lunes, 28 de septiembre de 2015

CIERRE DE LA PRIMERA CLÍNICA DE CUENTOS




PRESENTACIÓN DE LA ANTOLOGÍA "LA VENGANZA"
     QUE REÚNE LAS OBRAS INÉDITAS
DE LOS CINCUENTA Y SEIS CUENTISTAS QUE INTERVINIERON



Los escritores Marita Rodriguez-Cazaux y Ricardo Tejerina con los autores de la antología 



sábado, 26 de septiembre de 2015



Impotencia


Por Fernando Veglia

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Voy a describir, por única vez, el simbolismo que observé en el interior de un vagón de tren, cuando me dirigía de la ciudad de Flores a la de Morón por cuestiones personales, que no vale la pena confesar en virtud de su egoísmo.
Estaba amaneciendo, pero todavía el cielo no aclaraba. El invierno comenzaba a imponer su voluntad. Llegué a la estación a paso ligero y compré un boleto de ida a Morón que, en aquel entonces, me costó unos cuarenta y cinco centavos. Había muy pocas personas en la boletería; la mayoría eran hombres de mediana edad, desaliñados en el vestir, pero con la particularidad de que todos llevaban un bolso, que a mi parecer utilizaban para guardar las herramientas de trabajo. Aunque eso no es lo importante, ruego disculpas a quien se someta a este tipo de lecturas. 
Lo cierto es que el andén estaba casi desierto. Habría esperado quince minutos cuando escuché la bocina que anunciaba la llegada del tren. Me subí en uno de los vagones del medio. Todos los asientos estaban ocupados. Me quedé parado, lejos de la puerta. 
El sonido de la fricción que causaba el tren al deslizarse sobre las vías, hacía que el sueño me invadiera en ráfagas despiadadas. Intentando mantenerme despierto,  comencé a mirar fijamente a un viejo calvo, de corta estatura y muy sucio; no recuerdo su vestimenta, pero sí sus gruesas y callosas manos apoyadas en la parte superior de un asiento, ocupado por una joven pareja cuyo pequeño hijo, en los brazos de su padre,  no dejaba de gesticular para llamar la atención de ese extraño hombre.
Transcurridos unos minutos, en los cuales el infante inquietaba con sus gritos al vagón mientras manipulaba un pequeño chocolate, el viejo comenzó a jugar con él. Primero lo distrajo con palabras ininteligibles que sólo el bebé era capaz de comprender, luego el viejo notó que tenía un chocolate y trató de quitárselo, pero le fue imposible porque el niño lo escondía entre sus ropas. Después de reiterar esta operación varias veces, no sé por qué motivo, el pequeño entregó la golosina al viejo roñoso, quien la guardó en el bolsillo de su camisa y se dedicó a ignorar su entorno.
El pequeño, sabiendo el valor de lo que había perdido, comenzó a reclamar su pertenencia con gritos histéricos; el viejo le mostraba el chocolate y, sin dejar siquiera que lo tocara, lo volvía a esconder. Al darse cuenta de que sus pedidos eran inútiles, desgarró el silencio con su llanto. 
El hombre miró estupefacto al niño y comprendió que había hecho fracasar a alguien que todavía no conocía el mundo, obligándolo a vivir la peor de las situaciones, a mi consideración, que es la impotencia ante la vida. Sin embargo, recapacitó rápidamente, le entregó el chocolate y con su gran mano callosa tomó el brazo del bebé, lo levantó como si fuera un gran campeón y comenzó a gritar: “Vamos carajo, siempre hay que ir para adelante, no estás en la lona”.
La fuerza de estos gritos atrajo al policía que normalmente se encontraba en los trenes, e hizo que, en la estación de Ramos Mejía, bajara por la fuerza al hombre que no cesaba de gritar, mientras miraba al niño y la puerta se cerraba en su rostro.
Esto es todo lo que puedo describir de ese insólito viaje; cada vez que los días me superan y la vida no vale un boleto de tren, en mi mente aparecen los ojos de aquel viejo y suelo creer hipócritamente que no fracasé.
              
                                                                     ***
Relato incluido en el libro Líneas (Ed. de los Cuatro Vientos, 2005)
Fernando Veglia p/fernandoveglia 

viernes, 25 de septiembre de 2015




El 26 de septiembre a las 10:00 en Editorial Dunken (Ayacucho 357, CABA) 
se llevará a cabo la 2º jornada de la primera Clínica Literaria ROI - Contrapuntos
Coordinada por los escritores
Marita Rodríguez-Cazaux y Ricardo Tejerina


En la jornada se presentará el libro producto de las obras de todos los participantes.
Aclaración: esta fecha es para aquellos que participaron de la primera clínica, del día 1 de agosto.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

PRESENTACIÓN DE LA ANTOLOGÍA "LA VENGANZA"

EL SÁBADO SE PRESENTA 'LA VENGANZA' EN EDITORIAL DUNKEN


El próximo sábado desde las 10 de la mañana tendrá lugar la segunda parte de la primera clínica de cuentos realizada el pasado 1° de agosto en Editorial Dunken.

Llega 'La Venganza', compilación de cuentos de los autores participantes de la clínica, con prólogo y coordinación de Marita Rodríguez-Cazaux y Ricardo Tejerina.

Gran diseño y título que anteceden a un contenido inquietante.

                                                                                     Publicado por Vitamina Cdigital.



                                                                        ***




lunes, 21 de septiembre de 2015

PERIÓDICO IRREVERENTES

LOS QUEHACERES DE UN ZÁNGANO: 

“LA DESGRACIA DE TENER 

UNA FAMILIA COMO LA MÍA”

Por Fernando Morote

inFeliz
Se dice que tener una familia es una bendición de Dios. Y en efecto lo es, aun en mi caso.
Para comenzar diré que todos los que vivimos en esta casa somos una sarta de infelices. La convivencia humana no es otra cosa que el acuerdo al que llegan los hombres para vivir mintiéndose unos a otros. Esto es un hecho comprobado.
Mi familia más íntima, con la que vivo actualmente, se compone de una madre, una hermana, dos sobrinos, un cuñado, una abuela, una cocinera, y yo.
Me ocuparé, en primer lugar, de mi madre. No es porque sea mi madre, pero ella es una mujer de excepción. Sin las disculpas del caso, debo decir que en casa, a diferencia de otros hogares, mi madre no es la villana de la película; es la víctima. Mi madre hace de todo por todos y para todos. Por ejemplo, lo único que no hace mi madre por mi hermana es acostarse con su marido. Tiene una vocación de mártir que desespera. Todo lo haces tú, mamá. “Sarna con gusto no pica”, ¿recuerdas? Pero luego vienen las quejas. Todo en ella son sólo quejas, puras quejas, variadas e interminables quejas. ¿Sobre qué fundamento filosófico descansan? Me pregunto si habrá algún pensamiento positivo en la cabeza de mi madre. Cuando aparece alguna labor doméstica pendiente de ejecución, allá va ella, presta y dramática, a poner manos a la obra mientras declara: “Si no lo hago yo, ¿quién?, van a pensar que no quiero ayudar”. Se olvida de que la casa es suya. Si fuera esclava, mi madre se sentiría realizada. Tal vez sería completamente feliz. Pero si fuera negra odiaría a Ramón Castilla por concederle la libertad. Cualquier comentario o deseo expresado inocentemente, ella lo interpreta en el acto como una orden y corre a cumplirla con desesperación. Hasta cuando alguien la despierta inoportunamente de un sueño nocturno, o le interrumpe una reparadora siesta, en vez de amargarse o fastidiarse, ella se preocupa, se sobresalta, se asusta, pide disculpas. Un día que estaba en plena función de gemidos, quejas y lamentos, me provocó decirle: “Mamá, ¿por qué no te pegas un tiro y dejas ya de sufrir tanto?”. Pero no me atreví. En cambio le pregunté otro día: “¿Te consideras feliz, mamá?”, y ella me contestó: “No sabría decirte, hijo. Nunca me he puesto a pensar en eso”. Mi madre tiene un espíritu de mártir que emociona: de haber nacido en tiempos de la Guerra con Chile seguramente habría protagonizado algún acto heroico y quizás se hubiera convertido en una mujer famosa, su figurita saldría hoy en todos los álbumes de Historia del Perú.
“Mi madre es una santa”. Falso. La vida de perros que mucha gente padece se la debe enteramente a su madre. Ellas, por supuesto, tienen sus frases típicas también: “Siempre trato de dar lo mejor a mi hijo, no quiero que sufra lo que yo he sufrido”. Evitar el sufrimiento a un hijo es impedirle su crecimiento, negarle su desarrollo. “Tanto sacrificio y mira cómo me pagas”. Manipulación artera cuyo único propósito es provocar en el hijo incauto un irreprochable sentimiento de culpa que le permita dominarlo a su antojo. Los hijos no tienen nada que pagar a sus madres. Por tal consideración, yo sostengo que la única mujer en el mundo que merece mi respeto es aquélla que está siempre dispuesta a mantenerme: mi madre.
También tengo una hermana. Aunque demasiado convencional para mi gusto, no puedo dejar de reconocer y agradecer lo mucho que me ha ayudado. Hay ciertas cosas, sin embargo, que no puedo dejar de decir. Por ejemplo, se levanta a las siete de la mañana. Apurada, toma desayuno por toda la casa. A su paso van quedando platos sucios, pelos tirados, partes de su pijama. Es una mujer muy abnegada. Tiene una cara de sacrificio materno que no se puede superar. Prepara la leche para sus hijos. Pone los biberones a enfriar en un balde con agua. Entra al baño. Perfuma el ambiente evacuando digestiones atrasadas. Sale. Sigue con su cara de sacrificio materno que no se puede superar. Corre rapidito del dormitorio al baño, del baño a la cocina, de la cocina al baño de nuevo, del baño a la lavandería, de la lavandería a la cocina otra vez. En el camino se le salen las sayonaras. Saca los biberones del balde. Bota el agua. Abre el caño para llenar nuevamente el balde, y se va. Se va. Deja el caño abierto para que¼¿Para qué, por favor? ¿Para quién? Precioso detalle. Sacrificio materno que no se puede superar.
Mi hermana es una madre muy abnegada. Sabe freír huevos. Los tira a cinco metros de distancia y, dando saltitos de pánico, se aleja de la sartén. Los deja. Qué abnegación, por mi madre. Da de comer en la boca a sus hijos, pero no lava los platos, ni limpia la mesa, ni barre el piso. El comedor queda como si hubiera sido escenario de una reyerta carcelaria. Baña y acuesta a sus hijos, pero no lava los pañales ni tiende las camas. Es una experta en crianza de niños. Ha leído un libro titulado “Mi bebé y yo”, así que está todo resuelto, quédense tranquilos.
Una clase de educación impartida por mi hermana a sus hijos es como sigue:
—¡A ver, niños! —dice muy animada, batiendo ambas manos— ¡A bañarse! ¡Ustedes ya saben que es muy bueno bañarse!
Y, a renglón seguido, muy intelectualmente, agrega:
—Para que huelan rico.
Lo cual echa por tierra los lápices, las carpetas, el salón y hasta el colegio entero. La vitalidad que surge de un estimulante baño, y que predispone la energía para el estudio y los deportes, es un concepto absolutamente ignorado por mi hermana. A ella sólo le interesa que sus hijos huelan rico. Es secretaria ejecutiva. Trabaja en una oficina. “Mujer entrenada para consumir”, según palabras de mi cuñado. Sus hijos son para ella un juguete con el que se entretiene cada tarde al llegar del trabajo. Pero se ofende cuando alguien se los devuelve los fines de semana por la mañana, después de que los echa del cuarto para que la dejen dormir en paz. Dios me libre de llegar a ser un día el marido de una mujer como mi hermana.
Observemos ahora a mi cuñado. Aunque político y adoptado, no original como los demás, éste es otro caso serio dentro de mi familia. Yo, sinceramente, recomendaría el divorcio. Mi cuñado sólo es agradable cuando paga las chelas o invita los tiros. Tipo grandote e hidropésico, torpe para hablar, bruto para entender. Conserva todavía algunos rasgos humanos, pero en el fondo sigue siendo un animal. Todo lo que toca se jode. O se pierde. Como nada es suyo, ni le duele. Después tiene el descaro de hablar de abnegación, de responsabilidad, de sacrificio personal. Farsante típico. Uno de los más detestables ejemplares masculinos que haya conocido en mi vida.
Cierta noche que me quedé cuidando a sus hijos, sonó el teléfono a eso de las diez. Era él.
—¿Cómo están los mellizos? —preguntó.
—Bien, bien —le dije apurado, para cortarlo rápido— ¿A qué hora vas a venir?
—Ya voy, hermano, no te desesperes; dentro de un ratito estoy por la casa. Acabo mi último trago y arranco.
—Sí, pero no te demores —le recalqué.
—¿Por qué, ah? —me preguntó, con toda la concha del mundo.
—¡Porque son tus hijos, pues huevón! ¡Tienes que venir tú a cuidarlos! —tuve que contestarle, para que reaccionara.
Adoro las actitudes de mi cuñado. ¡Qué rico huevón! Abre todas las puertas, enciende todas las luces, y se larga. Es un tipo estupendo, la personificación del amor al prójimo. Es también un padre muy abnegado. Cada vez que puede, cuando nadie lo ve, o nadie le dice nada, acaba con las ollas. Al llegar a la hora que sea sólo hay un nombre que se le viene a la cabeza: no es, obviamente, el de mi hermana.
—¿Mamá?…¿mamita?….¿mami?….¿ma? —dice.
Y mi madre desgarrada, desde algún rincón de la casa, responde con voz de drama:
—¡Aquí estoy, hijo!
—¡Hola! —contesta el otro. Y prosigue:— ¿No habrá comidita, mami?….¿un poquito de salsita?…. ¿habrás preparado tecito heladito con limoncito?….¿tendrás sopita?….¿quedará pancito?….¿con cafecito?….¿no habrá un poco más de estito?….¿puedes servirme otrito?
Y mi madre desgarrada, aunque no haya nada, a todo responde con voz de drama:
—¡Sí hay, hijo!
Mi cuñado, después de haber arrasado la comidita y eructado brutalmente el postrecito, se acuerda de que existe sobre el planeta una mujer que se casó con él. Recién entonces pregunta:
—¿Y mi esposa, mami?
Y mi madre desgarrada, sin importarle la hora, responde con voz de drama:
—¡Está durmiendo, hijo!
Pero luego sucede también este episodio a la inversa. Completamente a la inversa. Mi madre, entusiasmada, a media mañana, se dirige a su yerno y le dice:
—Hijo, más tarde, cuando te desocupes, ¿podrías por favor recogerme del mercado? Estas bolsas de paja pesan cuando están llenas.
Entonces mi cuñado se paraliza:
—Eh¼.., eh¼., eh¼¼—balbucea.
—¿Puedes o no puedes? —insiste mi madre, 50% menos entusiasmada.
—¿A qué hora? —pregunta mi cuñado.
—Dentro de una hora, más o menos —dice mi madre.
—Dentro de una hora¼.—repite él— Dentro de una hora¼.dentro de una hora¼.—pone cara de hombre muy ocupado, golpetea la mesa con el dedo, hace como que piensa cosas importantes, revisa mentalmente su agenda, diagrama su ruta y la dibuja en el aire con la mano.
—¿No podría ser un poco más tarde, mami? —inquiere finalmente.
—No, es que más tarde¼.—dice mi madre, 0% de entusiasmo, fastidiada incluso— Ya no importa, hijo. Olvídate. Me regreso sola. Gracias.
Y mi madre desgarrada, trágica y dramática, se va, dos bolsas de paja en cada mano, rumbo al mercado. Asunto resuelto. Favor devuelto. Lo más ridículo que pudo haberme dicho alguna vez mi cuñado es: “Soy un universo de entendimiento”.
Con respecto a mi abuela, basta decir que es el resultado de una juventud vivida sin reflexión. La expresión de su rostro denota que a lo largo de los años todo lo que ha hecho es envejecer. Con ella cerca no necesito casarme. Es omnipresente: todo pide, todo pregunta, todo vigila. No es que sea aficionada a los deportes o tenga algún interés particular en la política; sólo le encanta ver por televisión cuando los hombres se agarran a trompadas. La noche de Navidad confesó que deseaba fuera la última. Se le veía cansada, aburrida. La longevidad sin placer no es más que un dolor alargado.
Finalmente llegamos a quien lleva más de treinta años atendiéndonos, cambiando de humor cada minuto. Alguien que al parecer ha reservado sólo para mí el privilegio de sus sorpresas repetidas: ¡Un pelo en la sopa! ¡Y en el guiso! ¡Y en la ensalada! ¡Y en el postre! ¡Y en todos los platos de comida que me tocan en gracia! ¿Por qué, Señor? ¿Por qué he de ser yo siempre el elegido, entre todos los comensales que se sientan a la mesa familiar, para descubrir en plena fuga los pelos rebeldes de la cocinera? ¡Bah! Debo rendirme ante la evidencia: tengo un destino descabellado.

los quehaceres de un zangano[2]
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sábado, 19 de septiembre de 2015

OPINIÓN - RESEÑAS LITERARIAS




MUJER SIN MAQUILLAJE

de Gabriela Inés Casañas



(Editorial Dunken, Buenos Aires, 2015, 64 páginas)




En “Palabras de la autora” se lee: “… he intentado expresar las emociones de la mujer; una concatenación a través de los tiempos en: amor y muerte, sarcasmo y miedo, belleza y desencanto”.

Se está ante una selección de once cuentos. “Caña de azúcar” relata con agudeza el desgano y el escepticismo que padece una mujer durante un sábado, en el cual no puede llenar su vacío afectivo ni escapar a su soledad.

Esta sensación de desaliento es un leitmotiv que se repite en el libro no obstante la variedad de personajes y de situaciones. En este aspecto, como opina Marita Rodríguez-Cazaux en su blog: “Otro punto destacable en su narrativa, es su agudeza para crear y recrear el elenco humano y sus itinerarios”. Por ejemplo, en “Mails de Eva”-una evidente catarsis personal-, la protagonista desnuda su insatisfacción ante la vida, que considera incolora e insulsa. “Desde el balcón” describe un estado de ánimo gozoso mediante una algarabía de colores, pero en cierta manera advierte que están acechando “…el hastío, lo superfluo, la apatía y el engaño”.

Al final de cada historia hay una cita de la novela Desgracia, de J.M. Coetzee. Tal vez la que más capta el espíritu del texto es aquella que figura en “Premio para todos”: “en el adulterio; el tedio del matrimonio redescubierto”. En este cuento, Gabriela Inés Casañas enumera una serie de tremendas frases misóginas que se atribuyen a Nietzsche, Schopenhauer, Freud, Dostoievski, Buda y Oscar Wilde.

“Paco de amor” se centra en el drama de la amante del hombre casado, su lugar secundario y provisorio que la lleva a la frustración. Además, la colección exhibe una visión pesimista del matrimonio, que cobra un desarrollo patético en “Nada malo podía suceder” y ridículo en “Matrimonio perfecto”.

Asimismo, en distintos cuentos surgen otros temas: un audaz diálogo entre muertos (“La abuela y yo”); una epifanía en donde aparecen la madre y la hermana protectoras (“Presencias”); y el kafkiano “La trampa”, pleno de opresión y de angustia.

Pese a tanto desaliento, Casañas no puede evitar que asome en su fuero íntimo una fuerte cuota de optimismo y, así, en “El regreso”, se expone: “Siempre pensé que la vida no debe ser juzgada, sino amada y comprendida. Gozada y sufrida. Hay que saborear lo aprendido en la decepción, para que sean alegrías en otros momentos o en otras personas. Solo así, lo que devenga después tendrá un sentido”.

La escritora había demostrado ser una excelente novelista con La Libertad de Oudine (2008) y Semen (2013). Ahora, en Mujer sin maquillaje se revela también como una notable cuentista.

*Germán Cáceres.Escritor y dramaturgo argentino.
Publicado por Biblioteca Popular Carlos Sánchez Viamonte.

martes, 15 de septiembre de 2015

ANTOLOGÍA DE POETAS LATINOAMERICANOS





M.R.-C. integra la antología 
de Poetas Latinoamericanos, 
editada por Imaginante (2015).




*Imagen: Cortesía de Laura Mastraccio. 

lunes, 14 de septiembre de 2015

PRESENTACIÓN EN EL MEGA






El próximo miércoles 23, desde las 19, en la Biblioteca Galega de Bos Aires

EMIGRANTES GALLEGAS PRESENTAN SUS LIBROS “Estuvimos Cantando” Y “Últimas miradas antes de partir”

El Museo de la Emigración Gallega en la Argentina (MEGA) y la Federación de Asociaciones Gallegas invitan a la presentación de los libros Estuvimos Cantando y Últimas miradas antes de partir, cuyas autoras son las emigrantes gallegas María García Campelo y Milagros Díaz Martínez.

Con entrada libre y gratuita, el acto, que se enmarca en las actividades programadas por la celebración del 10º aniversario de la creación del MEGA, se desarrollará el próximo miércoles 23 de septiembre, desde las 19, en la Biblioteca Galega de Bos Aires “Antonio Pérez-Prado”, ubicada en el primer piso de Chacabuco 955, del porteño barrio de San Telmo.

Se trata de dos obras escritas desde un lugar autobiográfico, que abordan las experiencias de ambas mujeres nacidas en Galicia, con múltiples aspectos de sus vidas en aquella tierra durante las décadas de 1940 y 1950. También dan cuenta de las razones que provocaron la emigración a la Argentina y su integración en este país.

Asimismo, reflejan acabadamente tanto la realidad política, social y económica de la tierra de partida en los años más duros de la dictadura franquista, así como los distintos derroteros seguidos por sus protagonistas al incorporarse a la vida argentina.

Según la Dra. María Bjert (investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, docente en la Universidad Nacional de Quilmes y experta en migraciones), Estuvimos Cantando (Avellaneda: Zona Verde, 2015) es el relato de una niña que, entre ingenua y perspicaz, narra la vida cotidiana de Galicia en los primeros años de la dictadura franquista, en el contexto de una familia que intenta ocultar a la protagonista las brutales consecuencias de la Guerra Civil Española: una vida hecha de derrotas, mentiras, mezquindades y torturas.

Asimismo, la obra muestra los pormenores de la crucial decisión familiar de emigrar a la Argentina, donde sus padres y hermanos se pliegan con celeridad a las costumbres de la nueva sociedad, mientras la narradora, en cambio, continúa añorando su tierra natal. Se trata, en consecuencia, de un libro que habla del modo en que la Historia influye decididamente en las historias particulares.

El texto de Milagros Díaz Martínez Últimas miradas antes de partir (Buenos Aires: Ediciones del Dock, 2015) es, en palabras de la escritora Cristina Feijóo, el reflejo de la doble experiencia de una niña que relata su infancia en el medio rural de Val Miñor (Pontevedra), como el de esa misma persona que, convertida ya en una muchacha, se compromete con la realidad política del país de acogida. Desde esa doble mirada, se descubren dos mundos separados por la geografía y por el tiempo: el de la niñez campesina y los rastros de la guerra de 1936, y el de la joven urbana que vive el despertar a la vida social y política en la efervescente década de 1970.


Perfiles de las autoras

María García Campelo, nació en Cambre (A Coruña), en mayo de 1940. Es la cuarta hija de Emilia Campelo García y José García Vázquez. Desde 1960 está casada con Ariel Lilio Cámere (argentino). Emigró a la Argentina con sus padres en 1951, y allí completó sus estudios primarios, pasando luego por la enseñanza media y realizando estudios terciarios, que culminaron con el título de Profesora de Historia, gracias a lo cual trabajó en diferentes escuelas dictando las asignaturas de Historia, Educación Cívica, Instrucción Cívica, Formación Ética y Ciudadana, Introducción a la Cultura Contemporánea y Filosofía, hasta jubilarse en 2008.
En 1998 pudo regresar a Cambre y recorrer Galicia. A partir del 2002 comenzó a concurrir al taller literario dirigido por Laura Massolo, bajo cuya tutela comenzó a escribir lo que luego fue su novela Estuvimos cantando (terminada en 2009), y que al año siguiente mereció el primer premio en el concurso literario del Instituto Ramón Rubial de la Fundación Ideas, destinado a rescatar los relatos referidos al exilio y la emigración española para preservar la memoria de ambos fenómenos.
Además, obtuvo (junto a varias menciones especiales de los jurados) las siguientes distinciones: en 2003, el Primer Premio por la poesía “Entorno”, otorgado por la Asociación Amigos de la Buena Prensa Nicolás Avellaneda; en 2006, el Primer Premio por la poesía “Aguarde en Línea”, en Municipalidad de Casilda (Provincia de Santa Fe); en 2007, el 3º Premio por el cuento “Oler identidad”, del Círculo Médico de Quilmes.
Por otra parte, en 2008, alcanzó el 2º Premio por el cuento “El hombre que grita”, en la Municipalidad de Casilda-Biblioteca Popular Carlos Casado; luego en 2010, el 3º Premio por el cuento “Pagar con el Cuerpo”, en el Círculo de Jubilados del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
García Campelo tiene, además, otra novela para editar y más de 60 cuentos y poesías sin editar ni presentar a concursos.

Milagros Díaz Martínez nació en Gondomar (Pontevedra) en 1956. Viajó con su madre a la Argentina para encontrarse con su padre en el año 1962, y aquí formó una familia, teniendo tres hijos y cuatro nietos.
Desde muy joven se comprometió con la militancia política. Estudió y creció en la ciudad de Buenos Aires. Se licenció en Psicología en 1987 en la Universidad de Buenos Aires, y realizó luego estudios y posgrados en Psicoanálisis y Adolescencia. Ejerce su profesión de Psicóloga clínica desde 1990.
Siempre tuvo un interés especial por la literatura y por el arte en general, desarrollando su formación en la escritura en talleres literarios y seminarios coordinados por las escritoras Beatriz Isoldi,  Lilianda Díaz Mindurri,  Ángela Pradelli  y Cristina Feijóo. A partir del año 2003, ella misma se convirtió también en coordinadora de talleres de lectura y escritura.
Sus cuentos y relatos integran diversas publicaciones y antologías, habiendo obtenido algunos de ellos los siguientes premios: “Cielo Negro” recibió en 2002 el Primer Premio de Cuento en el Concurso Literario Nacional “Ángela Colombo” de la Universidad Nacional de San Martín. Sus poesías “Dudas y Vuelta a casa” recibieron Menciones de Honor e integran la antología Letras de Cristal, del año 2003.
El cuento “Morite, Vieja” es parte de la Antología de ganadores del 2004 de Cuentos Fantásticos de la Fundación Ciudad de Arena. “El verdadero final de los juegos” fue premiado en el III Certamen Internacional de Autobiografías, Premio Ricardo J. Berwyn (2011).
“El viaje” fue seleccionado para la antología Vivencias de la Emigración Gallega, editado por la Federación de Asociaciones Gallegas de la República Argentina en 2011 tras un concurso de narrativa breve realizado en el marco de las celebraciones por el 90º aniversario de la entidad.
Sus relatos forman también parte de los libros Memorias de Couso y Gondomar o son do río, publicados en España en 2009 y 2011, respectivamente.
Últimas miradas antes de partir -su primera novela- fue editada en junio de 2015 por Ediciones de Dock y presentada hace pocas semanas en la Casa de la Lectura, por Cristina Feijóo y Pablo Di Marco.

14 SEPT 2015


Federación de Asociaciones Gallegas de la República Argentina
Chacabuco 955 (1069) CABA Tel/Fax: 4300-1790   fedegaleg@hotmail.com
Museo de la Emigración Gallega en la Argentina (MEGA)
Chacabuco 955 (1069) CABA Tel.: 4362-5963   mu

PERIÓDICO IRREVERENTES

LA CASA DE INQUILINATO


Por Loretta Maio*

Inquilinato


                                            “El pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado.” W. Faulkner

Treinta y dos peldaños. Los conté muchas veces. Peldaños de mármol amarillento y una curva pronunciada que me obligaba a tomarme del pasamano hasta el umbral sin puerta. A uno y otro lado de la entrada se hallaban un par de habitaciones con techos altos, y viejos pisos de pino que mi madre emblanquecía con viruta de acero y soda cáustica. A la izquierda, un pasillo largo y penumbroso concluía en un pequeño cuarto; frente a él otro de igual tamaño dividido por un cortinado. A unos cinco pasos se abría un gran patio con paredes olvidadas y baldosas color naranja. Estaba bordeado por dos habitaciones, una cocina, un fregadero de cemento, un patético baño y un cantero de ladrillos con malvón, oreja de elefante, gomero, y sobre él un mudo canario.

Me dijeron que la casa de arriendo aún se eleva orgullosa y persiste en la esquina de aquel pasaje que quedó anclado en el tiempo. Sus calles empedradas conservan numerosas historias. Los corroídos balcones con sus voces apagadas revelan crónicas de más de un siglo. Al recordar sus muros, aún varias décadas después, la piel se me eriza: me resurgen fantasmas, memorias de tiempos que fueron sellados por la adversidad, historias de vida que no fueron color de rosa y sueños que no llegaron a ser más que sueños. Pretendía ser artífice de mi destino, imaginando ser la feliz protagonista de una película hollywoodense de los años cincuenta. Me llevó poco tiempo descubrir que la realidad no empataba con mis fantasías. Por algún motivo, ese no parecía ser mi sitio en el mundo.

El inquilinato de Vieyra no podía ocultar (por sus parches en los zócalos) la profusa cantidad de invasores que lo habitaban. Los bichos merodeaban en la oscuridad y carcomían la madera con admirable insistencia. Cuántas noches me cubrí la cabeza con las sábanas por temor a que mordieran mis orejas. Pero un día casi aprendí a convivir con ellos: comprendí que también les era menester un lugar, un hogar…






*Loreta Maio (Laura Mastracchio Delponte) artista plástica, escritora y poeta argentina

viernes, 11 de septiembre de 2015

LA TRAICIÓN DE LA NOSTALGIA



Federico von Klitzing nació en Buenos Aires en 1943. 
Iniciado en la escritura desde joven, en la década del ‘80 comenzó a participar en talleres literarios de San Martín organizados por Élido Di Serio, un destacado poeta local. 

Posteriormente, publicó junto a otros tres escritores el libro de poemas “Contracanto”, que fuera presentado por la SADE bonaerense en la Feria del Libro 1987, como representante de una nueva generación poética surgida en democracia.

Durante los últimos veinticinco años se volcó a la narrativa, participando de varios concursos literarios, en los cuales obtuvo primero premios y que se incluyen en este volumen (“Guarda” otorgado por la Municipalidad de San Nicolás; “El Forastero” Revista literaria Redes).


Presenta en esta oportunidad LA TRAICIÓN DE LA NOSTALGIA, compilación de cuentos de la última década.

Desde joven ha sido partícipe de la economía social y forma parte de COPROA, Cooperativa de Productores Asesores de Seguros. 

Es coordinador de la Comisión de Cultura de AAPAS, Asociación Argentina de Productores de Seguros. 
Actualmente reside en Villa Ballester.

                                                                        ***

lunes, 7 de septiembre de 2015

AVANCES LITERARIOS



TALENTOSO ESCRITOR PERGAMINENSE








PRÓLOGO



        En este último libro de su autoría, José M. Ramallo, ofrece, bajo numerosos recursos literarios, nutrida compilación de cuentos cortos a los que suma once poemas de gozosa intimidad que ameritan detenida lectura.
    Tal como dijo Cortázar, el cuento es un género poco encasillable, sin embargo, hay dos obligatoriedades: superar la “primera etapa ingenua” del cuentista, refiriendo a la equivocada sensación que lleva al escritor a creer sin refute que el lector entiende cabalmente su narración, y el justo cierre, la tensión del conflicto que habrá de rematar la historia.
      Es aquí donde, resulta imprescindible el oficio de escritor, oficio que consiste en ambientar, atrapar, desviar de toda otra atención a quien lee, para meterlo en la trama, conduciéndolo a un final que tenga el milagro de conectarlo “con su circunstancia de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa”.
      Por supuesto, para lograr este milagro, es primordial trabajar expresivamente los paisajes de los cinco sentidos y, por sobre todo, la originalidad. Puntos esenciales que lograrán que el lector se mantenga en el asombro, y quiera seguir indagando, ya no como espectador sino dentro del espacio del cuento, a la par de los protagonistas o decantando preferencias por alguno de los que componen el elenco de la trama.
      Afortunadamente, por estos rumbos, van los cuentos de Ramallo con atinado ritmo, haciendo gala de un lenguaje absoluto de veracidad y desplegando cabales escenarios.
      En el combate de pasiones que se entabla -porque no hay cuento sin conflicto-, y advirtiendo ya la intención del golpe desde las primeras frases, Ramallo sacude a última campanada y se vale del knock-out ganador. Tarea nada fácil pues atmósfera y voz, aportan el hilo que debe seguirse hasta el cierre, tópicos que tiene claro el joven escritor pergaminense al acatar la premisa de Cortázar.
      Merece destacarse “Cartas a mi madre”, fenomenal narración llevada a primera persona, que, a partir de misivas continuadas, va desnudando dolorosos secretos de familia. Un cuento impecable, de trasfondo sicológico que sacude.
      También es manejado con destreza literaria “Futuro incierto”, micro cuento donde el narrador omnisciente llama por sus nombres a los actores de la trama y concluye sabedor del destino que ellos ignoran.
     En “Castillos de ilusión” el personaje femenino, Esperanza, conjura un recorrido de intimidades que rematan en paralelo a las miserias humanas.
     Esa particular manera de narrar de Ramallo, casi confidencial entre personaje y lector, tiene impronta en “El Feo”, cuento breve que desencadena hondos razonamientos tras su lectura.
     En “Veterano de guerra”, la crudeza y el simbolismo mantienen el ansia en la trama, en la que, desde las primeras líneas, se intuye la tragedia. A diferencia de otros donde el drama es el lev motiv desplegado, este cuento permite al lector ir por los recónditos pretéritos de un escenario inamovible  -allí la tragedia-, amurado a los jóvenes protagonistas.
     “Abuelo”, cuento intimista sin golpes bajos, de bella prosa abundante en tropos, dirigido al personaje que lo titula, logra que el lector se empalme a Manuelito, y no puede evitar sentir que, el próximo domingo, tiene una cita impostergable con el anciano.
     “Aquel cigarrillo en tu boca”, “Espejos”, “George” aunque diferentes en temáticas, presentan la dinámica del personaje como fuente de argumento, la particularidad del temperamento y el destino que los rodea, siempre, inmanejable.
     “Holograma”, una verdadera placa fotográfica, donde la imagen óptica mantiene tridimensional atmósfera porque los amantes -de los cuales solo se menciona el nombre de la mujer-, están frente a la mirada que espía, la del lector que trasvasa el clima de intimidad.
     “Miguelito”, cuento magistral que se presta a múltiples análisis por tu reflexivo avance. De relieve los párrafos que llevan a mostrar al personaje aseverando que “…Es feliz, Miguelito hace todo lo que hace para ser feliz […] se integra al sistema como lo que es, una persona común y corriente. Quizá tenga un solo detalle, que lo notan todos menos él”, con el afán omnisciente de convencernos de que el protagonista ha elegido la dicha como puerto para anclar una carencia insalvable.
      Entre los jóvenes narradores del momento, José M. Ramallo sobresale en la elaboración de los personajes, más allá de la carnadura del argumento, y es clara la intención del Autor de darle a éstos el primer plano para que sean ellos mismos quienes cuenten desde su esencia propia.
      Influyen en el escritor pergaminense, posturas eclécticas, independientes y liberales que levitan su universo personal, y lo trascienden, a tal extemo que conecta con el Lector, quien no puede escapar de la carga emocional ni de los mensajes directos o subliminales del Autor.
      Esta conducta que Ramallo evidencia en sus cuentos, toma un giro diferente en la factura de los poemas, donde se refractan los pasos que el poeta encauza, vagando por sombras y luces de amores y desamores.
      En la presente selección poética, los paisajes desérticos o pletóricos de fructificación, vocablos y sentidos se abren en pareja sintonía, al tiempo que el Poeta vaticina infiernos miserables y paraísos prometidos. La fragilidad del ser humano, sus cuestionamientos, sus dudas y sus certidumbres, los imprevistos estados de ánimo, se ven proyectados en penumbras de íntima reflexión.     
     Ha de saberse que la altura narrativa de Juan M. Ramallo, evidenciada ya en su novela “La mujer de los 35” y en los numerosos cuentos y poemas que figuran en antologías independientes, pronostica anudada relación para quien se acerque a sus tentadoras historias y vislumbre el cosmos apasionado de su lírica. Finalmente, este nudo milagroso entre Autor y Lector, se convertirá en la mitología de sus propias existencias y conciliado disfrute.

                                                                                            Marita Rodríguez-Cazaux

Buenos Aires, abril 2015


PRÓLOGO DEL LIBRO por Marita Rodriguez-Cazaux