La inmensidad
Un/ salto/al/vacío
El espacio como hueco, escenario, silencio, incógnita. La poeta trabaja el espacio de la página.
- Susana Cattaneo Corona y el poema como ceremonia. Como conjuro. La alternancia de los tiempos. La reflexión y el encuentro con el extremo de lo desconocido. Más aún, el revés de los tiempos.
En tu dedo índice no hay señalada una frontera. Sí un pájaro que se posa en la cresta de los ojos del cielo. Hay un incontenible deseo de atravesar el arco iris y tocar las mejillas de lo arcano.
- La extrañeza, la paradoja, el oxímoron, la ofrenda y quiebre de la palabra en Adriana “Dirbi” Maggio. Como en un ritual, desde la existencia, trasciende lo referencial, se instala en lo mítico, en lo universal:
He partido la palabra
(…)
La he partido (parido)
Como un pan
Para darle a cada uno un trozo de mí
- En María Rodríguez-Cazaux el yo se entrelaza con la visión, el testimonio, el mito, el erotismo, en una ceremonia lírica y mística que entrama la luz y la bruma y donde el secreto del texto nos indaga.
En Desnudo:
Brisa en latido meridiano
El pájaro nocturno se desplaza
Vos/ el único
Que cubre
La carne de mi alma
- Mirta Venecia y el yo en búsqueda constante. La vida desde la agonía. Fuga, destierro, reencarnación. El ímpetu poético vibra desde las anáforas, los interrogantes. El refuerzo rítmico desde la negación a la afirmación:
La rosa sumergida:
el vientre del bisonte
quiere saber
cómo te encuentra – amor –
dónde te cruza
cuando la vida
- En el poemario de Irene Zava, en el proceso de desarraigo y existencia, un yo peregrino se atavía de Nada e Infinito. Disolución y renacimiento. Y en esa insistencia, en esa recurrente oscilación, la palabra, la música, el arte todo persisten en la hondura del vacío.
En Homo Deus:
Pregunto
Dónde estoy en el paisaje
Mi pecho huele a naranjos
Homo deus abre ventanas
En mi cabeza
Leemos en la conmovedora enunciación de la Antología la evocación del origen, los rastros de los vacíos y los re-conocimientos del yo, los enlaces en los silencios, los anhelos, las ausencias, el amor y la aflicción. Brota la remembranza dentro de los espacios rítmicos de los poemas. La vida brota en los acordes de la memoria y el olvido, esa pareja perpetua, especular, memoria y olvido, que ciñe el desvanecimiento y la restitución del lenguaje, que cultiva nuestra emoción y abre el territorio de nuestro ensueño.
Buenos Aires, 2022.
* El presente escrito literario fue expuesto en la mesa de presentación de la antología ENTRELAZANDO-NOS, por la escritora y poeta argentina Edda Sartori.
Poemas, Editorial El Mono Armado, Buenos Aires.